Los Cóndores 7 vuelven a volar. Lo hacen con fuerza, elegancia; quizás de la mejor forma en la que nunca lo han hecho. Ayer, frente a Uruguay, el clásico rival, se consagraron campeones del Seven de Viña del Mar, imponiéndose por un incuestionable 31-7.
Maduros, inteligentes, y con un despliegue físico muy distinto al de ediciones anteriores, los dirigidos por Edmundo Olfos cubrieron cada yarda de la cancha del colegio Mackay, en Reñaca, para ahogar a los celestes. No hubo dudas, Chile ganó inapelablemente una corona que no lograba desde 2014.
Desde el kick off inicial, el siete chileno comenzó imponiendo sus términos. La velocidad y el excelente juego de manos que viene mostrando fue el sello de la final. Así, Benjamín de Vidts fue el que abrió la cuenta en apenas un minuto de juego. Lo que vino después fue una muestra de la receta que se viene cocinando desde hace años y que, cada vez más, parece alcanzar su punto.
Pases a distancia, cambios de ritmo, tackles precisos, line outs inteligentes... Todo fue perfecto en la batalla que ayer dieron los Cóndores. Fue tanto así, que el Uruguay que había sorprendido eliminando a los poderosos Blitzboks sudafricanos solo parecía una anécdota. La única mancha, por así decirlo, fue la amarilla que recibió Francisco Urroz; un detalle a mejorar.
Fue así como Francisco Metuaze, De Vidts nuevamente, Julio Blanc y Rodrigo Fernández fueron los protagonistas de los ensayos que Chile apoyó en el ingoal charrúa, definiendo así uno de los mejores inicios de año del rugby chileno. El descuento fue de Felipe Etcheverry.
Antes, los chilenos se habían armado de fuerzas derrotando a Argentina por un contundente 35-0. Aunque la selección trasandina no trajo a sus mejores exponentes, siempre fue un rival inalcanzable. Ahora se le propina palizas.
Con Punta del Este y Viña en el cuello, Los Cóndores 7 se postulan como equipo grande en un nuevo nuevo deporte olímpica e ilusionan para lo que viene.