Llanto, abrazos y un ceacheí: las emociones de una jornada que quedó en la historia alba
El inédito partido por la permanencia dejó imágenes que difícilmente serán olvidadas. Por un lado, el desahogo del Cacique, y por el otro, la pena de los jugadores de la Universidad de Concepción tras consumar el descenso.
Minuto 97. Julio Bascuñán se acercaba al VAR para el ver el planchazo de Leandro Díaz sobre Jeyson Rojas. Afuera de la cancha, la tensión se instalaba en toda la delegación de Colo Colo. Jorge Valdivia, vestido con la camiseta del ausente Juan Manuel Insaurralde, se tomaba la cabeza pidiendo la hora. Esteban Paredes repartía instrucciones. El fantasma del domingo en Rancagua invadía a varios en este instante. Más de alguno probablemente vio la vida pasar en unos segundos en ese último centro al área de Brayan Cortés. Sin embargo, la vida le tenía reservada una nueva oportunidad al Cacique.
La temporada de terror culminó con el pitazo final. Los jugadores albos lloraban en el centro del terreno. Un desahogo tremendo para muchachos cuyas familias también sufrieron con ellos en momentos muy aciagos. El dolor de la Ley de Protección al Empleo, los quiebres entre propios compañeros y dirigentes fueron parte de las experiencias traumáticas que vivieron y que, en gran medida, contribuyeron a la situación límite de jugar un histórico partido por la permanencia. Ese desahogo que mostró Paredes al consumarse la salvación refleja esas sensaciones, un abrazo al que se sumó el propio Gustavo Quinteros.
Los arqueros abrazados en el área. Maxi Falcón y Carlos Carmona lloraban arrodillados en el suelo. Mientras que el concepto que más se repitió en esos momentos de alivio fue “somos una familia”. Lo dijo Paredes, quien dijo que “se dejaron los egos de lado”. Luego, lo repitió el DT, quien agregó que la permanencia en Primera “es un título más”, en relación a la titánica tarea de revivir a un equipo que hace dos meses parecía condenado al descenso.
La dirigencia y el personal administrativo también vivía su propia procesión. Aníbal Mosa abrazaba a Harold Mayne-Nicholls y Daniel Morón, mientras los jugadores y cuerpo técnico se reunieron en el centro de la cancha. Un eufórico ceacheí fue el corolario de lo sucedido en Talca.
Al otro lado, los jugadores de Universidad de Concepción lucían naturalmente abatidos. Lloraban tendidos en el piso y ahí hubo futbolistas albos que se acercaron a consolarlos, como Paredes y Ronald de la Fuente, quien jugó varias temporadas en el Campanil. El lateral izquierdo lloraba profusamente por la suerte de sus excompañeros y la emoción propia de haber salvado la categoría. Posteriormente, el técnico Hugo Balladares se acercó uno a uno a sus dirigidos para reconfortarlos en un momento tan duro.
La noche tuvo a Pablo Solari como el héroe de la inédita jornada. El transandino, que anotó su primer gol en el profesionalismo, le devolvió el alma al cuerpo a una importante porción de chilenas y chilenos, quienes ya en la víspera le habían demostrado todo su amor al plantel en la emotiva caravana que los condujo hasta Talca. El 17 de febrero quedará marcado como el día en que Colo Colo fue y volvió del infierno.
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