El Camp Nou está callado. Demasiado para un estadio de 100 mil personas y que tiene en la cancha al mejor jugador del mundo. Se escuchan a los lejos los tifosi del Inter, que no deben ser más de dos mil y están encerrados en la tribuna más alta, pegado al marcador. Parecen hinchas sudamericanos y, a estas alturas del partido, minuto cinco del segundo tiempo, celebran entre incrédulos y optimistas el triunfo parcial de su equipo por 0-1 ante el Barcelona. El resto de los espectadores, que a los 17 minutos, como cada partido, gritó eufórico "in-de-pen-den-cia", mira adormecido cómo los locales encajan otra actuación decepcionante y no logran despegar en uno de los peores inicio de temporada del último tiempo. Pero un grito de Jon Aspiazu, ayudante técnico de Valverde, lo cambia todo. O empieza a cambiarlo todo.
Arturo Vidal, que en el entretiempo se había quedado solo calentando en el centro de la cancha y ahora mira el partido desde un costado, se saca el peto y corre hacia la banca. El público entiende que Valverde hará su primer cambio y reacciona con una sorpresiva ovación para el volante, que hace once días en Granada jugó quizás su peor partido en el Barça y desde entonces sumó 180 minutos sentado en la banca. Ocurre que Vidal, apodado el Rey e inventor oficial de la posición de todocampista, es una especie de placer culpable para los hinchas culés: reniegan una y otra vez de él, y se cansan de decir que no encaja con el tan manoseado ADN Barcelona. Pero, pese a eso, se rinden ante cada una de sus intervenciones y aplauden de pie sus recuperaciones y barridas al piso.
Vidal está ahora en la cancha -reemplazó a Busquets- y la gente entiende que con él el equipo tendrá algo más que solo buen toque. Se para por delante de Arthur y De Jong, casi de media punta, preocupado más de atacar que de defender. Cerca de Suárez y Messi, y muy lejos de Alexis Sánchez, que juega náufrago junto a Lautaro Martínez entre los defensas del Barcelona y que fue clave en el primer tiempo al asistir al argentino para el gol visitante. Un año y medio después, y por sexta vez en Champions League, Vidal y Alexis coinciden en una cancha. No se han dicho una palabra, ni siquiera alcanzaron a saludarse antes del partido. En estos momentos son dos perfectos desconocidos que alcanzarán a jugar en contra por apenas 12 minutos. El tiempo exacto en que el guión del partido se volcó y terminó con Alexis, en principio actor principal, relegado a secundario y con Vidal convertido en protagonista.
Pero Alexis aún no ha salido de la cancha y Vidal acaba de entrar. Y en segundos le da la razón a Valverde: recupera tres pelotas, remata una vez al arco y ensaya una contorsión indescriptible para cortar una pelota en profundidad del Inter, dirigida justamente a Sánchez. Es la cuota de adrenalina que el público tanto celebra y que jugadores demasiado técnicos como Busquets, De Jong y Arthur difícilmente pueden generar. Pero esta vez a la entrega de siempre, Vidal le añade mucho fútbol y un pase perfecto a Suárez, que de volea supera a Handanovic e iguala el marcador. El Camp Nou entero, salvo los dos mil tifosi, celebra el empate y en la cancha los jugadores se dividen entre los que corren hacia el uruguayo y los que lo hacen hacia Vidal.
El Inter decae y empieza a retroceder. Lautaro y Alexis ya no tienen las piernas del primer tiempo, y al Barça, que con el empate alcanzó su segundo aire, eso ahora le sobra. Valverde alega un cobro y Alexis le responde. Conte mira nervioso a la banca y llama a Gagliardini, un volante central. El marcador del cuarto árbitro muestra el 7 y el partido de Alexis se termina. Antes del cambio, eso sí, Alexis, que fue recibido con aplausos de los hinchas locales cuando la voz del estadio lo nombró, había alcanzado a jugar su mejor encuentro con el Inter. Aportó una asistencia, corrió solo contra la defensa culé y le robó dos pelotas a Busquets. Generó incluso que en la tribuna un reportero japonés preguntara si era el mismo Alexis que la temporada pasada jugaba en el Manchester United. Sí, le respondió una instagramer, el mismo, y que antes jugó en el Barcelona.
En la cancha Vidal seguía corriendo, siempre detrás de la pelota, del área propia hasta la rival. De un costado al otro, incansable. Y en las tribunas el público reaccionaba con más aplausos ante el desgaste de su placer culpable. Aplausos y también una pifia generalizada cuando el árbitro le mostró la amarilla por llegar tarde a un balón. Al final, y de tanto insistir, el Barcelona consiguió su remontada. Una jugada iniciada, otra vez, por Vidal, terminó con Messi asistiendo a Suárez y el uruguayo batiendo mano a mano a Handanovic. La gente, esta vez, no se acordó de Vidal, claro, y gritó a coro primero el nombre del argentino y luego el del charrúa. Pero reiniciado el juego, cuando el chileno volvió a tocar la pelota, la gente lo retribuyó con un aplauso gratuito. Reconociendo, de alguna manera, que fue su ingreso el que cambió el partido y levantó no solo a un Barcelona aletargado, sino a un estadio completo.
El Rey volvió a ser rey en la cancha del Camp Nou y Alexis, aunque su equipo no ganó, dio luces de que está cerca de recuperar esa felicidad perdida de la que hace un mes habló Reinaldo Rueda en Los Ángeles. Barcelona derrotó al Inter, Vidal superó a Sánchez por 5-1 en duelos de Champions y el Camp Nou aplaudió a dos chilenos, que coincidieron en una cancha por 12 minutos y que no tuvieron tiempo ni siquiera de cruzar una sola mirada.