El Mundial que se termina en Francia ofreció una visibilidad inédita en el fútbol femenino, entre audiencias récord de televisión, estadios llenos (salvo en Niza y Montpellier) y espectáculo en la cancha, pese a la temprana eliminación del país sede. La octava edición de la Copa del Mundo, además, se desarrolló en medio del impacto global de las reivindicaciones de género, razón la cual fue llamado el Mundial #Metoo.
Pero en los aspectos estrictamente cuantificables, hay mucho qué decir. Así, los ratings han sobrepasado las expectativas. La FIFA habla de más de mil millones de telespectadores en el conjunto de todas las plataformas (televisión y redes sociales), el doble de los resultados obtenidos en Canadá 2015.
En muchos países se han batido los récords una y otra vez. En Inglaterra, 11,7 millones de espectadores conectaron con la BBC para ver la semifinal contra Estados Unidos, en el espacio de televisión más visto este año en el país. Incluso, destronó a la final inglesa de la Champions League, entre el Tottenham y Liverpool, que reunión a 11,3 millones de espectadores, en la transmisión de la Cadena BT Sport.
En Francia, el duelo de octavos de final contra Brasil reunió a casi 12 millones de personas en las cadenas TF1 y Canal+ (59 millones de espectadores lo siguieron en 21 países). Tan fuerte fue la repercusión, que la primera cadena ajustó al alza sus tarifas publicitarias a lo largo del torneo gracias a este inédito entusiasmo.
Adicionalmente, ya hay cambios a futuro, como que la empresa de productos químicos Arkema le pondrá su nombre a la primera división femenina francesa a partir del próximo año a razón de un millón de euros por temporada.
Y en Estados Unidos, la televisión ESPN acaba de firmar un nuevo contrato con el campeonato femenino local para retransmitir 14 partidos en las próximas semanas y meses, incluidas las semifinales y la final de octubre.
Los estadios, en tanto, alcanzaron una media de afluencia del 74% en las nueve ciudades sede. En los partidos de la selección francesa, así como en las semifinales y en la final de Lyon, se colgó el cartel de no hay boletos. En total, asistieron 1.131.312 espectadores, con un promedio de 21.756 por partido, menor al récord establecido en Canadá 2015 (1.353.506, con 26.029 de promedio).
Además de los mayoritarios aficionados galos (un 75% del público), acudieron a la Copa del Mundo muchos estadounidenses (15%, unos 156.191 boletos). En Lyon, con 20 mil aficionados de Estados Unidos, se oyó hablar inglés en cada calle, con una gran repercusión en el turismo y los comercios.
Miles de holandeses vestidos de naranja ocuparon el centro de Valenciennes antes de un partido de la fase de grupos y de los cuartos de final entre Holanda e Italia.
En el césped también ha habido mucho espectáculo. El promedio de goles por partido ha ascendido a 2,82, con apenas dos partidos terminaron sin goles: Argentina vs. Japón y China vs. España. Cuenta para abultar el registro, el impresionante marcador récord 13-0 que Estados Unidos le endosó a Tailandia, un resultado que pone sobre la mesa el riesgo de un fútbol femenino a dos velocidades entre los grandes países y el resto.
"No hay que centrarse en un solo partido, sino ver el conjunto de los partidos, muy disputados y competitivos", opina la exjugadora y entrenadora estadounidense April Heinrichs, miembro del panel técnico de la FIFA, a cargo del análisis del torneo.
Contra Francia o Inglaterra, "hemos visto por primera vez a la selección de Estados Unidos querer mantener el resultado, eso es nuevo en el fútbol femenino. Eso demuestra que hoy los equipos que rivalizan les dan miedo", destacó Elisabeth Loisel, exseleccionadora gala.