Atardecer en Valdebebas, el centro de entrenamiento de Real Madrid elegido por River Plate para practicar antes de la accidentada final de Copa Libertadores. La prensa mundial, en orden, ingresa lentamente este jueves para sacar las primeras imágenes del cuadro presuntamente local en España. Al rato, llegan dos mujeres funcionarias de la Conmebol. "Necesitamos hablar con el encargado de prensa de River para que nos deje ingresar". Los dos funcionarios de Real Madrid que las atendieron, tras dejarlas pasar, no creen lo que vivieron. "Acá, la UEFA nos diría todo lo que tenemos que hacer y tendría tomado Valdebebas. Y no tendríamos nada que decir".
Es el reflejo de lo que pasa en la capital española, que justo este fin de semana pensaba vaciarse por el feriado largo entre jueves y domingo. Nadie sabe quién manda. Afuera de los hoteles de Boca Juniors y River Plate, que están a 30 minutos de distancia entre sí caminando, hay tres carros policiales que trabajan en conjunto con los empleados de los centros de alojamiento. Por ahora, solamente han tenido que ordenar a hinchas-turistas. El hotel xeneize está más escondido. El de River, mucho más visible y expuesto al ruido. Eso sí, si ya es difícil encontrar alojamiento en Madrid en un contexto normal, este fin de semana se hizo casi imposible, según admitieron las mismas autoridades.
Los que circulan por los alrededores de los hoteles son residentes que admiran o que sienten curiosidad por algún jugador particular (Gago, ahora suplente, el más codiciado por su pasado madridista), argentinos que viven en Europa y que están acostumbrados a seguir las reglas estrictas del Viejo Continente, y periodistas que reciben más órdenes de alejarse de la zona de los planteles que los mismos fanáticos. La policía asume que los barras bravas estarán con un bajo perfil por lo menos hasta hoy, cuando está anunciado el banderazo afuera del hotel donde aloja Boca. Mañana, horas antes de la final, está anunciado el de River para irse en caravana al Bernabéu por el Paseo de la Castellana, una de las zonas más acomodadas de Madrid. La concurrida avenida, una de las principales vías de la ciudad, estará cortada por primera vez en un domingo. Solamente por este evento.
Entre los fanáticos europeos de River hay algunos que tienen consuelo. Jamás se hubieran imaginado tener la opción de ver una final tan cerca de la casa, pero hubieran preferido que se jugara en el Monumental de Núñez. Nadie se lo toma como amistoso, pero asumen que es un encuentro desnaturalizado. Caminando por Madrid, más allá de las zonas de los hoteles y el Bernabéu, el ambiente de clásico es familiar y casi imperceptible. Posiblemente, ante el temor de toparse en algún momento con Los Borrachos del Tablón o La Doce.
Rencor mediático
River está con el orgullo tocado. En buen argentino, caliente. Que le hayan sacado la localía, además de la suspensión de su entrenador Marcelo Gallardo, ha provocado una rabia contenida que se ha intentado camuflar en su trato a la prensa. El jueves, recién llegados, pusieron a disposición a tres de sus jugadores más maduros -Jonathan Maidana, Franco Armani y Javier Pinola- frente a los medios. De ahí en más, no existirá más relación que la concentración absoluta de cara al choque de mañana.
En los millonarios se contienen de responder a lo que sienten como provocaciones desde la vereda contraria. Como la de Carlos Tevez, quien señaló: "Nos sacaron la ilusión de dar la vuelta en el Monumental. Los de la Conmebol son tres locos atrás de un escritorio. No entienden nada". El mismo Apache fue de los que más criticó a River tras la revancha frustrada en el Monumental.
O la declaración de Darío Benedetto, quien esperaba la llegada del capo de la barra de Boca, Rafael Di Zeo: "Bienvenido sea, es un líder histórico". Finalmente, el barrista no aterrizará en Madrid, pero estará bien representado por la cúpula de La Doce. Esa barra que no iba a estar por ningún motivo el 24 de noviembre en el Monumental de River, y que mañana tomará el lugar tradicional del local en el Bernabéu, ubicándose donde lo hace la hinchada del cuadro merengue. Una de las tantas cosas que los madrileños no logran entender.