Probablemente a nadie le importe. De seguro muchos dirán que son detalles. Otros concluirán que es una tontería. Pero algunos, muy pocos, pensarán que lo que lean aquí tiene sentido. Se trata de las formas, el buen actuar, las incompatibilidades. De aquellas cosas que deben cuidarse para ser y parecer. No proporcionan dinero, es cierto. Por el contrario, a veces son obstáculos para ganarlo. Pero son las que te permiten dormir tranquilo. A algunos, claro.
La incompatibilidad, en la escuela de periodismo, se define como la imposibilidad de una persona para ejercer una función determinada o dos ó más cargos a la vez. No es una ilegalidad, tampoco es algo que no se pueda hacer, es algo que NO SE DEBE HACER. En ese sentido, la llegada de Héctor Tapia como director técnico a Colo Colo tuvo un paso en falso faltando a este concepto y varios otros que no hablan bien de su preocupación por las formas.
El último fin de semana, mientras aún era comentarista del CDF, Tapia fue designado para el partido entre el club popular y Deportes Temuco. Un error mayúsculo, una desprolijidad absoluta, del medio de comunicación por nombrarlo para esa función. Y de Tito por aceptarlo. ¿Qué opción tenía el telespectador, que paga por ese producto, de tener un comentario carente de condicionamientos? Y si el hoy estratega de Colo Colo realmente hizo un trabajo objetivo, libre de su condición de candidato a la banca alba, ¿quién puede cuestionar al que piense lo contrario?
De eso se tratan las incompatibilidades. Algo así como "no sólo ser honesto, sino también parecerlo", aquello de la señora del César, que a estas alturas y en el país que vivimos parece pasado de moda o un culto a los tontos. Porque este mundo es de los vivos. De los que se candidatean abiertamente y sin pudor, de los que se ponen de acuerdo con la competencia para ganar más plata, de los que aceptan contratos cuya duración no dignifica su oficio y de los que, en definitiva, son capaces de hacer lo que sea para ganar un puesto o una posición de poder.
Obviamente Héctor Tapia no es culpable de todo lo anterior, que no es más que una radiografía de lo que hoy ocurre en Chile. Pero sí de algo. Tito pudo haber llegado de otra manera. Sus capacidades y merecimientos no están en duda, pero debió ser más cuidadoso. Para ayudar a limpiar a un Colo Colo manchado y no sumar una mancha. Para arribar sin cuestionamientos. No es tan relevante, es cierto, pero importa. Por lo menos a muchos que creen que el éxito no sólo es un buen contrato o una vuelta olímpica. También es intentar hacer lo correcto. Siempre.