Desde los Juegos Olímpicos de México 1968, los atletas de Kenia han dominado las pruebas atléticas de media y larga distancia. Desde ese evento, los deportistas de ese país de África Oriental han sumado 35 medallas de oro en esas pruebas, así como también los de Etiopía y Uganda. Sin ir tan lejos, en el último maratón de Santiago, los kenianos lograron los tres primeros puestos en la categoría varones.
¿Qué hace tan buenos a los deportistas de ese país en ese tipo de disciplinas? La Tercera consultó a un fisioterapeuta radicado en esa nación que trabaja en NN Running, el team más exitoso hoy en día, además de un experto en la materia, quienes analizaron esta tendencia. Variables genéticas, geográficas, culturales y científicas confluyen en el éxito de los kenianos.
“No es factor único lo que les hace tan buenos, sino que la suma de muchas variables. Algunos más importantes y otros menos, pero la suma de todos ellos hacen una mezcla perfecta”, dice Marc Roig, atleta catalán radicado hace más de diez años en ese país africano.
Misma procedencia
El Valle de Rift es una extensión de 4.800 kilómetros que cruza gran parte del Este de África, y también los territorios de Etiopía y Kenia. Un accidente geográfico que en varias partes de su extensión está a más de 2 mil metros de altitud. Escenario perfecto para el desarrollo y formación de futuros campeones.
“Acá las personas nacen y vienen de generaciones de población de altura. Justo en el límite del máximo beneficio con el mínimo detrimento. Porque estamos sobre los 2 mil metros. A partir de los tres mil, la actividad deportivo se hace bastante complicada. Mejoras en un lado, pero pierdes en otro”, dice Roig.
Una opinión que secunda el keniano Steve Mwangi Kamau, coach de Chilekenya Running Team e instructor de muchos fondistas y maratonistas chilenos.
“Si alguien nació a más de 2 mil metros de altura, le da un plus muy fuerte. Porque aumenta su capacidad aeróbica de manera prolongada. A más altura, menos oxigeno. Es decir, que los pulmones deben abrirse más. Cuando abandonas las alturas, el cuerpo rinde más con menos esfuerzo”, dice el especialista en 800 y 1.500 metros.
A su vez, Roig agrega que “al entrenar en altura, la presión parcial de oxigeno es menor, entonces cuando uno respira el oxigeno que llega a los músculos es menor que cuando está al nivel del mar. Una reacción que tiene el cuerpo de manera primaria es que el corazón late más veces. Si me llega menos oxigeno tengo más latidos por minuto para llevar más oxigeno a los músculos. Por ejemplo, si estás en Santiago y subes a Los Andes lo primero que notarás es taquicardia, que tu pulso aumenta. Si te quedas ahí varios días el cuerpo empieza a procesar la información para no mantener esa taquicardia de manera indefinida. Lo que hace es generar más glóbulos rojos, con el mismo oxigeno puedo transportar más”.
Asimismo, el hecho de vivir en una zona intertropical implica un clima más tórrido con períodos largos de buen tiempo. Una escasa diferencia entre las mayores y menores temperaturas diarias, entre 2 y 5 grados, para la práctica del atletismo gran parte del año.
“Vivimos cerca de la línea del Ecuador y puedes entrenar todo el año. Por ejemplo, ustedes en Chile tienen altiplano, pero se puede entrenar en verano, en invierno ya no”, explica el catalán avecindado en Rift.
Factores genéticos
En 2012, el International Journal of Sports Physiology and Performance publicó un completo informe de dos conocidos investigadores: Randy Wilber de USOC’s Athlete Perfomance Lab y Yannis Pitsiladis de la Universidad de Glasgow, donde se establecían las variables de los atletas kenianos. Una de las primeras condiciones que explican ese éxito es la composición física de los deportistas de ese país. Y aunque la población la conforman 42 tribus, hay una que aporta la mayoría de los campeones mundiales y olímpicos.
“Genéticamente, la gente que vive allá es muy delgada. En Kenia hay tribus que tienen un porcentaje alto de atletas, como kalenjin, que aportan cerca del 90% de los deportistas. Viven en lugares de subidas y bajadas, lo que le permite mayor ejercicio”, dice Mwangi.
En la misma línea, Roig confirma que “Kenia tiene 42 tribus diferentes y entre ellas solo una es la que destaca en esto de correr, que son los kalenjin. Tienen una figura muy longilínea. Son bastante delgados, relativamente altos y lo que los hace más económicos a la hora de correr es que tienen proporcionalmente las piernas más largas que el tronco. Es decir, tienen caderas muy altas y eso, por física pura y por como funcionan las palancas, permite zancadas largas y económicas”.
