El proceso de Gustavo Poyet en Universidad Católica parece haber terminado. Pese a que el tricampeón del fútbol chileno aún está en los puestos de avanzada del Torneo Nacional, el mal funcionamiento del equipo y la pésima campaña como visitante hacen que la opción de un histórico tetracampeonato se vea más lejana que nunca.
La goleada de Palestino a la UC por 3-0 en La Cisterna colmó la paciencia de todos. Fue el ejemplo perfecto de la impotencia del plantel —Diego Valencia y Clemente Montes fueron expulsados por manos dentro del área—, que nunca se sintió cómodo con el cuerpo técnico del uruguayo. La obtención de la Supercopa ante Colo Colo vaticinaba un buen año: Poyet se reía con los jugadores, se mostraba atento con los medios de comunicación, incluso se declaraba sorprendido por la cantidad de reclamos durante los partidos. “Reclaman por todo acá, es impresionante”, se le escuchó en aquella final.
Parecía que el uruguayo, de basta trayectoria en Europa tanto como jugador y técnico, venía a revolucionar al fútbol chileno. Al menos eso era lo que parecía vender y que José María Buljubasich y Juan Tagle compraron durante la pretemporada. Sin embargo, la magia de la súper contratación se esfumó y solo quedó a la vista la más cruda realidad: Poyet nunca entendió lo que necesitaba Universidad Católica. Simplemente no lo entendió.
Acostumbrado a dirigir equipos de medianía de tabla, uno de los mayores pecados del charrúa fue emplear un estilo mezquino cuando la UC venía de avasallar a sus rivales durante dos años seguidos. La involución futbolística del tricampeón fue notable desde el primer partido del campeonato. Pragmático a más no poder, la filosofía de Poyet le daba prioridad a mantener el arco en cero que a convertir goles, lo que terminó hartando a los jugadores, especialmente a Fernando Zampedri, quien jamás escondió su malestar con la forma de jugar. La UC jamás se plantó como un equipo campeón.
En seis meses fue incapaz darle un funcionamiento claro al equipo. La forma de jugar de los equipos de Beñat San José, Gustavo Quinteros y Ariel Holan es recordada por hinchas y expertos, más allá de gustos personales. No obstante, al día de hoy nadie sabe a qué juega la UC de Poyet.
Esta incapacidad afectó en los rendimientos individuales de varios jugadores cruzados, quienes en temporadas anteriores se habían graduado como los mejores del Torneo Nacional. Ignacio Saavedra, Raimundo Rebolledo, José Pedro Fuenzalida, Edson Puch y Fernando Zampedri; todos actualmente varios escalones más abajo que el año pasado.
Las críticas aparecieron de inmediato y Poyet no ayudó a aplacarlas. Por el contrario, las alimentó con sus comportamientos dentro y fuera de la cancha. Se olvidó de sus palabras en la Supercopa y no hubo partido en cual no reclamara airadamente un cobro arbitral. Diego Poyet, su hijo y ayudante, contribuyó con sus expulsiones a que la mala imagen sobre el cuerpo técnico cruzado aumentara al punto de no retorno.
La campaña como visitante fue otro de sus grandes pecados. Siete derrotas en nueve partidos sencillamente es inaceptable para cualquier equipo que busque ser campeón. Apenas pudo ganarle a Santiago Wanderers y Ñublense fuera de San Carlos de Apoquindo.
Todo lo anterior conspira para que la dirigencia cruzada se platee despedirlo pese a que en incontables ocasiones han declarado que el proyecto del club universitario está por sobre los resultados. “El apoyo está siempre al técnico. En Católica, a todos los técnicos que en los últimos años fueron campeones, en alguna etapa hubo hinchas que pidieron su salida. De Ariel (Holan), lo recuerdo claramente; de Beñat (San José); con Gustavo (Quinteros) el torneo no alcanzó a jugarse completo, pero también hubo partidos malos... Nuestra manera de trabajar es no estar discutiendo la continuidad del técnico por uno o dos partidos, o porque los hinchas tengan alguna opinión, la que respetamos”, señaló Tagle el 10 de agosto.
Más allá de los errores de Poyet, no toda la responsabilidad fue suya. La dirigencia cruzada comparte gran culpa no solo por haberlo traído, sino por su desidia en la construcción del plantel. El uruguayo no pudo realizar pretemporada ni tampoco contó con refuerzos de renombre, sobre todo en el ámbito ofensivo. Se incorporó a Felipe Gutiérrez, pero su recuperación tardó meses.
Tanto Buljubasich como Tagle pecaron al no reemplazar debidamente a César Pinares, el jugador más desequilibrante que ha tenido la UC en años. Le extendieron el contrato a futbolistas sin el nivel adecuado y no reforzaron la banda izquierda, sector clave que lleva mucho tiempo siendo el talón de Aquiles del tricampeón.
El proceso de Poyet va viendo su fin con números paupérrimos. Acumuló un 47% de rendimiento, con 13 triunfos, cinco empates y 13 derrotas en 31 partidos.