Los triunfos tienen muchas cosas buenas. Ayudan, suman, desahogan, limpian y descomprimen. Pero también de las otras, de las malas. Maquillan, esconden y nublan.
Y me refiero al triunfo de la Universidad de Chile ante Huachipato en la fecha anterior, donde tuvo contundencia, pero sufrió la pérdida de control en el segundo tiempo.
Ayer, en el Nacional, pasó algo similar. Buen primer tiempo de los hombres de Kudelka y una segunda etapa desorientada e irresoluta. Las razones tácticas son evidentes y claras. El triunfo momentáneo los relaja hasta el punto del temor. El futbolista pasa de la seguridad absoluta del resultado al temor a equivocarse.
Ayer, hasta el 1-0 a favor, los hispanos seguían apostando a los balones largos. Pero bastó que apretaran un poco para ganar seis veces seguidas el segundo balón. Es decir, en el momento en que la U decidió despejar la pelota perdió el control total del ritmo del partido.
Es paradójico que defendiéndose del gol termine perdiendo. Esto, sumado a errores en los cambios que determinaron el resultado. Kudelka decidió sacar a Guerra cuando era el hombre que sacaba a los centrales rojos de su posición. Y lo hace por Yerko Leiva, que ingresó como volante de salida y terminó como uno de contención. Esto incidió directamente en Pablo Parra, de buen primer tiempo, que fue rotando constantemente de izquierda a derecha, buscando su lugar. Capítulo aparte lo de Jimmy Martínez, cuya posición sigue siendo una incógnita. En resumen, las razones tácticas fueron claras en la segunda etapa.
Pero esto también tiene un componente emocional y de liderazgo. A la U le pena un hombre que sea capaz de poner la pelota al piso y que determine el ritmo del partido. En especial frente a equipos como la Unión Española, que entregan el terreno de manera premeditada.
Falta una voz de autoridad que sepa conjugar el buen pie de Guerra con la velocidad de Ubilla, la técnica de Torres con el ingenio de Parra. La U de Kudelka sigue siendo una suma de buenos nombres, pero poco conectados. Lo de ayer fue un calco del segundo tiempo ante Huachipato, solo que la semana pasado ganó. Ganó y no corrigió, ganó y pensó que estaba todo bien. Eso es, a veces, lo malo de ganar.