En el fútbol profesional se estila que los dominadores son los dirigentes y los jugadores los dominados. Entre los clubes se dan los mismos patrones. Y en la Federación, es la misma cosa.

Comienza el torneo y los supuestamente dominadores deberían ser los equipos llamados grandes como Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica. Por lo tanto deberían ganar por paliza a los llamados chicos. Las abultadas tesorerías son el elemento diferenciador.

Por linaje deberían ser los patrones de fundo. Por calidad individual deberían ser los patriarcas. Por valorización deberían los ricos. Por historia deberían ser los acumuladores de estrellas. Por las encuestas son carrera corrida. Como dice el tango "cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón".

Pero la feroz realidad les abofetea en pleno rostro. La brecha cada vez es más corta. Las igualdades se perciben. Las utopías son alcanzables. El apetito por un trofeo muestra los mismos colmillos.

Y aquí juegan también los indignados. ¿Por qué no? "A peores condiciones, mayores serán nuestras necesidades". Dicen en voz alta pero firme.

¿Qué pasa con los grandes que no triunfan con holgura? ¿Si tienen los jugadores mejor rentados? ¿Las mejores condiciones para realizar su trabajo? ¿Los mejores -supuestamente- entrenadores del mercado? Los potentados están inquietos. La brújula se ha empañado. Ni el apoyo de la masa les permite vivir con sosiego.

Colo Colo, Universidad de Chile, Unión Española y Everton luchan por el título. Albos y azules sufren lo indecible por lograr otra estrella. Rojos y ruleteros sueñan por reeditarlo.

¿Cuáles son las razones? Muy simple, entre otras la táctica superó a la técnica. A falta de cracks tienen peones que forman equipo. Por lo tanto, el conocimiento táctico que es la inteligencia del juego lo han usado para mejorar y superar las debilidades.

Santiago Wanderers y su Copa Chile, Audax, Temuco y Antofagasta han sido huesos duros de roer.

Cualquier semejanza con el paisaje político es mera coincidencia.