Lluvia, arte y la Torre Eiffel como emblema: París da el vamos a los Juegos Olímpicos con una ceremonia única
Recorriendo el río Sena a bordo de una embarcación, los atletas encabezaron la fiesta gala. El mal tiempo y los actos culturales fueron grandes protagonistas de la jornada.
París vivió un viernes plagado de emociones. Era el día 0 de estos Juegos Olímpicos, la jornada donde todo el mundo iba a mirar la ceremonia inaugural más extensa realizada en la historia. Un viaje que se iba a dar por el sena hasta llegar a los pies de la Torre Eiffel.
Pero el día estuvo lejos de comenzar calmado, ya que los parisinos se despertaron con un ataque organizado a las vías del ferrocarril de alta velocidad, provocando cortes masivos en toda la red. Si bien la situación logró ser controlado con el paso de las horas, otro problema apareció entre los aires: la temida lluvia. Con una ceremonia al aire libre y que se extendió por seis kilómetros, el frente de mal clima terminó siendo una pesadilla. Y si bien el evento pudo finalizar sin nada fuera de lo normal, no pocos delegaciones optaron por devolverse a la Villa Olímpica antes del cierre.
Una de ellas fue la de Chile, quienes luego de haber cruzado por el Sena entre los primeros países (en la mayoría de los casos van avanzado por orden alfabético) se restaron del tramo final de la ceremonia. La información fue entregada por el Comité Olímpico Chileno y radica probablemente en el riesgo de contraer un resfrío durante las largas horas que habrían tenido que esperar en la Torre Eiffel.
Chile apareció en una barcaza junto a Canadá, Camerún, la República de África Central y China. Los abanderados, como ya era de conocimiento público, fueron Antonia Abraham y el tenista Nicolás Jarry. “Va a ser muy lindo estar en un barco con todos los demás atletas y ver los fuegos artificiales y toda la gente alrededor”, comentó el tenista en la previa.
El cruce de delegaciones además permitió que la tenimesista nacional Tania Zeng interactuara con los representantes de su país de nacimiento.
Mientras todo esto ocurría en el curso del Sena, en la ribera se aglomeraban los espectadores. En la previa, la organización esperaba la asistencia de unas 320 mil personas. De ellos, 100 mil se agruparon en las tribunas que fueron instaladas y que tenían un costo significativo, fluctuando entre los 90 euros para la categoría D y los 2.700 que cuesta ubicarse en la exclusiva categoría A.
Pero no solo las delegaciones animaban la fiesta, ya que París optó por darle un fuerte enfoque cultural a la ceremonia. Mientras los países avanzaban a la Plaza del Trocadero, en uno de los puentes cercanos al punto final se realizaba un desfile de moda, con un fuerte mensaje de diversidad y respeto, para los asistentes.
La música también estuvo presente con piezas que fueron desde el himno de La Marsellesa interpretado por la mezzosoprano Axelle Saint-Cirel, la aparición de Lady Gaga cantando Mon truc en plume, de Zizi Jeanmaire; hasta la performance de la banda de metal francesa Gojira, quienes reversionaron “Ah! Ça Ira” (una canción que fue popular durante la Revolución Francesa) en La Conciergerie, prisión donde estuvo María Antonieta. De hecho, la reina también fue representada en ese instante, decapitada cantando la canción.
Por cierto, la seguridad también marcó esta modalidad, armando una burbuja que consideraba los espacios terrestres, aéreos y acuáticos con una participación de unos 45 mil efectivos de seguridad locales, además del aporte de otras policías y guardias.
Se enciende el pebetero
Uno de los momentos más esperados era el momento en el que se encendiera el pebetero. Durante la transmisión oficial se vio a un misterioso personaje que recorría las calles y puntos destacados de parís portando la antorcha.
Y fue el mismo quien luego se vio galopeando a través de un caballo artificial por el Sena hasta llegar a la Plaza del Trocadero donde le entregó la antorcha a Zinedine Zidane, quien fue el primer deportista en avanzar por una pasarela en medio del escenario. El campeón del Mundo en 1998 se la entregó a Rafael Nadal, dos veces oro olímpico y 14 veces ganador de Roland Garros.
El español entonces se subió a una lancha donde lo esperaban otros de los tres atletas más importantes del olimpismo: Carl Lewis, Nadia Comaneci y Serena Williams. Los cuatro pasaron por distintos puntos del Sena mientras en el Trocadero la Torre Eiffel tomaba el protagonismo. Un show de luces de primer nivel iluminó la estructura de 300 metros que a sus pies tenía a distintos bailarines.
La lancha que transportaba a los cuatro atletas llegó a las cercanías del Jardín de las Tullerías, donde se le entregó la antorcha a la extenista Amélie Mauresmo, quien luego le hizo el relevo a Tony Parker, leyenda de los San Antonio Spurs. Ambos llegaron hasta la pirámide del Museo del Louvre, adonde se sumaron otros tres atletas paralímpicos. Así se fue dando una serie de entregas, hasta que Teddy Riner y Marie-José Perec, con una docena de deportistas a la espaldas, encendieron el pebetero.
Pero no todo terminó ahí, ya que el pebetero terminó siendo un globo aerostático que subió por los aíres, todo mientras en la Torre Eiffel comenzaba a cantar Céline Dion la pieza “Hymne à l’Amour” de Edith Piaf. Ese fue el cierre glorioso a una ceremonia de cuatro horas que da el vamos al evento deportivo más importante del planeta.
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