Puntos perdidos en los campos de golf. Eso parecen los socios de los clubes a los que se les permite ocupar la cancha, tomando todas las medidas restrictivas. En un recorrido por tres de ellas, después de que el ministro Jaime Mañalich considerara “grave” la apertura y la ministra del deporte, Cecilia Pérez, dijera que se “entrega una señal equívoca”, los jugadores no dudaron en defender el retorno de este deporte, siempre siguiendo el estricto protocolo sanitario que los clubes establecieron.

La Tercera contactó al Ministerio de Salud para aclarar si cambiaba la opinión de Mañalich al saber que los clubes no están realmente abiertos, sino solo dando permiso a residentes para jugar, pero desde el Minsal señalaron que la posición oficial del ministerio es la prohibición a celebrar eventos deportivos, profesionales y aficionados dispuesta en el numeral 28 de la resolución exenta 217 del Ministerio de Salud, que señala que “se entenderá por evento deportivo cualquier actividad que congregue a más de 10 personas en un recinto o establecimiento”. No queda claro si eso se puede aplicar a jugar golf individualmente.

Además, la Federación Chilena de golf ha sido reticente desde el principio a la apertura de clubes y así lo confirmó este miércoles en un comunicado.

Sandra Solís y su hijo Domingo, jugando las Lomas de La Dehesa.

Poco después de la vocería del Minsal, en el Club Lomas de La Dehesa, en una caseta al encargado le cuesta recordar cuántos jugadores hay en ese momento en cancha. No son más de cuatro, asegura. Aparece desde el fairway del último hoyo un joven, que golpea dos pelotas. Juega solo y se va después sin querer “salir en el diario”.

Más atrás Sandra Solís y su hijo Domingo completan también la vuelta. Aunque han hecho la cuarentena juntos en los últimas seis semanas, no se acercan entre sí y siguen las recomendaciones: llegaron con mascarilla a la salida y se la volvieron a poner al salir del último green; nunca tocaron las banderas, pues el club instaló un sistema para recogerlas con el mismo palo. De ahí, a la casa, pues no hay siquiera una mesa para compartir una bebida o un café. El club está oficialmente cerrado y no hay un solo servicio.

Los sistemas para que no haya que tocar la bandera. El primero, en Lomas de La Dehesa permite levantar la pelota usando el putter. En la segunda, en las canchas de Chicureo, una esponja permite que la pelota no caiga hondo y sea sacada fácilmente.

“Hemos podido jugar como tres veces a la semana desde que reabrió. El golf es un deporte al aire libre, donde uno no se topa con nadie, lo más cerca son 50 metros, con un protocolo estricto de seguridad, no hemos tenido problemas para jugar, porque se ha cumplido, ya que todo el mundo está preocupado y se da tiempo de seguir las normas de seguridad”, señala Solís, comentando algunas medidas que han tomado los clubes, que también incluyen cerrar los baños, restoranes, cualquier servicio, no tener rastrillos y llegar equipados al tee de salida.

El gerente del club, Enrique Valdés, dice que “el primer fin de semana que estaba la cancha abierta para recibir a los socios, independientemente de que el resto del club esté cerrado, vino del orden de 70 personas cada día. El fin de semana recién pasado aumentó a 90 y 100, que es un poco más que el habitual, el resto del año. Al principio se vio el efecto de ‘persona encerrada´, a quien se le dio la posibilidad de caminar al aire libre, sin ningún riesgo”.

Muchos jugadores en Las Lomas de La Dehesa juegan solos.

El directivo no deja de recordar una de las razones principales de esta semiapertura: mantener la fuente laboral de quienes trabajan y colaboran en el club, “por eso, estas medidas restrictivas no pueden durar mucho tiempo”, recalca.

Otro club que tiene abierta la posibilidad de que sus socios ocupen al cancha es Brisas de Chicureo. Allá, el paisaje es similar al club en Lo Barnechea: muy poca gente y con algunos jugadores usando la mascarilla todo el recorrido.

La distancia social en un partido en Brisas de Chicureo.

Un último putt, no tan complicado, pierde Andrés Vicuña, quien tiene ganas de dar su parecer. “Es sano desestresarse, a todos nos ha afectado esta crisis, no es cosa de una clase, en lo personal se han caído las ventas, a duras penas pago la cuota del club y poder jugar no es un pecado, dado que es sano, deportivo y no hace daño a nadie y no tiene ningún riesgo”.

“Yo fui de los primeros que se acercó a la directiva para pedir que nos permitieran jugar. Al principio fueron muy reacios, que estaban viendo el protocolo, ir de a poco, y justo el ministro y las autoridades llaman un poco a la normalidad, tal como la gente ha vuelto a trabajar, que trota o anda en bicicleta o en motocross, no hace daño”, agrega Vicuña.

Andrés Vicuña encabeza este grupo en Las Brisas de Chicureo.

El capitán del club, Rodrigo Bucarey muestra las instalaciones vacías y cuenta también que el club está cerrado, sin ningún servicio, y que se han tomado todas las medidas. “Hoy se inscribieron para jugar 50 personas y un miércoles normal, que es día de harto golf, vienen unas 90 personas”.

También en Colina está Hacienda Chicureo. Como los otros dos campos, es un recorrido de golf rodeado de casas. Buena parte de los socios vive ahí mismo. Estuvieron semanas sin poder recorrer el pasto que se ve desde sus ventanas, pero la decisión de distanciamiento estaba tomada y no respetarla significaba un castigo de meses sin membresía.

La Academia Felipe Aguilar en Hacienda Chicureo tiene estrictas medidas de higiene.

En ese lugar tiene la concesión de su escuela de golf Felipe Aguilar, dos veces campeón en el European Tour. Tal como el resto del club, la academia estuvo cerrada por todo abril, pero ahora han podido volver con restricciones extra: los alumnos chicos no van a clases, porque se requiere una atención más cercana, que el distanciamiento social impide. Solo hay niños mayores de 10 años que reciben la instrucción a una distancia prudente, con profesores con mascarilla. También hay alcohol gel, mascarillas para algún despistado que llegue sin ella. Todos los implementos los llevan los niños.

“Están trabajando en horarios distintos, antes era al mismo tiempo, con los niños repartidos en distintas zonas con profesores, pero eso en inviable ahora. El golf permite ese distanciamiento social por una cosa del movimiento, porque muy cerca te pegan un golpe (con el palo) o un pelotazo. Hay que andar, porque la mayor parte del sueldo de los profesores es variable”, explica Aguilar.

Medidas sanitarias en la Academia de Felipe Aguilar: alcohol gel para las manos y mascarillas para los alumnos.

Sobre la situación general del golf y la pandemia, el profesional es claro: “Aquí es muy difícil contagiarse, no es una realidad del golf, pero también el golf tiene que adaptarse a la realidad nacional, o mundial en este caso, y los socios tienen que cumplir estrictas normas. Nosotros nos estamos adaptando a lo que la ley nos exige como norma para los eventos deportivos, pero por otro lado también estamos tratando de que la gente, con muchas restricciones, vuelva a trabajar”.