Mis comienzos fueron en el barrio. Nunca estuve en una escuela de fútbol. Recién en la Sub 15 participé de divisiones menores. Todo lo demás lo hice en el barrio. En dos años llegué al primer equipo. Siempre jugué de defensor central. Cuando era niño no tenía un ídolo, simplemente me encantaba jugar. Hoy se pierde un poco eso. Yo jugaba en la tierra, los pasajes eran de tierra. En ese entonces no tenía el objetivo de ser futbolista.

Nunca tuve claro que era lo que quería ser. Mi hermano y mis tíos jugaron fútbol a nivel profesional, pero no era mi objetivo de vida. Cuando ingreso a Huachipato recién aprendí lo quera el orden de entrenamiento. Recién ahí vi que era una posible carrera.

La Generación Dorada nace con la llegada de Marcelo Bielsa. Eso es clave. Pudimos jugar dos Mundiales Sub 20, pero habían jugadores mayores, como Claudio Bravo, Jean Beausejour, Mark González o Pablo Contreras. El camino se marca con Bielsa desde lo competitivo. Siempre hemos tenido jugadores de buena técnica, pero nos faltaba el convencimiento para competir de igual manera contra cualquier Selección. Éramos 11 contra 11 y nos enseñaron que estaba el sistema y la forma por sobre los nombres. El 2005 fue la primera vez que fui a la Selección. Me llaman después del Sudamericano Sub 20, a mi y el Chapa Fuenzalida. Nos convocó Juvenal Olmos para un amistoso. Anteriormente había jugado con mixturas en la Selección Sub 23.

Gonzalo Jara con el trofeo de la primera Copa América que ganó la Roja. Foto: Photosport

La principal fortaleza desde la llegada de Bielsa hasta Sudáfrica 2010 era el equipo. El sistema y la forma. Había una planificación de entrenamiento totalmente distinta, que ninguno de nosotros conocía. En ese entonces aún no teníamos nombres. Vidal no estaba en Barcelona, ni Alexis en el Arsenal. Lo principal era el juego en equipo que nos daba Bielsa. A él no le importaba si yo venía jugando en mi equipo. El que entraba bien, jugaba.

Bonini era todo, un amigo, el papá nuestro. Nos decía lo bueno y los que nos iba a pasar. Yo compartí mucho con él y mucho de lo que me pasó después en mi carrera, me lo había dicho mucho antes. Teníamos 22 años y nos remarcaba lo que pasaría, como teníamos que competir, lo que no debíamos tranzar. Era un padre. Nos retaba, nos llamaba la atención. Además, éramos niños. Nos daba instrucciones, como entrenar con medias largas. Creo que el ser humano cuando es estricto puede sacar su mejor versión.

Hay una confusión con la jugada Gonzalo Jara. Se piensa que es una que yo armaba con Isla, pero esa la conversábamos entre los dos. La que Bielsa denominó con mi nombre es una que yo hice en Colo Colo, donde yo jugaba de lateral derecho: yo pasaba y el volante descendía. Cuando el central me daba la pelota a mí, el mediocampista bajaba para recibir el pase hacia atrás; y después la hacíamos inversa. Esa es la verdadera jugada, no la del pase largo. Esa es una virtud, pero se nos daba naturalmente con Mauricio.

Tuvimos varios partidos emotivos. Con Uruguay siempre se generó una competitividad. Siempre he recalcado que nosotros tuvimos la oportunidad de jugar muchos partidos. Eso te sumaba experiencia. Siempre nos topábamos los mismos en las selecciones. Después, por más que uno jugara en el Barcelona y el otro en Chile, se equiparaba, porque todos habíamos jugado desde antes. Eso es muy difícil de lograr hoy.

Jugar un Mundial adulto es impresionante. Para mí, lo más emocionante era entonar el himno. Impusimos cantarlo hasta el final pese a que lo corten. Eso era una multa para la Federación. Pero la gente que tenía la oportunidad de vernos jugar de visita se daba cuenta que terminaba resultando, como sucedió con España en Brasil. Es algo que se generó, pero no lo buscamos, simplemente queríamos respeto. No todos éramos amigos, pero a la hora de competir eso daba lo mismo, todos defendíamos a Chile.

Es importante hablar de la Generación Dorada. No sé si era complicado llegar a un camarín ya formado. Es difícil ser entrenador de la selección chilena. El DT debe definir todo en tres días. Los procesos los vivíamos con naturalidad. Si los nombres cambiaban iba ir dependiendo del rendimiento de cada uno. Por diez años, quizás más, nos sabíamos el equipo de memoria. Podía haber uno o dos cambios. Si bien es cierto que la mano del técnico cambiaba, la forma se mantenía.

