Manifiesto de Pablo Contreras: “Hasta hoy me pasa que despierto a las 7 de la mañana pensando en que debo ir a entrenar”
El exdefensor fue parte del proceso que dio pie a la Generación Dorada en sus inicios, cuando ganar la Copa América aún se veía como algo lejano. Un autodenominado “invitado de honor” al exitoso período, cuenta cómo se vivieron esos primeros pasos en la era Bielsa. Ahora, a 10 años de su retiro, asegura que todavía se levanta pensando que debe ir a entrenar. Revisa su testimonio en el primer capítulo de Colgar los botines dorados, la nueva docuserie de La Tercera y La Cuarta.
A pesar de que me desenvolví como defensor, en mis inicios fui delantero y mi ídolo era Iván Zamorano. Hoy es un grandísimo amigo. Debuté en la Selección el 17 de febrero de 1999, con don Nelson Acosta, ante Honduras, en Concepción. La gente estaba eufórica porque veníamos del proceso a Francia 98. Ese fue mi inicio en la Roja, donde perduré por 13 años. Me fue bien ese día. Había tenido un gran año en Colo Colo y eso me dio la posibilidad de ser convocado. Creo haber cumplido, que me llamaran a la Copa América de Paraguay habla de eso.
Creo que el nuestro momento peak fue contra Argentina, en 2008. Tenían una gran selección, con Milito, Agüero, Messi y Alfio Basile al mando. Fue algo culmine para nosotros. Hicimos un partido increíble. Yo tuve que cuidarme por una amarilla a los 14 minutos. También tuve una ocasión clarísima, pase de Fabián Orellana, que ese día fue el histórico, con un golpe de cabeza que dio en el travesaño. Fue la chispa, así lo asumió la gente y nosotros. Era el puntapié inicial del proceso que realizaba Marcelo Bielsa.
Yo venía con un pensamiento de acuerdo a lo vivido en otras épocas. La idea era no perder por cierta cantidad de goles o que un empate nos servía. Estos chicos, que eran mucho menores que yo, me convencieron de que podíamos enfrentar a cualquier equipo de igual a igual. Eran muchachos irreverentes, más allá de su calidad futbolística, tenían algo mental que te hacía modificar el pensamiento. Así lo hicimos contra diferentes selecciones a nivel mundial. Eso me agradaba.
Pertenecí a tres procesos de clasificatorias y yo me siento un invitado de honor en la Generación Dorada. Estar en la convocatoria de Sudáfrica es un orgullo tremendo. Algo que guardo para siempre. Cuando me toca entrar ante Honduras no lo podía creer. Miré al cielo y era un sueño cumplido. Me sentía bendecido. Uno desde niño quiere eso. Lo que más nos gusta a los jugadores es entrar a una cancha de fútbol y que mejor que vivirlo ahí.
Bielsa era un entrenador de pocas palabras. Las arengas las hacía Bonini. Pero un día nos empezó a decir que éramos privilegiados de estar en un Mundial, de haber sido elegidos en un universo de más de 100 jugadores. Dentro de todo ello nos comenta que tenemos que entregarle una alegría a la gente lo que había perdido todo. Marcelo nos dice que él también se siente identificado con el país, nos incita a pensar en nuestras familias y en quienes lo pasaron mal. Nos dijo que miremos el asta que estaba al costado del lugar de prácticas. Ahí estaba la histórica bandera del chico del sur, que la rescató entre los escombros. Fue algo tan emotivo que si el Mundial empezaba esa noche, lo ganábamos. Desde el 2008 y hasta mi última etapa fue mi mejor proceso en la Selección.
Ahora llevamos dos mundiales sin participar. Nos volvimos dependientes de la gran camada que nos llevó a conquistar las dos Copas América. Creo que no tuvimos la certeza de entender que esto en algún momento iba a terminar. Queríamos que estos chicos fueran como Peter Pan. Sin embargo, los futbolistas tienen fecha de caducidad y no tuvimos la sapiencia para preparar el contingente que compartiera y se empapara de lo que vivieron en la Generación Dorada.
…
Mi decisión de retirarme fue radical. Los colaboradores de Sampaoli me dieron a entender que yo sería considerado. Entendí eso en la primera convocatoria. Él quería probar a otra gente. Me hubiese encantado que me dijeran que no contaban conmigo. Mi sueño ideal era retirarme jugando un segundo Mundial y en la medida que me di cuenta de que no sería posible, opté por dar un paso al costado. Dije basta cuando pude haber jugado sin ningún problema, pero me desilusioné de Sampaoli. Sentía que estaba apto para participar de Brasil 2014, estaba bien física y mentalmente.
Hasta hoy me pasa que estoy durmiendo y me despierto a las 7 de la mañana pensando en que debo ir a entrenar. Eso me suele pasar. Cuando me doy cuenta de que no es así, me digo que no es necesario estar pensando en eso. La sensación es más de alivio. Angustia no tengo. Pero voy poco a ver a la Selección, por una cuestión de nostalgia. El último partido que fui a ver fue la final de la Copa América 2015 en el Estadio Nacional. Me da nostalgia ver a mis amigos ahí. Me enorgullece un montón, porque de los 23 convocados, seguramente jugué con 20 durante cinco años. Me sentí feliz de verlos triunfar. Algo como el Kun Agüero cuando celebraba el Mundial de Qatar. De alguna u otra manera, me hago también participe. Pude entregar un granito de arena en eso que fue ultra importante. Quizás algo de sabiduría o experiencia, que fue lo que me pidieron cuando me convocaron de la Generación Dorada.
El retiro depende de cómo lo lleve cada uno. El futbolista tiende a caer en el egocentrismo y siempre terminamos hablando de uno mismo. Pero no me afectó, a algunos les afectara mucho más. Por ejemplo, detesto los aeropuertos habiendo viajado siete veces al año durante 13 temporadas. Pero lo asocio a dejar atrás a la familia. Esta es una profesión preciosa, pero hay cosas detrás que naturalmente te saturan. Que te digan que falleció tu papá y no estar a dos horas, sino a 36, es complicado. El fútbol me regaló cosas lindas, pero vas perdiendo otras.
Cuando recién estaba empezando, Marcelo Espina e Ivo Basay se portaron muy bien conmigo. El Cabezón me dice “aprovecha este momento, que no te vas a dar ni cuenta y se acabó el fútbol”, y efectivamente, cuando decido retirarme fue en la primera persona que pensé. Luego nos reencontramos en ESPN en la Copa Confederaciones y me recordó esa frase. La vida se te pasa volando y tienes 37 años. Dicho y hecho. Pero insisto en que la vida continúa. Tengo cosas por hacer y entregar de la manera que más pueda.
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