“Dele nomás, si estoy así, aquí”. Luis Núñez (42) se toma con humor la petición del fotógrafo de La Tercera de posar detrás de una reja para una de las tantas imágenes que se le tomarán para ilustrar esta entrevista. Han pasado dos meses desde que el 6º Juzgado Oral en lo Penal de Santiago lo condenara a 10 años y un día de presidio por homicidio simple en la muerte de Juan Pinto, ocurrida en 2018. Y un poco más desde la audiencia de lectura de veredicto, en la que, a los gritos, emplazó al otro condenado, Andrés Vergara, a contar una verdad que, según su versión, lo exculparía. Lucho Pato luce algo más repuesto en lo anímico. Varias veces, sonríe. Está en buena forma física. Ha vuelto, de a poco, a jugar fútbol. En esos ratos, y en el balón, encuentra la paz y revive sus mejores días.

De lo que nunca se ha apartado es de la convicción que hoy lo mantiene aferrado al recurso de nulidad del juicio que lo sentenció a un largo período tras las rejas. Otro más. “Hasta hoy, no hay un argumento concreto que pueda demostrar que soy culpable de lo que se me acusa. Todas las cosas dentro de la investigación, el juicio, están viciadas, todo mal hecho. No hay una prueba científica, ni material. Las personas que me vienen apuntando, que dicen que me vieron disparar... es todo mentira. Sé que, dos o tres días antes del juicio, el fiscal se juntó con la persona que viene acusándome para explicarle qué tenía que declarar y qué no, diciéndole que no diera ese tipo de detalles, que se habían juntado para poder condenarme. En la audiencia dijo que me había visto sin arma, sin pistola y el fiscal insistió en una lógica que dio, supuestamente, la persona, que es la mujer del fallecido, diciendo que sí me había visto con pistola, pero que no estaba claro. Hay muchos detalles dentro del juicio. El juicio fue público. Se pueden ver cosas claras que, dentro de todo, demuestran mi inocencia”, remarca en la entrevista que concede en una sala del Complejo Penitenciario de Rancagua. En el camino, recibe la gratitud de varios reos y de los gendarmes que lo vieron pasar. En el penal, todos saben quién fue y quién es Lucho Pato.

¿Usted estuvo ahí el día en que murió Juan Pinto?

Sí, estuve. Yo nunca negué esa participación en el lugar de los hechos. Al contrario, Andrés en su primera declaración dijo que no estaba y el que se sitúa en el lugar de los hechos fui yo, en mi declaración. Por lo mismo, porque claramente he dicho la verdad. Desde que pasaron estas cosas. Si es que me escapé y no me entregué fue netamente por lo mismo, porque estoy diciendo la verdad. Yo sabía que iba a pasar esto. Sabía que se me iba a condenar sin ninguna prueba. Tuve que hacer huelgas grandes para poder conseguir un testigo presencial que en el juicio, a pesar de todo, fue utilizado en mi contra, porque al final no declaró. Pero, como digo, dentro de todo lo que se vio mal, yo sigo firme y tengo la confianza en Dios de que va a salir la verdad algún día.

Ese día de la audiencia de lectura de veredicto usted estaba desesperado y apuntando a gente, emplazando a una persona a que dijera una verdad que no era la que el tribunal había determinado.

La impotencia. Mi reacción fue porque, al final, mi familia y el entorno que me conoce, que sabe por qué me fui del país, terminó comprobando que tuve la razón. Le hablo de mi hermana, mi mujer. Ellas igual me cuestionaron cuando decidí no entregarme. Al final, el tiempo me dio la razón. Y esta era la razón. Llevo treinta y tantos meses preso y hubiese llevado 50, capaz, porque esto fue hace mucho tiempo. Pero, como digo, sigo insistiendo en mi inocencia. Todos saben quién fue. La gente que viene apuntándome con el dedo no estaba en el lugar. Entonces, en realidad, no se hizo nada. Yo al fiscal le reclamé porque desde el primer día el juicio fue ‘al Lucho Pato’ no fue al homicidio. ‘Lucho Pato esto’, ‘Lucho Pato se fue’, ‘Lucho Pato acá’. Al final, el juicio fue en base a mí, siendo que yo era el inocente. Lamentablemente, si la persona que habían involucrado conmigo hubiese dicho la verdad, tampoco hubiésemos estado viviendo la misma situación y yo (estaría) en libertad. Porque yo soy inocente.

