Julen Lopetegui se ha cubierto de gloria en menos de cinco meses. Dos despidos, dos fracasos y el desprecio tanto de españoles en general como madridistas en específico.

El vasco abandonó el paraíso que construía con la selección para bajar hasta los avernos con el Real Madrid. El 14 de junio, dos días antes del inicio del Mundial y mientras preparaba el debut, el club blanco anunció su fichaje como sucesor del misteriosamente dimitido Zidane, lo que desató un terremoto. Luis Rubiales, presidente de la federación, lo destituyó 24 horas después alegando falta de ética. Colocó a Fernando Hierro en su puesto y el destino de España en Rusia se terminó de sellar.

Los 20 partidos invicto, la goleada por 6-1 a Argentina, la evolución en el juego; todo para nada. Los ibéricos cayeron en octavos y todos los dardos le apuntaron. Pero él ya había dado vuelta la página.

Acaso como un mal augurio, su tormentosa llegada a Valdebebas marcó lo que sería todo su paso por la Casa Blanca. Perdió a Cristiano y obtuvo un arquero de clase mundial, pero que no necesitaba. Consiguió a Vinicius y a Mariano, pero no les dio uso. Lo anterior, sumado a un plantel desgastado por la gloria conseguida y a un estilo que nunca cuajó, confabularon para un descalabro estrepitoso.

Empezó perdiendo la Supercopa de Europa con estrépito ante el Atlético (4-2). En 14 partidos solo obtuvo seis victorias, misma cantidad de derrotas, y dos empates. El 5-1 ante el Barcelona aceleró lo inevitable: destitución con latigazo incluido. "La junta directiva entiende que existe una gran desproporción entre la calidad de la plantilla del Madrid, que cuenta con ocho jugadores nominados al próximo Balón de Oro, algo sin precedentes en la historia del club, y los resultados obtenidos hasta la fecha", razonó el comunicado de su despido.

US$ 18 millones al bolsillo por la rescisión, sazonada con una humillación mundial, es la compensación para Lopetegui. Santiago Solari, DT del filial, asume como interino. El Madrid, campeón de Europa hace 156 días, ahora arde.