Soy oriundo de Los Andes, nacido y criado. Siempre pensé en ser futbolista, nunca otra cosa. Eso me ayudó a poder conseguirlo. De pequeño mis ídolos eran Zamorano y Salas, visualizaba lo que eran sus carreras, a donde uno podía llegar. Siempre tuve acercamientos con la U, me vine a probar varias veces. Me dejaron, pero por temas de viaje y mi personalidad, que me costaba entrar en los grupos, no se pudo dar hasta los 15 años. Cuando me quedé fue como central, antes había estado de puntero derecho, era rápido, hábil y de buena técnica, pero menos mal que me cambiaron de puesto, sino hubiese tenido que competir con Alexis Sánchez.

A la Generación Dorada se le llamó así cuando los jugadores estaban en la élite, pero todo inició en los primeros procesos, a lo mejor cuando llegó Bielsa. Ahí tuvieron más cabida algunos chicos que después se consagraron. Con Bielsa no cambia nada. Le doy la responsabilidad de dirigirnos de buena manera. Hubo muchas situaciones para que se consiguieran objetivos. Yo doy mérito a muchas cosas: un buen entrenador, buenos jugadores y un grupo humano excelente. Eso nos llevó a jugar como se hacía. La mentalidad de querer ganar ya la teníamos. Queríamos ser los mejores del mundo. Los que veníamos de antes ya lo pensábamos, pero no se había dado. Después los cabros, como Alexis y Arturo, querían comerse el mundo, todo eso ayudó.

Un buen técnico para mí es el que hace jugar al equipo como él quiere y le saca rendimiento a los jugadores. Creo que eso fue lo que hizo Bielsa. Yo siempre tuve condiciones, pero no porque llegó Bielsa me puse más bueno.

Waldo Ponce, en un entrenamiento de la Selección. Foto: Photosport

La fortaleza del plantel de 2010 es que éramos un equipo. Todos tenían claro su misión y nos conocíamos muy bien. Además se generó un gran grupo a nivel humano. No había diferencias entre quienes jugaban en Europa o quienes ganaban más. Además, físicamente y en calidad, también marcábamos diferencia. Quizás la debilidad fue que éramos jóvenes, la experiencia te lleva a pelear mejor en algunas situaciones.

Mi mejor recuerdo es el gol marcado en Colombia, en el 4-2, y lo posterior, de sentir que cumplimos la tarea al clasificar. Después el momento único de jugar un Mundial, que es el sueño de todos los niños. Todas esas cosan son los momentos que uno atesora. El símbolo de la Generación Dorada es difícil de elegir. Todos aportaron con su granito de arena; la garra y el sacrificio de Arturo, la chispeza de Gary, su ímpetu, o las ganas de Alexis, también la solvencia de Claudio. Me costaría elegir uno. Nosotros éramos un equipo.

No creo que sea una deuda, porque tuve la mala suerte de lesionarme, pero me hubiese encantado estar en la Copa América de 2015. Me tocó pelearla para volver a jugar fútbol.

Me retiré joven, me habría encantado jugar un tiempo más. Mis decisiones se gatillaron por la lesión, que me ocurrió en la Selección, en el partido ante Paraguay, rumbo a Brasil. Muchos clubes después se quedaron con la imagen de que me lesionaba mucho, o quizás que cobraba mucha plata. Me retiré en la Universidad de Concepción y estoy muy agradecido del club.

Nunca tuve un momento de retiro. No dije ‘ya, voy a retirarme’, quería ver posibilidades. Terminé en la U de Conce con 33 años y quería volver a Santiago, porque había ido sin mi familia. Tenía la posibilidad de jugar allá, pero lo hacía más por el gusto que por lo económico. Entonces me vine de vuelta a Santiago y no se me dieron posibilidades. Quizás pensaban que era un jugador caro. Las cosas se dieron y me terminé retirando.

Waldo Ponce, seleccionado nacional entre 2006 y 2011.

Tuve la suerte de ser ordenado económicamente. Mucha gente dice que un jugador de élite tiene un buen contrato en su carrera. Yo ese contrato lo pude conseguir, pero nunca tomé decisiones pensando en el dinero. Siempre pensé que una cosa me permitiría tener otras. Ser titular en la U me llevaría a la Selección, jugar en la Selección me llevaría al extranjero, jugar en el extranjero me iba a permitir ganar buenas lucas. Siempre iba paso a paso. Además fui un jugador ordenado, ayudado por su familia, generalmente por mi papá. Eso me permite vivir tranquilo. Mi mejor contrato fue en México, en Cruz Azul.

No sentí que necesitara un apoyo a nivel psicológico en ese momento. Ahora, mirando hacia atrás, quizás lo necesitaba cuando me lesioné. Sin que se dieran cuenta, yo lloraba porque no me podía recuperar, pero todos mis amigos me decían que era increíble por estar riéndome siempre. En ese momento quizás si necesité apoyo. Fue un proceso que llevé solo con mi familia. Siempre le daba una vuelta a lo que significaba eso. Haberme lesionado me hizo darme cuenta de la gente que me rodeaba. La que estuvo conmigo cuando pasó eso era la que valía la pena. Cuando era titular en la Selección, los representantes me llamaban todos los días. Después dos veces a la semana. Cuando llevaba tres años sin jugar ya no me llamaban. Pero mis hijos, mis papás, mis suegros y mis hermanos fueron de verdad.

Me pasa que cuando tengo que jugar aun siento un deseo de competencia. Voy a jugar con los apoderados del colegio y dejo ordenado todo un día antes. Después de retirado cuesta asimilar todo. En los partidos igual se vive un poco la ansiedad. Cuando eres más joven se sienten más nervios que ansiedad. Con experiencia lo manejas de mejor manera. Después jugar en la liga no es lo mismo, obviamente, que jugar la Libertadores, pero igual se siente un poco la ansiedad.