FOTO: Luis Sevilla.

¿Esa inocencia trató de afirmarla en las diligencias, en los interrogatorios? ¿Aportó nombres o pruebas para que el resultado de la investigación fuera distinto?

Es que, como digo, dentro de la casa había 20 personas. Quince como mínimo. ¿Dónde están esas 15 personas? ¿Por qué el fiscal no las mandó a buscar si son 15 testigos presenciales? ¿Por qué no se hizo una reconstitución de escena para ver cómo habían sido los disparos? ¿Por qué no se hizo un peritaje para ver si los disparos eran cruzados? ¿Por qué se pasaron por alto detalles que eran muy importantes en la investigación? Entonces, con el tiempo, ahora que ya estoy condenado y tratando de buscar nuevamente mi libertad con una anulación, sé muchas cosas más que las que sabía en el juicio. Salieron muchas cosas más a la luz. Audios, pantallazos de WhatsApp que demuestran mi inocencia. Las mismas personas que me vienen acusando, diciendo cosas que son claves. Desde el primer día, desde que la persona que falleció llegó al hospital, hay cosas que vienen mal. De personas como Vicente Torres, que es el detective que hizo la investigación, al decirle a la persona que se situara en el lugar para que el juicio tuviera un peso más. Y me que situara en el lugar, que diera mi nombre. Que si no me nombraba a mí y si no se situaba en el lugar, su marido no iba a tener justicia. Entonces, ¿de qué estamos hablando? Ella dice que no completó su declaración, que se la completó Investigaciones y, después de eso, ella la firmó. La hicieron declarar cuando estaba su marido muerto. Entonces, cualquier persona a la que le digan un nombre en ese estado va a decir el nombre que le nombraron. ¿Me entiende?

¿El gran error de su vida fue ir a meterse a ese lío?

Es que si hablamos de errores, en mi vida he cometido mil. Yo tuve mi carrera, no debí haber estado nunca aquí. Pude ser una persona exitosa. A lo mejor me equivoqué en detalles y no pude lograr en el fútbol lo que realmente merecía, porque las condiciones las tenía. Mi error puede haber sido ir a ese lugar, pero yo soy de La Legua. Tengo derecho a estar en mi población cuando quiera. Tengo a mi familia, mis hijos viven todavía ahí. Puedo ir cuando quiera. El tema es que lamentablemente soy el Lucho Pato y se me involucró en algo que no debían. Mis errores los he asumido siempre, con mi cabeza en alto, mi frente en alto. Cuando estuve preso por tráfico, sí tuve participación. En el tema de los cajeros que se habla y en lo de Louis Vuitton salí absuelto y nadie ha dicho nada. Y siguen nombrándolo como un detalle mío. Sí, a lo mejor, me juntaba con gente que no correspondía y me involucraron. Es mi error, también. Esta vez puede haber sido un error haber estado en ese lugar, pero no por eso voy a hacer 11 años de cárcel. Había 15 o 20 personas más. ¿Donde están?

Si su vida fuera un casete y tuviera que rebobinarlo, ¿qué le cambiaría?

Lo primero sería no haber dejado nunca a mi mujer. Estuve un par de años separado de ella y fue el peor error de mi vida haberla dejado, haber enfocado mi carrera más en huevear, en la noche, preocuparme de salir y de pasarlo bien y no haberme enfocado en mi mujer y mi hija. Trataría de recuperar el tiempo con ella y mis hijos. Lo segundo es que me gustaría volver al 2005, cuando salí de San Felipe y me fui a Católica. Hasta ahí me gustaría retroceder. Empezar de nuevo con Católica, en 2006. A lo mejor, haber tomado mejores decisiones en mis mejores años. Había tenido un percance en 2003, por tráfico, pero creo que eso no me perjudicó. Esa etapa me hizo madurar. Después del 2005, vino una vida distinta, que no supe asumirla, al hacerme conocido.

¿Se mareó?

No se si me mareé. Por la plata, no creo, pero sí por las cosas que se conseguían siendo futbolista.

¿Qué se consigue?

