Los dolores de la U
La discusión se instaló hace unos días. En medio de la tormenta que sacudió a la Universidad de Chile, su capitán Johnny Herrera declaró que una de las razones de su bajo rendimiento obedecía a que en realidad entrenaba muy poco o casi nada, debido a una lesión en su espalda. Asimismo, Mauricio Pinilla publicaba en las tan mentadas redes sociales una fotografía mostrando su inflamado tobillo como argumento para su salida en el entretiempo en Brasil. Se apuraba en aclarar que nunca había pedido cambio para borrarse de un partido vergonzoso, sino que era el dolor en su pierna la que lo había obligado a salir de la cancha.
Después de eso y por un efecto dominó cayeron varios más, al punto que el partido frente a Racing, clave para la Universidad de Chile, se jugó casi sin referentes. Nicolás Guerra y Angelo Araos tuvieron que ponerse "el equipo al hombro". Situación impensable hace unos meses e inexplicable para un plantel rico en experiencia y calidad.
La pregunta que surge es si esa decisión de parar y sacarlos del equipo fue tomada por Esteban Valencia, el nuevo técnico interino o de los propios jugadores, en una muestra más de su poder al interior del vestuario. Por lo mismo, en cuanto estén recuperados, ¿se respetará a quienes jugaron dignamente en Argentina y ganaron después de 5 partidos en el Torneo Nacional?
La pregunta cobra aún mayor validez tomando en cuenta que este fin de semana se juega el clásico universitario, una instancia donde todos quieren estar. Que los jugadores actúen lesionados o con alguna molestia es más viejo que el fútbol mismo. De hecho, en los últimos años de sus carreras todos los deportistas conviven con el dolor, al punto que lo extraño es que jueguen un día sin él. De esa manera, y por decisión propia, deciden infiltrarse y poner en riesgo su físico o forzar hasta el límite dependiendo de lo que esté en juego. Ejemplos hay montones, por eso no debe extrañar lo que se ha conocido de la interna de la U en los últimos días.
Hay un matiz, eso si. Todo, absolutamente todo, nace de un eventual acuerdo con el director técnico y no de una imposición del jugador. No son los futbolistas los que deben ponerse o sacarse. Cuando ello ocurre, la señal de descomposición es evidente, la falta de autoridad del técnico y el poco respeto a sus compañeros, también. Ángel Hoyos se cansó de alabar, sobreproteger y mimar a sus jugadores. Terminó dándoles mucho más espacio de lo debido. Así le fue.
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