Cuando la mejor karateka Sub 21 del mundo, la chilena Valentina Toro (19 años), vio que sus padres perdieron el trabajo a causa del coronavirus, decidió apoyar con sus ingresos. Básicamente, intentar pagar las cuentas del hogar con el dinero que recibe por su beca Proddar (casi $1 millón al mes). Pero pronto comprendió que no bastaba.

Así que se sumó al ejercicio familiar de reinventarse. Sus padres, Paola y Patricio, trabajaban desde hace años en el catering para distintos rodajes de series o películas, pero con el arribo del coronavirus los ingresos también se fueron a cuarentena. A mediados de abril, tras un mes y medio sin trabajo, crearon un nuevo un emprendimiento: Toro Delivery, un reparto de verduras, alimentos y diversos utensilios por todo Santiago. Valentina también participa. Pero este viernes, todo se truncó de nuevo.

Cuando fueron a buscar el camión con el que realizan los repartos, que dejaron estacionado en el barrio Matta Sur, en el límite de Santiago Centro, Ñuñoa y San Joaquín, ya no estaba. “No podremos tomar la foto para la nota, nos acaban de robar el camión”, fue el mensaje que Valentina envío a La Tercera, contando la desventura familiar.

Antes de sufrir el último percance, Valentina describía con un punto de entusiasmo su nueva normalidad: “Al principio, nuestra cuarentena se resumía en entrenar y ver series y películas en Netflix, pero desde que comenzaron las clases en mi universidad, pensamos qué podíamos hacer para generar un ingreso extra y ahí se nos ocurrió”. Cuando comenzaron, tenían entre cinco a siete repartos diarios. Ahora, en un buen día llegaban fácil a los 35.

Todos hacían algo en la pequeña empresa. Mientras los padres coordinaban todas las operaciones, Valentina ordenaba las ventas a través de las redes sociales. Y todas las tardes, cuando acababa su día escolar, tomaba el volante para salir a repartir: “Como mi papá tiene problemas en la vista, su permiso de conducir le impide manejar de noche. Así que ahora, como se oscurece más temprano, yo manejo para que podamos seguir repartiendo. A veces llegamos hasta las 12 de la noche repartiendo”.

Todo iba bien. La pausa del deporte en Chile y el mundo también tiene complicada a la deportista, que pese a no entrenar al ritmo antes, se las ha arreglado para mantenerse activa. El papá, ex karateka, es quien la ayuda en sus movimientos, para no perder demasiado el ritmo cuando toque volver a competir.

2020 ha sido un año intenso para la Pequeña Saltamontes, como se la conoce desde que empezó a despuntar en el arte de los golpes y las patadas. Lleva un semestre alejada del deporte, por lo que toda su energía la ha ocupado en sus otras obligaciones. Es estudiante de tercer año de Ingeniería Civil Industrial en la Usach, donde ha enfrentado este semestre como todos los estudiantes, a través de las clases en línea. Aún no se acostumbra al ritmo.

Andaba desesperada poniendo mensajes por Twitter con la foto de su Kia Frontier y rogando que si alguien lo veía se pusiera en contacto. Los Toro no dejan de llevarse disgustos.