Con apenas 17 años, Nicolás Pino no parece representar la edad que realmente tiene. “El vivir solo en Europa desde los 12 años te hace desarrollar antes algunas habilidades”, dice. El piloto de automovilismo no solo habla como deportista, sino que como emprendedor e innovador. De paso por Chile, antes de enfrentar la recta final del European Le Mans Series, donde está luchando por el título, cuenta a La Tercera cuáles son sus planes.
Una de las primeras cosas que llama la atención en el subterráneo de la casa de su padre es la presencia de un moderno simulador, que ha sido una herramienta valiosísima en su preparación: “Llegó justo el día en que cerraron todo por la pandemia. Muchos campeonatos pararon y había que hacer algo. Así que sirvió para entrar en ritmo, y los equipos comenzaron a desarrollar simuladores para que los pilotos entrenaran de manera profesional en casa. No al estándar que tienen ellos allá, pero tratando de acercarlo lo más posible a la realidad”.
Este tipo de entrenamiento cobra vital importancia para Pino. “El 90 por ciento se hace afuera de la pista: la planificación, la estrategia, el reconocimiento y el entrenamiento. Entonces, esto nos ayuda mucho para entender lo que nos vamos a encontrar en la pista. Estamos dos, tres horas”, afirma. “Me sirve mucho cuando estoy acá, porque como no hay una cultura deportiva automovilística en Chile, no hay mucho donde entrenar”, lamenta.
En este sentido, la crítica del joven piloto apunta al sistema. “Chile ha tenido grandes pilotos como Eliseo Salazar o Pablo Donoso, pero no hay una cultura en Chile. No se impulsa el deporte y hay pocos circuitos. Además, este es un deporte caro y no se da tanto a conocer, a pesar de que hay muchos fanáticos. Todo se hace por hobby”, plantea.
Los inicios
A los ocho años, Pino comenzó a competir, y a los 13 empezó a hacerlo bajo una estructura de equipo más organizada. Al respecto, cuenta una anécdota: “Tenía que ir a un Mundial de Karting en Suecia y, justo el día que debía viajar a Europa, tuve un choque fuerte y me fracturé la clavícula, costilla y mano. Todo bien roto (muestra las cicatrices en los dedos). Me dijeron: ‘Nico, estás fracturado’. Yo estaba en shock y empecé a aplaudir para demostrar que no estaba fracturado. Ahí mi papá se dio cuenta de que me gustaba de verdad esto. A las tres semanas me recuperé, con un tratamiento que debería haber tomado siete semanas, y justo fui al Mundial”.
Otra de las dificultades que enfrentó fue la falta de recursos. “El gran factor en el deporte es el económico. No hay ninguna familia promedio que pueda solventar el gasto de un deportista de élite. Solo la formación física de un deportista de alto rendimiento es carísima”, reflexiona. Y agrega: “El estallido social y la pandemia nos pegaron muy fuerte y tuve que dejar de correr unos meses, pero hoy me apoyan varias marcas. De hecho, para solucionar este problema, estamos desarrollando un proyecto llamado Csport, que tiene como foco brindarles acceso financiero a los deportistas, conectándolos con fanáticos del deporte e inversionistas, a cambio de un equity. Es decir, convertir a los deportistas en una startup o una empresa”.
Paradoja insólita
Como todo ha sido tan precoz en su vida, tuvo que dejar el colegio. “Empecé a hacer exámenes libres. Google y Youtube fueron los mejores profesores. Hoy, educarse es mucho más fácil con la tecnología y cualquier persona puede hacerlo”, plantea.
Pino, un fanático de Lewis Hamilton y George Russell, por su forma de conducción, debe enfrentarse a la realidad de no tener licencia de conducir. “Es un megatema que les ha pasado a todos los deportistas. Yo ni siquiera he sacado licencia para 17 años. El año pasado fui a Spa Francorchamps, a una carrera. Llegué en tren a una ciudad que estaba a una hora, porque no había tren para donde yo iba, así que me tuve que ir en transporte público y después en la calle se me cruzó un jabalí”, recuerda.
Confiesa que no se complica mayormente con los hoteles. “Casi ningún circuito tiene hoteles, y yo mismo tengo que verlo. Y, sinceramente, soy bien cagado conmigo mismo. Cuando estoy solo en Madrid, busco lo más barato y cercano al circuito. Para mí, el hotel es para ir a dormir, nomás. No quiero un hotel cinco estrellas. Además, cocino de todo”, comenta.
También habla con mucho afecto de su hermano menor, Martín, de 15 años: “El Titín tiene un enfermedad genética y eso me ha conectado mucho con los niños, la Teletón y la integración. Él es muy sencillo, le gusta la Coca Cola, quiere que haya internet en la casa y que todos estén bien. Disfrutas mucho, porque él va a su ritmo y ve todo más simple”.
Sobre sus objetivos más inmediatos, Pino espera quedarse con el título en la European Le Mans series. “Estamos a 12 puntos y quedan tres carreras. Si seguimos con la misma mentalidad. podemos ganar”, se ilusiona.
Si bien hoy se enfoca en las pruebas de resistencia, también ha participado en la Fórmula 3 europea y la meta es llegar al primer mundo: “En cinco años más, me imagino en las ligas top del automovilismo, en la Fórmula 1 o en las carreras de Endurance. En alguna de las dos me veo compitiendo al más alto nivel. Mi sueño es ganar y ser el mejor”.
Fuera de la pista tiene otro sueño. “Quiero aprender a tocar piano, porque es distinto y nadie toca, y cuando tenga tiempo y plata me gustaría aprender a andar en avión y en helicóptero”, se desafía.