Los inciertos 1.328 días que Deportes Concepción demoró en volver
Los lilas se abrazan. Casi tres años después de que el Consejo de Presidentes de la ANFP los desafiliara, se preparan para volver a golpear la puerta de entrada. En el intertanto, preparan la indispensable e ineludible transformación del club.
El 26 de abril de 2016 fue el día más triste de la historia lila. El Consejo de Presidentes de la ANFP resolvía la desafiliación de uno de los clubes más populares de la región del Biobío. En las afueras de la sede del fútbol chileno, en Quilín, un grupo de hinchas lloraba por la medida. Sebastián Moreno, entonces secretario de la entidad, hablaba de inviabilidad e insolvencia del club para justificar el dictamen. A 515 kilómetros de distancia, la desolación era total. La profunda pena se mezclaba con la rabia que se tradujo en protestas y marchas por la ciudad.
Comenzaba un largo e incierto camino. También la búsqueda de culpables. La concesionaria Fuerza, Garra y Corazón había sido la última en administrarlo. Y la que terminó poniéndole la lápida. Los nombres de Adolfo y Raúl Sabando, además de Pablo Tallarico y Nibaldo Jaque, quien después sería secretario general del directorio de Sergio Jadue en la ANFP, pasaron a ser considerados no gratos en la capital de la Octava Región. El tiempo y las auditorías a la gestión del calerano al mando del fútbol chileno demostrarían que muchos de los recursos que formaron parte de la deuda institucional que Concepción no pudo solventar jamás llegaron a sus arcas.
El renacimiento
Los 1.328 dias que Deportes Concepción demoró en volver al profesionalismo estuvieron marcados por la desilusión, la desesperanza y la incredulidad. También por el persistente esfuerzo de sus hinchas y socios por, literalmente, revivirlo después de un año de exilio y un camino de retorno que partió desde la Tercera B, el último eslabón. Asumieron el control y la administración. El liderazgo y la presidencia quedó en manos de Víctor Tornería, ex integrante de la barra Los Lilas. Muchos aportaron dinero, materiales de construcción y hasta mano de obra para volver a levantarlo y para edificar instalaciones que produjeran lo que más se necesitaba: dinero. Hubo técnicos, como Antonio Zaracho, que mantuvieron al equipo en actividad, aunque no hubiera competencia formal. Ayer, después del triunfo sobre Limache, angustioso como si se tratara de un resumen del período más oscuro de la historia del club, la vuelta al fútbol profesional estaba consumada. Al menos desde el punto de vista deportivo. Con otro técnico que había sido jugador del club y que ya había conseguido el primer ascenso, desde la Tercera B a la categoría que abandonaron ayer: Esteban González.
Cautela
Los lilas celebran, pero con cautela. Incluso antes de la definición que disputaron ante 28 mil espectadores controlados habían tomado una precaución: solicitar el cuaderno de cargos de la Tercera División, en caso de no volver a ser aceptados por la ANFP. Paralelamente, también trabajaban en el de la última categoría profesional y en el principal requisito que deberán cumplir para ingresar a ella: la obtención de la licencia de clubes. El otro, probablemente, sea el más doloroso, pero resulta obligatorio: la transformación, otra vez, en Sociedad Anónima Deportiva Profesional.
Tornería, el presidente de los penquistas, reconoce que la relación con la ANFP ha mejorado. "Hay línea directa con ellos. Hemos recurrido para cobrar derechos solidarios en transferencias de jugadores como Ronnie Fernández y nos invitaron a la Copa Chile. Entendemos que hay que generar lazos, también, con los clubes de la zona. No nos podemos quedar en el revanchismo", dice. La alusión remonta, otra vez, a ese fatídico consejo de 2016: Huachipato y Universidad de Concepción votaron en favor de la desafiliación.
Los lilas no quieren dejar materias descuidadas. Parte de la recaudación que se obtuvo ayer, producto de la asistencia de casi 30 mil fanáticos al duelo ante Limache, será reservada para el pago de la cuota de incorporación a la Segunda División, que se estima en $ 35 millones de pesos. A ese costo hay que agregar una boleta de garantía por otro $ 30 millones, equivalentes a tres meses de sueldos. También se espera realizar una auditoría forense a las finanzas del club en la época de la concesión, para determinar donde fueron a parar los dineros que se perdieron y, fundamentalmente, precisar el monto de la deuda que deberán seguir pagando. Se estima en $ 500 millones.
Transformación
La dirigencia penquista es optimista. "Tendrían que aceptarnos. Tenemos un registro nuevo y nos deberían recibir en esa condición, como un club nuevo. En este tiempo, la ANFP ha estado muy pendiente de lo que hemos sido capaces de generar. El problema es, quizás, que llegamos mucho más rápido que lo esperable. Y, en estos tres años y ocho meses, siguen los juicios", explica el mandamás del club.
En ese contexto, el trabajo no se detiene. El viernes, cuando tres puntos los separaban de la gloria, Tornería ya vislumbraba un cronograma agitado para los días que vendrían. "Si le ganamos a Limache, la próxima semana vamos a estar de cabeza en la ANFP, averiguando cada una de las cosas que tengamos que cumplir. Y vamos a partir la conformación de la sociedad anónima deportiva profesional, porque es lo que se exige", decía, incluso sin dimensionar el carnaval que se desataría en la cancha del Municipal penquista y, seguido, en las calles y en la Plaza de la Independencia, el centro neurálgico de la ciudad.
La principal precaución será mantener el alto nivel de participación de los hinchas. Uno de los modelos que más cobra adhesión es la de cooperativas que permitan que los distintos colectivos que rodean al club puedan participar de la propiedad. El ingreso de capitalistas recién se intensificará en caso de un eventual ascenso a Primera B.
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