Lo que usted quiera. Mujeres, trago, discotecas, fama.

¿En cuál pecó más?

A mí me gustaban el trago y las mujeres. Ese fue mi gran error. Haber dejado de lado a mi familia, a mi mujer y mis hijos.

¿Cuánto dinero llegó a gastar en una noche?

No sé. Un millón, dos millones de pesos en una noche. En mi mejor momento, que fue en 2007, con el Chemo del Solar, yo no dormí nunca. Dormía solamente en las concentraciones. Entrenaba todos los días amanecido. Jugaba durmiendo solamente el día previo al partido. Me amanecía de lunes a viernes.

¿Llegaba a entrenar ebrio?

Nunca fui de andar curado. Tomé, pero tenía mi límite. Nunca me vi curado en una disco. Siempre traté de curarme en mi casa. Pero de que tomaba mucho, sí. Llegaba a las seis o siete a mi casa y entrenaba a las nueve. Entonces, dormir dos horas era peor que quedarme despierto. Me tomaba dos o tres cafés y me iba a entrenar. Me costó la salida. En ese momento tuve el apoyo de mis compañeros y el técnico. Fue un muy buen año. Yo era el chiche del equipo y se me aguantó un poco más, pero me pasó la cuenta. Subí de peso, llegó el Fantasma, que quería que me quedara, pero la Católica quería bajarme el sueldo. Opté por irme. Pude ir a la U. Al final, terminé yéndome a Palestino. No fue un error, es un equipo lindo. Mi error fue no haber centrado mi carrera cuando estaba en un equipo lindo como la Católica.

¿Pudo ser distinto si elegía mejor a los amigos o si hubiese salido de su entorno?

Sinceramente: jamás les voy a echar la culpa a mis amigos. Soy una persona adulta y mis errores son mi responsabilidad. Yo me he equivocado y tengo que pagar mis errores. Sí, a lo mejor, no hubiese perdido a mi familia. Ese fue el gran error de mi vida: no haberles dado lo que se merecen y haberme enfocado en otras cosas. Y ahí viene todo el problema. A los amigos los conocí en la disco. Si a La Legua tampoco fui mucho. Este problema fue en La Legua, pero de los demás ninguno fue en La Legua.

FOTO: Luis Sevilla.

¿Cómo es su vida hoy?

Vivo la incertidumbre de saber qué va a pasar mañana o pasado. O por el tema de la apelación. De la gente que se ha acercado a mi familia a decir la verdad, si se me anula el juicio, de que la diga realmente. Esta vez quise ser precavido y guardé información, audios, pantallazos. Tengo conversaciones delicadas, que demuestran que soy inocente. Entonces, por ahí estoy un poco más tranquilo. Espero que la justicia exista en este país. Que se haga justicia no solo a mí. A Harry Pardo... el mismo fiscal y el mismo tribunal lo están haciendo vivir la misma pesadilla que a mí.

¿Y su jornada acá, en la cárcel?

Vengo saliendo de Máxima Seguridad, que es un régimen interno de 21 horas de encierro por tres de patio. Estuve casi 25 meses viviendo de esa manera, que poco menos es un régimen de tortura. Dentro de ello estuve en huelga (de hambre). Fue un sufrimiento bien fuerte dentro del proceso. Después estuve cinco meses encerrado, viviendo 24 horas en una pieza de tres por tres. Me hice mucho daño física y sicológicamente. Gracias a Dios, hoy me encuentro en un módulo muy tranquilo. Estoy contento. Estoy con otra energía, otro chip. Hago mucho deporte.

¿Se reencontró con la pelota?

Sí, aunque estoy un poco frustrado, porque los cinco meses que estuve acostado me jugaron una mala pasada en lo físico. Sufro mucho de los tobillos y de la espalda. Estoy tranquilo. A lo mejor la palabra no es feliz, pero sí tranquilo. Sé que tengo a mi mujer, mis hijos y mis hermanos, que me apoyan plenamente, y amigos que tampoco se han olvidado de mí.

¿Por qué pidió quedarse en Rancagua?

