Los hinchas ponen a sufrir a la Selección. A horas del partido en que la Selección enfrentará a Paraguay, todavía hay entradas disponibles para casi todos los sectores de aposentadurías del estadio Monumental, donde la escuadra de Eduardo Berizzo se medirá con la oncena que dirige Daniel Garnero. La vuelta de espaldas habría sido impensable en los tiempos gloriosos de la Roja, cuando los fanáticos prácticamente se devoraban los tickets, cualquiera fuera la modalidad de comercialización que se les planteara.
El ejercicio para advertir la indiferencia es simple. Basta registrarse en el sitio web de la ticketera que distribuye los boletos. Así se puede certificar que la única localidad agotada por los hinchas chilenos es Arica, la cabecera norte del recinto al que se podía acceder pagando $ 19.800. En esa lógica no entran, por cierto, los boletos para niños, fijados en $ 5.500 para la misma cabecera y los codos. La tribuna Magallanes fue reservada para el público visitante.
Un temor latente
El temor de que el Monumental no esté lleno para el choque ante la Albirroja está latente. Hasta ahora, de hecho, se han vendido apenas 20 mil de las 36 mil localidades que la ANFP puso a disposición de los aficionados de cara a un duelo trascendental para las aspiraciones del equipo nacional de perfilarse como candidato para participar en la Copa del Mundo de 2026, que organizarán conjuntamente México, Estados Unidos y Canadá.
En Peñalolén se esperanzan con una reacción explosiva de los hinchas. Eso sí, las expectativas comienzan a aterrizarse. De hecho, en la asociación dicen que quedarían felices si logran vender 32 mil boletos. El problema es que para llegar a esa cifra el camino aún parece largo.
Ni siquiera las promociones han alentado a los hinchas. En pleno partido con Perú, por ejemplo, la firma que le provee indumentaria a la Selección lanzó una tentadora oferta: por la compra de un artículo de la Selección, se podían llevar dos entradas para el choque ante los guaraníes. La difusión se realizó a través de promotores que llevaban gigantescos carteles en la espalda.
En los últimos días, de hecho, ha sido la propia ANFP la que ha intentando incentivar la concurrencia de un número mayor de fanáticos. Bajo el concepto, ‘La Roja se vive en familia”, se ofrece la posibilidad de que un menor de edad asista sin pago de por medio por la compra de un ticket en los sectores Cordillera y Océano. El primero cuesta $ 77 mil. El segundo, $ 148.500. Ambas son las ubicaciones más caras de las que están disponibles para la compra en la plataforma. El sector Rapa Nui, que por lo costoso también tenía baja demanda, se terminó asignando a invitados, generalmente vinculados a los sponsors de la Selección.
Las causas
El distanciamiento resulta evidente. Los fanáticos han rechazado por todos los canales posibles el alto valor de las localidades para el proceso eliminatorio, una determinación que la ANFP ha explicado, en su momento, por la obligación de utilizar el Monumental ante la imposibilidad de usar el Estadio Nacional y, luego, por la reducción de aforo a la que ha sido condenada, precisamente, por las infracciones que han cometido los que han asistido a los partidos de la Roja, al incurrir en cánticos discriminatorios. Ese concepto, de hecho, hay que añadírselo al ítem de los gastos, pues solo considerando el proceso previo a Qatar 2022 y el actual, la entidad que rige al fútbol chileno ha tenido que pagar más de $ 200 millones en multas.
La económica, de todas formas, no es la única explicación para entender la indiferencia. También hay que buscarla en el aspecto futbolístico. Ahí, de hecho, reside buena parte de las razones del divorcio entre los aficionados y la Roja. La primera es de largo aliento: Brasil 2014 fue el último Mundial al que la Selección pudo acceder. Los títulos de la Copa América de 2015 y de la Copa América Centenario del año siguiente elevaron el nivel de expectativas de los seguidores, quienes sufrieron el desencanto de perderse los mundiales siguientes: Rusia 2018 y Qatar 2022. Para colmo, los baluartes de la Generación Dorada entraron en la natural decadencia. Ante la Albirroja, de hecho, solo Gary Medel y Alexis Sánchez llevarán ese estandarte.
En principio, la llegada de Eduardo Berizzo a la banca supuso el reencantamiento con la identidad que la Roja había adquirido, principalmente, con Marcelo Bielsa y Jorge Sampaoli a cargo. Sin embargo, las diferencias futbolísticas no tardaron en advertirse. Al público no le gusta cómo juega la Selección y al técnico no le gusta que su permanencia sea puesta en entredicho. “Me indigno, pero no solo porque el resultado te interrumpa un proceso, sino por la liviandad en que todo el mundo puede hablar de tu trabajo”, sostiene, inicialmente. “Imagina si yo les digo a ustedes que pierdan su trabajo mañana porque se equivocaron, llegaron tarde, erraron en la nómina, dicen unos nombres y yo convoco a otros. ¿Por qué hablamos del trabajo de otro así?”, dijo, en la antesala del choque ante del equipo de Daniel Garnero.
El técnico es resistido. De hecho, durante los Juegos Panamericanos, en los que Chile obtuvo la medalla de plata, el piso que le había puesto la dirigencia, Berizzo tuvo que soportar el rechazo de los aficionados. El panorama, eso sí, fue cambiando a medida de que la ahora denominada Generación Diferente, en función de la esperanza de que ese contingente termine relevando al que va de salida, fue pasando etapas hasta llegar a la definición en la que se inclinó por penales ante Brasil. Para ese duelo, al menos, el Toto había dejado de ser hostigado. Habrá que ver si la tregua alcanza hasta el choque ante la Albirroja.