Tottenham: Lloris; Trippier, Alderweireld, Vertonghen, Rose; Sissoko (Dier, 74'), Winks (Lucas Moura, 66'); Dele Alli (Llorente, 82'), Eriksen, Son; y Kane. DT: Klopp
Liverpool: Alisson; Arnold, Matip, Van Dijk, Robetson; Henderson, Fabinho, Wijnaldum (Milner, 62'); Salah, Firmino (Origi, 58') y Mané. DT: Pochettino
Árbitro: Skomina (Eslovenia).
Goles: 1-0, 1', Salah, de penalti, sancionado por una mano de Sissoko a pase de Mané. 2-0, 88'. Origi, de zurdazo cruzado, a la salida de un córner.
Estadio Metropolitano (Madrid). 60.000 espectadores. Se guardó un minuto de silencio (convertido en estruendosa ovación) en memoria de José Antonio Reyes, futbolista español fallecido en accidente de tráfico.
Sacó el Liverpool de centro y se llevó la Copa de Europa. Así de fácil. Y de inesperado. La sexta máxima corona que sube a sus vitrinas. La primera de su creador, Jürgen Klopp, que también sabe ganar finales. Todo el premio a la primera acción. Un regalo, quizás del criterio arbitral a la hora de silbar penal, pero sobre todo de Sissoko, el futbolista que con una mano insólitamente abierta se negó de verdad a que el Liverpool caminara solo.
Vaya usted a saber por qué Sissoko, 29 años de fútbol curtido y maduro, acudió con el brazo extendido a la primera jugada de la final. La derecha arriba mucho antes incluso de que se produjera el pase. Cuesta entenderlo, pero condicionó la noche. Un lance que no venía avisado de peligro, por más que la pelota estuviera en las botas del escurridizo Mané, y que la articulación del centrocampista francés convirtió en veneno. Penal, quizás exagerado, muy interpretable, pero del todo evitable. Un error histérico, de principiante, que dibujó el guión de la noche. Si el Liverpool llegaba con ganas de iniciativa y riesgo, tras el gol de Salah, se le quitaron.
Aunque al Tottenham le cuesta expresar una reacción en los contratiempos (su cara es casi la misma tras un gol a favor que en contra, también sus formas), no logró armarse en el primer tramo para la remontada. Lo intentó con las maniobras de Son, indescifrables hasta para sí mismo, y poco más. Kane fue esposado por los centrales reds y a Eriksen, el tipo que enciende la luz, también vigilado, le costó aparecer por la zona de entrelíneas. El Tottenham fue mucho de Sissoko en esa fase, de su músculo y sus condiciones, lo que supone la peor de sus noticias. Cero creatividad.
El Liverpool jugó replegado y siguió defendiendo incluso atacando. Sus pelotazos largos, más allá de buscar el peligro de sus atacantes, lograban sobre todo mantener el riesgo lejos de Alisson. La fórmula durmió el juego y volvió plomizo el primer acto. Solo las subidas de los laterales y sus zapatazos ajustados animaron un tramo que sugería bostezos.
Salió más activo el Tottenham tras el descanso. Con otra energía, más entusiasta. Sin brillantez ni grandes ideas, pero con determinación y optimismo ofensivo. No hizo sufrir demasiado al Liverpool, siempre de pie y rocoso atrás, sólido, pero al menos le obligó a emplearse. A moverse.
Por la vía de la insistencia, los centros laterales y las cosas raras de Son, el Tottenham animó la velada y el suspenso. Aunque el duelo siempre pareció más cerca de un segundo tanto red, a la contra, que del empate.
A la hinchada del Liverpool, antes de celebrar, le tocó sufrir. Sobre todo cuando asomó Lucas Moura y luego Fernando Llorente, cuando el Tottenham parecía volcado y dispuesto a echar el resto. Pero no, gracias a Origi y su factor talismán en el córner, supo que la copa era suya antes incluso de que el árbitro pitara el final. El Liverpool es el nuevo campeón de Europa.