N'golo Kanté (27) es el compañero perfecto. Trabaja por y para todos.Es la pieza clave en el mediocampo de Francia. La que no falla. Y también la más pequeña. Con apenas 1,68 metros de estatura, el volante de origen malí, quien nació y se inició en el fútbol en el barrio periférico de Geránimus, se ha transformado en uno de los mejores volantes defensivos del mundo en la actualidad y de la historia en Francia. En el heredero de Makelele o Karembeu. Por cualidades, considerando que comparten estatura y función. Y por categoría.
Ninguna consideración acerca del volante del Chelsea, quien antes brilló en el Leicester es antojadiza. Todas están respaldadas por las estadísticas, que señalan, por ejemplo, que es uno de los dos jugadores que logró obtener consecutivamente en clubes diferentes la Premier, que lo consagró como jugador del año en 2017.
En el Mundial, los números son inobjetables y reflejan que, efectivamente, Kanté corre por todos. La estadísticas publicadas por la FIFA revelan que durante el torneo ha recorrido 51,6 kilómetros en los cinco encuentros que ha disputado (eso sí, el récord lo tiene el ruso Roman Zbonin, con 62). Con el balón, ha transitado 20,2 kilómetros. Y no se trata de correr por correr, porque su distribución de la pelota es casi óptima. De 308 pases totales, 276 han sido completos y sólo 69 de ellos en corto. El resumen consigna 188 envíos de media distancia y 19 largos exitosos. Sólo ha perdido el balón en 28 oportunidades.
De paso, el despliegue le basta a Kanté para romper el paradigma de que el volante defensivo debe ser recio y hasta sucio. Sólo ha ejecutado una entrada, que ganó, y aún así ha recuperado la pelota en 52 oportunidades, a lo que suma 11 despejes. Sólo cometió una falta. Ni siquiera ha sido amonestado.
"Con Kanté todo parece fácil y simple, y yo sé que no siempre es así, yo jugué en su misma demarcación", dice el seleccionador francés Didier Deschamps. Y con propiedad: jugó en el mismo puesto y fue campeón del mundo.
Eso sí, no siempre lo quisieron. Su baja estatura espantaba a los observadores de los clubes, pese a que a los seis años, en el club Pateu, ya insinuaba sus condiciones. A los once años, fichó en el Suresnes, su primer equipo federado. Destacaba, pero crecía poco. Por ese motivo lo rechazaron en el Centro Nacional de Clairefontaine y tampoco lo quisieron el Sochaux, el Rennes ni el Lorient.
El pequeño (de edad y de contextura) Kanté persistió. En 2010, el US Bolougne, de segunda división, le ofreció contrato para actuar en el filial. Tuvo que cambiarse de casa. E ingeniárselas para compatibilizar su carrera deportiva con sus estudios de Contabilidad. Nada más lo detuvo. El Caen fue el siguiente paso y Patrice Garande el técnico que lo ubicó en su actual posición. Europa empezaba a conocerlo y el Lyon y el Leicester se disputaron su ficha. Ocho millones de euros pagaron los ingleses por su pase.
La máquina más pequeña nunca dejó de evolucionar. Incluso de inspirar metáforas geniales. Dicen que el 70 por ciento de la Tierra está cubierta por agua. El resto, por Kante. Hasta camisetas se han hecho con la ingeniosa frase.