Roger Federer (2°) lo logró: se quedó con su título número 20 de Grand Slam al imponerse en la final del Abierto de Australia a Marin Cilic (6°), en cinco sets (6-2, 6-7(5), 6-3, 3-6 y 6-1). De paso, quedó a 155 puntos de Rafael Nadal (1°), para lo que tuvo que luchar un poco más de tres horas en la Arena Rod Laver.

En el primer set, el suizo de 36 años fue insoportable para su rival. Sin ir más lejos, sólo lo dejó ganar tres de los primeros quince puntos. Con ese panorama, en 15 minutos ya estaba 4-0 y en 24 ya tenía la manga en el bolsillo.

La vergüenza hizo al croata entrar en el partido agarrándose de lo que fuese: el Ojo de Halcón lo ayudó por milímetros en un par de ocasiones. También buscaba tiros ganadores de los lugares más incómodos y en los momentos menos recomendados. Y de vez en cuando entraban.

Federer tampoco estaba en un gran día, aunque el tranco arrollador del principio diga lo contrario. Así, entre los riesgos y el misericordioso suizo, en el tiebreak y en su tercer punto de set, el campeón del US Open, en 2014, logró igualar el partido, algo impensado media hora antes. Premio a no haberse desmoralizado.

La estrategia del croata, eso sí, era insostenible. Más aún contra Federer. Y más aún contra Federer en una final de Grand Slam. En el sexto juego del tercer parcial, la feble construcción de Cilic se vino abajo. El actual dos del mundo quebró y encarriló la manga a un 6-3 que ni lo inmutó, al igual que el desfavorable desenlace del set anterior.

Del otro lado de la red, el balcánico se desesperaba. Gritaba mirando al suelo, sin ánimos de esconder su frustración. Federer aprovechó y se puso 3-1 arriba en el cuarto set. Su constante irregularidad a lo largo del partido, sin embargo, volvió a atacar y le dio vida a su rival, quien salió del enojo y levantó su nivel. De hecho, ganó cinco juegos seguidos y forzó el parcial decisivo, el panorama más complejo para el pupilo de Ivan Ljubicic: tres victorias y cuatro derrotas era el récord del 19 veces campeón de Grand Slam cuando definió un torneo grande en el máximo de mangas posibles.

La estadística no le asustó. O quizás ni la sabía. Porque volvió a ser insoportable para Cilic, incluso más que en el primer set. Lo destrozó, estando visiblemente cansado, a pura jerarquía. Tras un ace en el último punto, levantó los brazos.

Curiosamente, al igual que el año pasado, cuando Nadal pidió revisar la marca en el match point, Cilic recurrió a lo mismo como argumento final a su incansable lucha. Sólo sirvió para interrumpir el emocionado festejo de Federer, sexto en Australia, vigésimo en torneos grandes. Una cifra impensable hasta que llegó él.

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