En un día clave para el futuro de los equipos de los grupos A y B, fueron designados dos árbitros sudamericanos. Por un lado, el paraguayo Enrique Cáceres dirigió Irán vs. Portugal, con un desempeño paupérrimo; con falta de carácter, sin personalidad y apoyándose en el VAR en situaciones que debió definir oportunamente dentro del campo de juego.
Se da un caso particular en este juez, quien a cinco metros de una jugada, no fue capaz de resolver por sí mismo. Esto ocurrió en el anterior encuentro que condujo (Rusia vs. Egipto), en el que estando cerca de una jugada, sancionó un tiro libre fuera del área, lo que luego quedaría desacreditado por las imágenes televisivas, pues la infracción ocurrió por lo menos un metro dentro del área.
Pero no nos quedemos ahí; en el partido de ayer no sancionó un penal evidente, no expulsó a Cristiano Ronaldo utilizando el VAR y tomó decisiones tardías por ser tozudo y terco.
Por otra parte, el colombiano Wilmar Roldán no dejó bien puesto el nombre de los árbitros sudamericanos en el Arabia Saudita-Egipto. Por su tozudez, su arrogancia, su descriterio, tomando decisiones propias y desestimando al VAR, tuvo una tarde desastrosa, ya que no cumplió con las normas impuestas por la nueva tecnología aplicada al fútbol. Sancionó dos penales, pero la televisión demostró que estaba equivocado. Y, a pesar de eso, siguió adelante con su determinación.
Grandes padrinos tienen estos árbitros para haber asegurado un segundo partido en este Mundial.