Luis Pérez, el héroe de una noche
El protagonista que nadie imaginó y que se quedó en la historia eterna del club y del fútbol chileno por un solo partido, al que llegó de emergencia por tantas bajas ofensivas en Colo Colo. Sus dos goles en la final ante Olimpia resuenan hoy más fuerte que nunca.
Habían transcurrido algunos minutos desde el término de la primera final. El empate sin goles en Asunción ante Olimpia fue celebrado como un triunfo en Chile. Esa frase que dice que “la Copa se mira, pero no se toca”, comenzaba a quedar en el olvido gracias a una decisión que Mirko Jozic tomó apenas sonó el pitazo: darle la titularidad a Luis Pérez, un talentoso volante polifuncional, que había sido cedido a préstamo por Universidad Católica.
“Mirko, una vez que pasan unos minutos y nos vamos al bus para viajar de vuelta, él se me acerca, me lleva hacia un costado y me ratifica inmediatamente en el equipo. Inmediatamente. O sea, me dice que esté tranquilo, que me cuide... ni siquiera me dice prepárate, sino que me dice ‘cuídate, porque vas a jugar la final de vuelta’. Eso ya fue muy significativo, porque Mirko no era muy de darle la titularidad absoluta a nadie. Menos hablando. Comentándolo. Pero yo sentía que él confiaba en lo que yo podía hacer. Entonces, me lo dijo con tal convicción que me ayudó muchísimo a esperar los días previos al partido”, recuerda.
Surgido de la serie infantil del club Mario del Campo de Quinta Normal y con un paso por la juvenil del América Joven de Pudahuel, el mediapunta tenía reservada una noche excepcional, la del 5 de junio de 1991. Fue su tercer encuentro en aquella en esa campaña, el primero como titular. Pero antes debió dar la vuelta larga. Siempre fue colocolino y su primo Julio Osorio jugaba en el Cacique. Incluso, lo invitó a probarse. “Yo tenía 12-13 años, y fui a Colo Colo más o menos el 81 y, bueno, él me incorpora a las divisiones inferiores con don Bernardo Bello, pero no tuve ninguna participación ese año. De hecho, no me inscribieron. Solamente estuve entrenando, entrenando, entrenando todo el año. Nunca me citaron a un partido, pero yo no me sentía mal ni mucho menos, porque como era nuevo, yo era ya feliz entrenando en Colo Colo”, relata.
Pero la historia del Chico Pérez en el Cacique se cortó ahí. Después de las vacaciones, nadie le dijo que volviera. Ahí un amigo del barrio y su padre lo invitan a probarse en Magallanes. El amigo no quedó, pero él sí. Elson Beyruth, gloria alba a cargo de las series infantiles de los carabeleros, lo inscribió y ahí comenzó el camino de Lucho hacia el profesionalismo.
Formando parte de Los Comandos, el célebre equipo dirigido por Eugenio Jara y que debe su nombre a los entrenamientos que realizaban en la Escuela de Comandos del Ejército en el Cerro Chena, Pérez dio sus primeros pasos e, incluso, debutó en la Copa Libertadores y hasta anotó. Su buen nivel lo llevó a la UC, donde tuvo alternancia con la titularidad durante varias temporadas. Sin embargo, Fernando Carvallo lo quería hacer jugar de lateral volante y él buscaba estar más cerca del gol, actuando de mediapunta. Paralelamente, la dirigencia cruzada y la alba se pusieron de acuerdo para un préstamo.
“De hecho, soy el último jugador que se incorporó al plantel definitivo. Me incorporo yo, diría, tres días antes que empezara la Copa Libertadores. Ellos ya habían hecho la pretemporada en La Leonera, yo no participé en la pretemporada, por lo tanto iba con un plus en contra bastante grande porque, primero, por toda la camaradería que se da en la pretemporada con los jugadores, la preparación física, futbolística y mostrarse en alguna medida para ser opción en el equipo titular. Iba con desventaja en ese sentido, pero me avalaban un poco las campañas que había hecho en Católica; habíamos salido campeones, había también participando en algunas selecciones nacionales con varios de los jugadores de Colo Colo”, sostiene.
Dos goles de enorme factura pusieron a Colo Colo rápidamente en ventaja, lo que sirvió para botar la ansiedad acumulada y hacer de esa noche una jornada inolvidable. “Siempre tuve la idea fija de que quería aportar al equipo y de que ganáramos. Esa era la máxima del plantel, de ganar la Copa Libertadores, independiente de quién hiciera los goles. Ahora, claro, en la semana mucha gente, los más cercanos a uno, muchos se las dieron de adivino y me anticiparon que iba a jugar bien; que iba a hacer goles y que íbamos a ganar la Copa, típico lo de la familia, de los hinchas que tienen fe y que te quieren apoyar en ese sentido. Y a muchos que me lo vaticinaron, les resultó y me lo echaron en cara muchas veces, pero en buena forma”, rememora.
El glorioso 3-0 desató un carnaval en el país. Las calles estaban desbordadas y Lucho Pérez lo vivió en carne propia, aunque nadie lo percibió: “Fue fácil y difícil a la vez. Difícil porque me fui en mi auto, manejando yo. No sé por qué se me ocurrió irme por Departamental, lleno Departamental. Lo primero que quise hacer después de salir del Monumental era ver a mis papás, para Pudahuel. Y me quise ir por Departamental, pero era una locura. No podías pasar por ningún lado. Y, afortunadamente, la gente estaba tan enloquecida en la calle que nadie me reconoció. Nadie se dio cuenta de que iba en ese auto y de que recorrí todo Departamental hasta llegar a Las Rejas. Nadie me reconoció, me demoré mucho por la gente, por los tacos, y logré llegar después de mucho rato a la casa a saludar a mis padres, por supuesto. Y claro, todos mis vecinos estaban vueltos locos con el tema de la Copa”.
Después de su noche inolvidable, al final de la temporada volvió a su club de origen y en 1993 volvió a disputar la final de la Copa Libertadores, esta vez con la camiseta de Universidad Católica. Sin embargo, al frente estuvo el poderoso Sao Paulo de Telé Santana y Raí, que impidió una nueva hazaña (5-1 y 0-2) y levantó la corona.
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