Venía de la cárcel de Santiago, que era más torturador que esto. Acá, la unidad completa, incluyendo gendarmes, asistentes, internos, me han tratado con un cariño distinto. Estoy en el módulo 11, que es de gente de la zona y me han dado un cariño distinto. Tengo patio todo el día, juego mucho al balón, he hecho buenos amigos. Juego mucho ajedrez, cartas. O se va una hora en una rueda de mate. Así voy matando el tiempo.

¿Lee?

No me gusta leer. Leí dos, tres libros y la mitad de la Biblia, en la cárcel de Santiago. Busqué un camino. Siempre he sido creyente. Uno a veces se frustra y le echa la culpa a Dios de los problemas y el responsable es uno, pero siempre he sido creyente y creo que está cerca mío. Mi familia siempre ha asistido a iglesias. Tengo fe en que las cosas van a salir bien. A lo mejor algo estaba haciendo mal en la calle que me lleva a vivir esto, pero tengo la fe y la fuerza suficiente como para aguantar el tiempo que pueda tardar la anulación.

¿Se mantiene conectado con el fútbol? ¿Algún compañero le ha mandado algún mensaje?

El Nico Castillo vino hace poco. Pancho Arrué es técnico de mi hijo y siempre se ha preocupado de mí. Lo mismo que el Kike Acuña.

¿Cómo se ha portado la UC?

Yo soy cruzado de corazón y nunca lo voy a negar, pero la Católica jamás se ha pronunciado. A lo mejor no los necesito, pero jamás se han pronunciado.

¿Le hubiese gustado sentir cerca al club que más lo identificó?

La vez pasada, (Milovan) Mirosevic estuvo en un evento. Hay cosas que han pasado. Tengo un amigo que estuvo metido conmigo en mi problema pasado y hoy se ha acercado a San Carlos a pedir una camiseta que yo he necesitado y le negaron la entrada. Directamente, Mirosevic le dijo que no fuera más, que era una mala influencia, porque yo era su amigo. Le creo a mi amigo y me extraña del Milo. Llegué primero que él a la UC, a los 10 años. Él, a los 12 o 13. Siempre fuimos buenos amigos. Y si mi amigo me dice la verdad, que pena por él. Si le están cerrando puertas por mi culpa. También lo vivió mi hijo. Por ser mi hijo lo trataron de una forma que no corresponde. Lo apartaron por ser hijo mío.

¿Tiene sueños para cuando pueda salir de la prisión?

Fútbol no veo mucho. Sí me gustaría dirigir. Tengo ese bicho. Hace tiempo que siento que veo el fútbol de distinta manera que el resto. Quizás me siento mejor para el fútbol que antes. A lo mejor más lento, pero con otra visión del juego. Mi sueño más grande es volver a estar con mis hijos. Con mi mujer y mis dos hijas. Ver al Tomás, mi hijo de Conce, que no lo veo hace mucho tiempo. Quiero que sepa que soy su padre. No me conoce casi nada. En realidad, nada. Me gustaría recuperar el tiempo perdido con ellos. Lo que más se pierde es eso. Después de salir de Colina, pude volver con mi mujer y criar a mis hijas. Viví algo que jamás había vivido. Antes, me preocupé más de huevear que de mi familia. Y me enamoré. De mis hijas, de mi mujer, de levantarme temprano, ir a dejarlas y buscarlas al colegio, cocinarles. No pido nada más que lo que tenía cuando me fueron a buscar a Bolivia: mi mujer, mis hijas, una casa y comida.

¿Y no volver al lugar en que estaba, a cometer los mismos errores?

Quiero irme del país. No sé si a Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia. Lamentablemente, me ha tocado vivir un proceso de gastos. Al fiscal no le importa si soy o no soy inocente. Él me condenó y piensa que hizo bien su trabajo. No sé si ganó un bono o qué gana teniéndome detenido. Pero, como le digo, dentro de todo, no me voy a derrumbar. Mi sueño de vivir con mi familia, lejos de todo lo malo, sigue intacto.

¿Le queda dinero?

La verdad, nada. El día a día es un sufrimiento distinto. Mi familia se ha portado bien, mis suegros, mi hermana. Mi mujer, para qué decir. Siempre ha estado el apoyo de ellos. No me ha faltado nunca una visita. Sé que voy a poder salir. Tendré que empezar de cero, como lo hice cuando salí de Colina. Y por algo en que no tengo arte ni parte en lo que se me acusa.

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