Fue más tranquilo que un paseo por el parque. Lo que se anunciaba como un partido duro y disputado terminó resolviéndose igual que aquellos que se juegan entre semana, con petos y conos de entrenamiento. Porque eso fue el Arsenal para el Liverpool en Anfield: otra sesión de práctica para afinar detalles de cara al título. Un 5-1 implacable, cuyo descuento visitante fue un error que se enmendó con una manita para el recuerdo —y en el caso de los Gunners, para el olvido. La máquina de Jürgen Klopp ya no solo es líder, invicta e imparable... también es temible.

El triplete de Firmino, el penal de Salah y la gran definición de Mané llegaron luego de un inicio luchado, con el Liverpool aventajado ligeramente en el juego. Sin embargo, un error en la salida le permitió a Iwobi centrar para Maitland-Niles, quien no tuvo problemas para definir desde el centro del área.

El 0-1 llegó a los 11'. El conjunto local demoró tan solo tres minutos en responder y empatar el encuentro. Fue Firmino, quien definió mirando hacia otro lado cuando la pelota le llegó tras una serie de rebotes que descolocaron a la zaga cañonera.

Solo dos minutos después el brasileño se matriculó con el golazo del partido. Luego de un error de Torreira, Firmino ingresó al área eludiendo rivales para terminar definiendo con la izquierda, ajustado al palo izquierdo de Leno.

Pasaron 20 minutos en el que el compromiso entró a un punto muerto. Los reds, cobijados por el marcador y la ruptura mental de rival, bajaron un cambio que aun así les bastó para anotar el 3-1, ahora de Mané a pase de Salah. El 4-1, ya a los 45'+2', llegó desde el punto penal tras falta sobre el egipcio, que él mismo se encargó de finiquitar.

El partido estaba sellado. Tanto futbolística como mentalmente. No había chance para el Arsenal ni siquiera para descontar. El mediocampo de Klopp, con Wijnaldum y Fabinho, resultó ser demasiado imponente. Y el tridente atacante, que seguía buscando el gol, mantenía al rival demasiado preocupado como para elaborar algo propio.

Así llegó el 5-1, en una de las tantas jugadas de los de Anfield. Córner a favor y Kolasinac que empuja a Lovren. Pitazo de inmediato. Penal y triplete de Firmino.

El Liverpool ya tuvo demasiado, al igual que el cuadro de Unay Emeri. No llegó el sexto ni tampoco el segundo descuento. Los hinchas que repletaron Anfield ya habían conseguido más de lo que habían soñado. El liderato ya estaba seguro; la esperanza, más reafirmada que nunca.