Los reproches del Campanil
U. de Concepción perdió la categoría en su partido más bajo de la temporada. Iniciaron la semana con ilusión, pero terminaron llenos de estrés, con amargura, amenazas y en Primera B.
Llegaron primero a Talca, y felices, pero se devolvieron a Concepción con una amargura única. El plantel del Campanil viajó con mucha confianza al Maule, la que con el paso de las horas se fue apagando. Entre el contingente policial que rodeaba la concentración, la llegada de Colo Colo a la ciudad y a medida que se acercaba el partido, la motivación se comenzó a transformar en una presión silenciosa. Para botar tensión, por lo mismo, minutos antes de salir rumbo al estadio a jugar el decisivo partido, el plantel del Campanil saltó y cantó en plena recepción del hotel Diego de Almagro: “Vamos U. de Conce, que esta tarde, tenemos que ganar”, fue el clásico cántico que varios grabaron con sus teléfonos.
Conscientes de las falencias futbolísticas de su rival, pensando que llegarían desgastados anímica y físicamente, UdeC se sorprendió totalmente con el arranque albo en Talca. “En los primeros minutos la presión de Colo Colo nos puso en problemas”, reconoció el entrenador Hugo Balladares. Aquello es simple de explicar: el Campanil basa su juego por las bandas y por algo Leandro Díaz con Simón Ramírez fueron dos de las figuras del equipo en el torneo. Pero, con Solari inspirado por una orilla y sin Simón en la otra -reemplazado por Abarca- UdeC lo pasó mal. “Lo que mejor hacemos es salir limpio desde el fondo y es un reproche que nos haremos en el análisis”, agregó el DT de los penquistas.
Con el tanto de Solari, el Campanil se desmoronó. Y la estadística avalaba ese decaimiento: en todo el campeonato, cada vez que U. de Concepción recibió el primer gol, nunca ganó. O perdió o empató, pero nunca pudo dar vuelta un partido. La “bestia amarilla” sufría y no podía jugar como lo había planificado. No hubo puntos altos. Waterman aislado, Carvallo no apareció y la defensa sólo reventaba la pelota. Si desde afuera había altas expectativas en torno a que los universitarios pudiesen dar un golpe histórico y provocar el descenso de Colo Colo, en el propio plantel también lo sentían así. No lo exteriorizaron y juramentaron enfocarse sólo en ellos para no desviar el objetivo, pero Colo Colo desnudó todas sus falencias. Desde la banca tampoco había muchas alternativas. El Campanil tuvo partidos pésimos en el torneo, como el 0-2 con Wanderers, el 0-4 con Iquique o el 0-2 con La Serena, pero ninguno tan bajo como el del miércoles en Talca.
El DT no reprochó a sus jugadores, así como nadie lo cuestionó a él. Balladares levantó a un camarín herido y con un pie en Primera B a fines de diciembre, le devolvió la confianza al plantel, agregó matices a la idea de juego y les propuso como objetivo llegar a esa final del miércoles. Por eso el domingo en la tarde en el Campanil había tanta felicidad, porque cumplieron la primera meta, no así la segunda: salvarse. Tenían fe de que en 90 minutos podía pasar cualquier cosa, aunque el deseo real nunca era enfrentar a Colo Colo. El descenso universitario pasó por otros temas. El plantel más millonario en la historia del club terminó colista en 2019, un año donde el objetivo era clasificar a octavos de final de Copa Libertadores. Aquel 60% en la ponderada que los arrastró era difícil de revertir y la presión sicológica de convivir con amenazas mediante redes sociales en los últimos días, originó que el escenario superara al Campanil. No hubo final feliz para los penquistas y por segunda vez en la historia, tras el descenso de 2012, jugarán en Primera B.
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