Las pifias para Pablo Guede fueron inmediatas. Apenas apareció por la manga del Monumental, los hinchas volvieron a hacerle saber que no lo quieren en la banca de Colo Colo. Una situación tensa que seguía con la tónica de la previa del partido en Pedreros, aunque Mosa haya intentado esconder la guerra interna que vive con su entrenador con una batucada para recibir a los hinchas. Al mismo tiempo de este show, a veinte minutos de que empezara el encuentro, la Garra Blanca se enfrentaba con los carabineros en el sector Arica, donde también colgaba un lienzo con el mensaje "ByN no puede contra todos nosotros". Esa frase era secundada por las típicas canciones en contra de la concesionaria.

Guede, de terno gris y con una botella de agua en la mano, como siempre, hizo caso omiso al disgusto de los hinchas albos mientras los reporteros gráficos se amontonaban para fotografiarlo en su caminata a la banca local. Y con el escándalo de la semana pasada aún en la cabeza, prefirió tener una actitud diametralmente opuesta durante todo el partido. No reclamó ni celebró nada. La amarilla a Araya, en el principio, no lo descolocó. Tampoco la apertura de la cuenta de Rivero ni la desafortunada jugada del empate hispano. Hincado desde la zona técnica, repartía instrucciones a ratos. Sólo se paró una vez, para mirar a la banca. Con el único que hablaba seguido era con Gustavo Grondona, su ayudante.

Para los tantos de Valdés y Opazo, mantuvo su actitud de indiferencia. De hecho, no miró a los jugadores celebrar. Sólo en el gol del Torta salió de su mundo interno, pero para darle un par de instrucciones a Jorge Valdivia. Pero en el tanto de Morales ya no se pudo contener del todo. Se paró, por segunda vez en el partido, y antes de volver a hincarse, empuñó su mano dos veces. Sintió que el triunfo estaba abrochado. Con esa tranquilidad, volvió a su actitud de inquebrantable seriedad. De hecho, ni el descuento de Jaime ni el quinto gol, de Valdés, le generaron reacción.

El resultado, de a poco, empezó a influenciar el estado de ánimo de Guede, para bien, pese a sus esfuerzos por no demostrar emoción alguna. Los errores de Barroso no lo desmotivaron, al contrario, los aplaude y motiva al Almirante para que se levante. También le dio ánimo a Nicolás Orellana cuando ingresó. A Ricardo Álvarez le dio instrucciones y unas palmadas en la espalda antes de que le entregara la papeleta al cuarto árbitro.

Dentro de esa alegría a medio ocultar, al sustituirlo por Michael Ríos, aplaudió y le dio la mano a Octavio Rivero, con quien parece haber dejado atrás las rencillas que se generaron por los deseos de partir que tenía el uruguayo.

Roberto Tobar pita el final. El trasandino se abraza con Grondona y el resto de sus colaboradores, empuña la mano y se va al camarín con la tranquilidad de haber retomado la punta. Aunque aún tiene la preocupación de la quebrada relación con Aníbal Mosa.

En uno de sus momentos más difícil en la banca alba, eso sí, logra su mejor triunfo: es primera vez, en sus 56 partidos dirigiendo al Cacique, que marca cinco goles.