La Bombonera, el mítico estadio de Boca Juniors, ese mismo que dicen que se mueve cuando está repleto, fue el escenario de una final. Así de brutal. Así de decisivo. Argentina y Perú se enfrentaron en el partido que todos querían ver, tanto por la necesidad albiceleste como por la ilusión incaica de volver a un Mundial después de su expedición en España 1982.
Fue un empate sin goles que deja en una complicada posición a los argentinos, que no pudieron con los nervios y con su incapacidad para anotar.
El ambiente era digno de un partido clave, el cual tuvo una previa muy intensa, con el cambio de estadio (del Monumental a La Boca) y la presencia del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, en el país por la candidatura del Mundial 2030. Sospechoso, desde la vereda peruana.
Fuegos artificiales y el recinto vestido de celeste y blanco recibieron a una selección local con algunas caras nuevas. Para un juego vital, Sampaoli le entregó la responsabilidad de los goles a un jugador del torneo doméstico: Darío Benedetto. El artillero de Boca dejó en la banca a Mauro Icardi. Además, otra sorpresa fue la inclusión de Alejandro Gómez, la figura del Atalanta. Por el otro lado, Ricardo Gareca puso desde el arranque al joven Sergio Peña, volante de 22 años y sobrino de Paolo Guerrero, para armar el fútbol.
Argentina comenzó el compromiso inclinando la cancha. Controlaron el trámite lateralizando mucho, con Di María con el perfil cambiado (por la derecha) y las pasadas de los laterales (Mercado y el improvisado Marcos Acuña). De todas formas, más allá de las modificaciones, el eje sigue siendo Messi. Perú entró con el afán de cerrarle los espacios al local. Se metió muy atrás, arriesgando quedar en desventaja pronto. Agrupando mucha gente en defensa y en el medio, Paolo Guerrero era la solitaria referencia ofensiva.
El 10 del Barcelona, quien jugó al medio, estuvo a punto de abrir el marcador, mediante una jugada preparada en un tiro de esquina, pero su remate dio en un defensor, cuando Gallese estaba derrotado (13'). Los argentinos movían el balón de un lado a otro pero no entraban en el área. Y con el paso de los minutos, ese vértigo que trataron de proponer se fue diluyendo.
De todas formas, el equipo del casildense fue más. Mereció una mejor suerte. A la Albiceleste le cuesta un montón convertir. Es cosa de revisar la tabla de posiciones para darse cuenta que los transandinos entraron a la cancha como la segunda selección con menos goles en las clasificatorias (16). Para un cuadro que tiene ese nivel de delanteros, codeándose en la elite del fútbol mundial, es algo inentendible.
Si no era la impericia, era el golero rival. El meta peruano Pedro Gallese fue una de las figuras del compromiso, evitando la caída de su valla varias veces, particularmente en el segundo tiempo. Lucas Biglia, Papu Gómez y Benedetto sufrieron con la actuación del portero. Argentina jugaba contra el duro Perú de Gareca, contra su propia ansiedad y contra el tiempo. Y para sufrir aún más, el ícono de la frustración fue Fernando Gago. El volante xeneize ingresó en el complemento, por Banega, pero duró cinco minutos en la cancha porque se lesionó. La imagen del jugador con su rostro desencajado marcó la segunda parte.
Un lamento argentino. Están obligados a ganar en la altura de Quito para mantener el sueño mundialista, aunque todo está cuesta arriba para Sampaoli. Con los resultados de la jornada, quedaron fuera de la zona de repechaje. Mientras tanto, los peruanos deben recibir a Colombia en Lima, un partido que tendrá estadio lleno. La presión se comió a Argentina. Ni siquiera basta con Messi.