Esta madrugada y a los 85 años, falleció Leonel Sánchez. Su gran legado en el fútbol se resume en tres grandes aspectos: la U en el pecho, la selección chilena y el franco izquierdo de la cancha.
A Universidad de Chile, el club de sus amores, llegó a los 11 años, siendo un infante, y partió con más de treinta. También tuvo tres etapas como técnico de los azules, en los momentos más difíciles de la institución. De hecho, dirigió a los estudiantiles en 1989, la única vez que estuvieron en la Primera B.
Su nombre está ligado al Ballet Azul, década de los 60, en la que los laicos dominaron el fútbol chileno. Sus seis títulos, sus 412 partidos, sus 167 goles, su marca de segundo anotador histórico y su incondicional amor por la U lo hacen ser uno de los históricos más queridos por los fanáticos del chuncho.
Siempre jugó de puntero izquierdo. En las divisiones inferiores destacaba por sobre el resto. Sánchez era indefinible, ya que no sacaba ventajas con su físico y tampoco con su velocidad, pero era el mejor. Tenía un fierro en la pierna, que le permitía convertir muchos goles, pese a no ser centrodelantero, y centrar con una precisión que a transformaba en goleadores a sus compañeros de ataque.
Su padre futbolístico, Luis Álamos, el Zorro, lo ubicó en la posición que usó siempre. En sus primeros dos años jugó poco. Debutó en 1953 y recién en 1955 comenzó a ser indiscutido. Él, junto a otro notable grupo de futbolistas, cambió para siempre la historia del equipo azul.
En 1959 dieron inicio a una racha de títulos que los hizo dominar el fútbol nacional. Leonel anotó uno de los dos goles en la final ante Colo Colo. Aquel duelo se considera el inicio de los Superclásicos y el arranque de una etapa brillante del balompié chileno.
Héroe nacional
Si la U fue la base de la Selección Chilena del Mundial de 1962, no es de extrañar que la gran figura haya sido el baluarte de la U. En la cita planetaria que consagró a la Roja con el tercer lugar, el fallecido extremo convirtió cuatro goles. Junto a otros cinco jugadores fue el máximo artillero del torneo. Sánchez le convirtió dos tantos a Suiza, en el debut; uno a la Unión Soviética, en cuartos de final; y otro a Brasil, en la semifinal.
Su anotación en Arica, frente a los soviéticos, está en la memoria colectiva del futbolero nacional. “¡Justicia divina!”, exclamó un eufórico Julio Martínez, en una frase que quedó en la historia, para llevarle a los fanáticos que oían por la radio el partido, cuando el jugador que llevaba la 11 superó a Lev Yashin, el mejor arquero del mundo, con un tiro libre potente y sorpresivo, dada su colocación en la cancha, en diagonal el pórtico, entrando al área, porque la falta era penal.
Por casi 20 años, Leonel Sánchez fue el máximo goleador histórico de la Selección. En total, anotó 24 veces con la casaca roja, superando a su antecesor Enrique Hormazábal, que tenía 17. El tanto que le hizo a la Canarinha en la fase final de la Copa del Mundo fue con la que igualó a Cua Cua Hormazábal. Recién en 1982 fue superado por Carlos Caszely, que en total llegó a los 29.
Sin embargo, los hitos de Leonel Sánchez con la Roja no solo se remiten al mes de junio del ‘62. Si bien es el logró más importante y el más recordado, antes había participado de dos Campeonatos Sudamericanos -hoy Copa América- y en uno fue subcampeón. Una de las tantas ocasiones en que el seleccionado rozó la gloria.
Azul hasta el final
Su legado en la U es imborrable. Siempre que se intenta dilucidar quién es el máximo ídolo de la institución, Leonel entra en la pelea. Y cómo no, si sus nueve títulos en el club, con un aporte sustantivo en cada uno de ellos, lo vuelven un imprescindible en cualquier ranking. Ni el hecho de haber jugado una temporada en Colo Colo, el archirrival, genera resquemores en la fanaticada estudiantil. Sánchez trascendió a las opiniones personales.
En total, sus partidos oficiales con Universidad de Chile fueron 412, en los que marcó 167 goles, con un promedio de 0,41 tantos por encuentro. Una cifra que demuestra el tipo de jugador que fue, siempre considerando que él no era un 9.
Era tal su representatividad con los laicos, que luego de su notable rendimiento en el Mundial del 62 estuvo a punto de firmar por un gigante europeo, el AC Milan. La operación no se llevó a cabo y decidió retornar a Chile, pese a que otros equipos del viejo continente tenían sus ojos posados en el extremo zurdo. En ese momento, su leyenda con la U recién comenzaba. Ya había sido campeón en dos ocasiones, también maravilló a todos en el torneo de los mejores, pero la historia le tenía más.
Respecto a su fallido traspaso a los italianos, Sánchez jamás dramatizó. Hace poco más de un decenio recordó eso y declaró que, para él, estar en los azules era lo más importante: “Habían ofrecido 250 mil dólares por tres años, a mí me daban 50 mil. Fui a Italia, jugué tres partidos y ganamos un campeonato amistoso. Pero allá bajaron el precio a 35 mil para mí y 200 mil para la U. No acepté. Me daba lo mismo, si acá estaba bien, la U es lo más grande, todo lo que tengo se lo debo a ella”, aseguró, en más de una ocasión.
Su salida en el cierre de la década del Ballet Azul no fue la mejor. Un conflicto con el presidente de la U, Héctor Pilassi, lo motivó a firmar por el Cacique. La camiseta alba también se le dio bien y fue campeón en 1970. “Colo Colo es Chile”, llegó a decir. De todas formas, solo estuvo una temporada en Colo Colo, para luego partir a Palestino y terminar retirándose en Ferriovarios.
Sobre su breve período con los colocolinos, Leonel rememoró en algún momento el desenlace que los llevó al campeonato: “Jugamos una final extra con Unión Española. El año anterior, el Ballet Azul había ganado su último título. Esa final con Unión fue dramática, se jugó con alargue el 27 de enero de 1971, con 71.335 hinchas en el Estadio Nacional. (...) Ganamos 2-1″, detalla el relato del ídolo.
Más allá de ese cierre de carrera, que pudo haber sido distinto, la identificación no se borró y cuando en la década de los 80 la U lo necesitó, Leonel estuvo ahí, entrenando en tres períodos distintos. Esa época fue difícil en los universitarios. Lejos de las glorias pasadas, aún ni se imaginaban que más tarde vendría un renacer.
En sus últimos años, jamás dejó de estar al tanto del acontecer azul. No tenía problemas en reconocerse a sí mismo como emblema, pero tampoco en destacar a aquellos que, en su percepción, defendían la casaca de la U con las agallas que él mismo entregó durante casi veinte años, en los decenios más importantes de la historia de su club. Sin ir más lejos, en el 2010 se le catalogaba como el mejor de todos a nivel nacional: “Hay que quererse, con todo respeto. Cua Cua Hormazábal fue otro grande, pícaro, guapo, hacía goles. Lo mejor que he visto”, recordó en ese momento.
Su partida abre una herida profunda en el mundo del fútbol chileno, que ve partir a uno de esos crack que trascienden camisetas, justo el día del clásico universitario 194, en San Carlos de Apoquindo. Hasta siempre, Leonel.