Y así también lo compara de la siguiente manera: “Lionel Messi es completamente al revés, tiene las piernas cortas, eso en el fútbol es una ventaja, porque tiene un centro de gravedad muy pequeño y es más explosivo. Tiene un sprint de 30 metros muy bueno, pero no sería un buen maratonista. El somatotipo de los sudamericanos es muy diferente al del keniano kalenjín. Incluso es más tronco de piernas”.
Otro de los puntos que recoge el estudio es la densidad ósea, aunque el catalán opina que “es fácil pensar que sea alta por la dieta y la actividad física, mantenida desde la infancia y adolescencia, fortalece los huesos”.
Tradición y necesidad
Al margen de las consideraciones territoriales y de la morfología, existe un componente cultural. La necesidad de trasladarse por grandes distancias, desde muy pequeños, hace que el correr sea un tema cultural.
“Los chicos tienen que caminar mucho para llegar a la escuela o también corriendo. Entonces, ese chico de cinco años, sin saberlo, se va transformando en un atleta”, reconoce el coach de Chilekenya Running Team.
Es más, la tradición de correr se transmite de generación en generación. No es algo que se haga como una actividad física de disciplina cotidiana, sino como una tradición.
“La mayoría de la población se desplaza por largas distancias caminando. No hay vida sedentaria. No hacen running por moda como en Europa o en América. En las zonas del valle del Rift la vida es activa. Se intenta sacarle el mayor partido a esos típicos de tierra rojiza que caracteriza el valle cerca de la capital de la zona, Eldoret”, dice el catalán.
Incluso, aclara que “hay muchos clubes donde se práctica el atletismo en esta zona, fuera de los núcleos urbanos más densos. En casi cualquier rincón, a primera hora de la mañana, hay gente corriendo. Lo consideran su trabajo y su forma cercana de ganar dinero”.
Salir de la pobreza
Así como en Sudamérica los niños quieren jugar fútbol para ser famosos y, muchas veces, salir de la pobreza, en Kenia todos quieren ser atletas y trascender de su país. Así lo reconoce Roig, quien asegura que la forma más rápida de ser reconocido en esa latitud africana es ser un deportista destacado.
“El factor económico influye. Hay pocos deportes con una barrera de entrada tan pequeña, donde el talento y la dedicación es lo principal. La mayoría de los niños comienzan corriendo descalzos. Ni siquiera las zapatillas hacen falta. Entre buscar oro y ser atletas, son muy pocas las diferencias. Necesitas poco y el premio es muy grande. Dedicarle muchas horas o años a intentarlo es tentador”, afirma el fisioterapeuta de NN Running, el team que aglutina atletas como Eliud Kipchoge, Letesenbet Gidey y Joshua Geptegei.
En la misma línea, agrega que “todo el mundo tiene un vecino, un primo o un tío que empezó a correr; que ganó unas cuantas carreras y tiene una granja con bastantes cabezas de animales... Es el rico de la familia gracias al atletismo. Es muy piramidal. Hay una base generosa en la que se gana mejor que un sueldo normal en Kenia”.
Pero al contrario de lo que se pudiera pensar, no existen planes gubernamentales que aprovechen ese talento, tal como describe Mwangi: “No hay políticas ni aportes. Te llevan a mundiales o Juegos Olímpicos y después, chao. Nadie sabrá de ti, lo que haces o comes. Por eso muchos de mis compatriotas compiten por otros países”.
Una dieta especial
En un entorno humilde, es difícil seguir una alimentación balanceada para competir en la élite del atletismo. Pese a ello, el consumo de altas cargas de carbohidratos permite que se beneficien estas disciplinas.
“Acá hay poco alimento procesado. Tienen una dieta altísima en hidratos de carbono. La pirámide tradicional dice que se deben consumir al menos en un 60%, acá fácilmente se puede llegar al 80% o más. Se come mucho maíz en forma de puré, tipo polenta, que aquí le llaman ugali, el plato tradicional de Kenia. Esto se come a diario y la variación está en el acompañamiento que suelen ser verduras de temporada. Mucha hoja verde, tipo espinacas. La proteína se consigue de los frijoles. Menos carne, poco huevo y nada de pescado. Mucha leche y azucar en las zonas altas donde viven los atletas”, explica Roig.