Si elijo un nombre sería injusto con Aránguiz o con Vargas. Si elijo a Alexis soy injusto con Bravo. Yo creo que Charles podría ser titular en la selección de Argentina o de Brasil. Valdivia está en el once ideal del Palmeiras. Vidal también está ahí. Me puede gustar uno más que otro, pero no puedo elegir.

Teníamos cinco jugadores fuera de serie y el resto teníamos que acompañar. Pero para eso debía estar mejor preparado que ellos. Si Sánchez jugaba al 100%, yo debía dar el 120%, o sino no daba el tono. Esto era como una orquesta, si uno toca mal, se nota. Por eso fuimos tan competitivos. Alexis, Arturo y Gary, genéticamente, son innatos. Pueden pasar 30 días sin entrenar, pero después practican dos días y juegan como si no hubiesen parado. Era muy difícil acompañar. Pero más complejo es hacerlo colectivo. Que la banda suene, no desentone, y no en un partido, sino que por años.

Me río de que me recuerden lo del dedo, pero no me gusta. Me recuerdan por eso, pero hice mil cosas mejores. Tuve partidos inolvidables. Jugué con seis entrenadores, 115 partidos. No tengo problema con lo del dedo, pero no soy simplemente eso, aunque me encasillen, me lo van a preguntar siempre. En México me lo recordaron mucho, me ofrecieron grabar comerciales, pero nunca quise.

Gracias a mis partidos en la Selección pude jugar en Inglaterra. Mis mejores rendimientos fueron en la Roja y eso me llevó a jugar a otros lugares también. Tuve pocos goles, recuerdo uno en un amistoso, después en Eliminatorias hice dos, a Colombia y Venezuela. Recuerdo mucho el de Venezuela, que ganamos 3-2 y sacamos seis puntos en esa pasada.

Me habían ofrecido trabajar en la televisión un año atrás. Tomé la decisión con mucha calma. Se lo comenté a mis papás y después le dije al gerente que sí, que iba a dejar el fútbol. Lo tomé con tranquilidad. Esto es muy personal, el futbolista debe saber hasta cuando puede jugar.

Gonzalo Jara fue parte de todo el proceso de la Generación Dorada.

Sentía que podía jugar uno o dos años más, pero también estaba cansado. Me lo dijo un compañero que se retiró antes que yo, que me iba a aburrir porque las generaciones de hoy no tienen el compromiso para dar un paso y llegar más lejos. Nosotros teníamos el sueño de jugar en el extranjero.

Hoy los chicos se saltan muchas etapas. Yo tenía la certeza de que estando en Huachipato podía pasar a un equipo grande, que eso me llevaría a la Selección y luego podría saltar a Europa. Hoy a los jugadores los veo con ganas de irse afuera, pero a los seis meses. Las redes sociales tienen que ver. No la cantidad de fotos que suben, eso da lo mismo, pero sí que todos piensan en lo que viene. Si estoy estudiando, ya pienso en lo que quiero trabajar. Eso me cansó. No quise hacerme responsable ni ser un referente. Tenía que tomar decisiones por otros, o hacerme cargo cuando jugábamos mal.

Tendrán que pasar 100 años para encontrar otra Generación Dorada. La gente tiene que disfrutarlos. La crítica puede estar, con respeto, pero se debe entender que Alexis Sánchez no tiene 22 años, que Arturo Vidal ya no es el mismo.

Soy un afortunado de haber tomado la decisión de retirarme y al tercer día estar trabajando. No viví el proceso de estar un mes sin entrenar y darme cuenta de lo que pasaba. Sigo haciendo deporte. Ahora tengo un descanso psicológico. Durante la semana puedo organizar mi fin de semana. Nunca pensé que iba a trabajar en los medios, pero me encanta. Me gustaría ser entrenador, para eso estudié.

El paso de jugar a analizar es algo que hago desde el respeto. Más allá de que me toque opinar sobre compañeros. Debo hacerlo desde la objetividad. Lo hago opinando lo que sucede. Si algún día me toca criticar, o analizar, lo que hace un compañero, no tengo ningún problema. Los jugadores tienen claro cuando juegan bien, mal o más o menos.

Nunca pensé que iba a jugar en Inglaterra y estuve seis años. Pensé que podría ir a España y no fui. Me hubiese encantado jugar en Boca Juniors, que me vino a buscar dos veces, cuando estaba en la U, pero tomé la decisión de quedarme. Si de algo me arrepiento, quizás, es de eso. Lo otro es cuando me fui a Alemania, pude haberme ido al Marsella con Bielsa. Pero decidí irme a la liga de los campeones del mundo. Estar entrenando allá era algo que me era valorable.