Marcelo Ríos está muy entusiasmado. Hace exactamente un mes sorprendió al mundo, anunciando en El Deportivo que recibió una importante oferta para convertirse en entrenador en el circuito. El ofrecimiento provenía de la gran promesa china Juncheng Shang, un jugador que ya está dentro de los 350 mejores del mundo, con solo 17 años, y que ya en 2021 había logrado ser el mejor tenista junior del planeta. En su país comienza a ser una celebridad y los ojos del tour están puestos sobre él.
A finales de julio comenzaron a entrenar juntos, y el joven talento, zurdo como el Chino, empieza a mostrar progresos. El chileno enfatiza que todavía están en un periodo de prueba y conocimiento, mientras cierran un acuerdo económico. Sin embargo, independientemente de esta situación, el oriundo de Vitacura transmite su motivación frente a esta inédita oportunidad.
“Empezamos el viernes 22, tuvimos seis días para entrenar. Esto fue más como una prueba para decidir si vamos a seguir o no. Ellos me ofrecieron un acuerdo económico y Jeff (Schwartz), mi agente, está negociando con ellos. Pero a mí se me ocurrió que, como él iba a jugar cinco challengers, le dije que jugara cuatro y descansara después de los dos primeros; luego entrenábamos una semana y yo lo acompañaba a los otros gratis y que solo me pagara los pasajes”, cuenta el zurdo.
La idea causó una excelente impresión en el entorno de la emergente figura asiática, según relata el exnúmero uno del mundo. “Lo que más les causa agradecimiento es que no cobre. Que les diga que no quiero plata, eso no se ve”, cuenta, y adelanta que ya le puso una meta para esta semana a su eventual pupilo, quien jugará el Challenger de Lexington: “Le dije que si llegaba a semis, lo iría a ver”.
“Yo debía cerrar contrato con él el lunes, pero dije que no, porque quiero ir a estos dos challengers con él y saber qué es estar ahí antes de tomar una decisión”, detalla. Aunque a lo largo de esta conversación, el Chino, como pocas veces, se mostrará absolutamente cautivado por el talento de su joven discípulo, que lo tiene a él como su máximo ídolo.
La dupla entrenó en las canchas de Nick Bollettieri (hoy IMG), en Bradenton, y ahí el coach Marcelo se enfocó en tres aspectos del juego de Jerry, como es conocido en Estados Unidos. “En estos seis días le cambié solo tres cosas, porque tengo miedo de hacerle muchos cambios y se atrape”, explica antes de enumerar cuáles fueron esas variantes. “El tiene una derecha muy buena, de zurdo, que es muy pesada pero muy plana, un poco como la mía. Entonces, traté de meterle esa derecha que pique más, como la de Nadal. La entrenamos un día y el hueón la agarró altiro. Tampoco quiero que cada vez que le pegue esté pensando en hacerla, pero la hizo y la cagó lo bien que le salió”, confiesa.
La segunda modificación que hizo estuvo relacionada con la devolución, un aspecto que Ríos supo explotar en su carrera, convirtiéndose en uno de los mejores del circuito en ese rubro. “Él juega siempre igual, tiene todos los golpes, pero no sabe en qué momentos ocuparlos. En la devolución se echa para atrás y, en el lado de las ventajas, le dije que se parara en la línea y se metiera un paso, como lo hacía yo, y ahí le pegara. Así, él puede pegarle hacia el revés del otro tipo, y eso no sabía hacerlo. Lo aprendió en un día y lo hace perfecto”, resalta.
Finalmente, la última variante la aplicó en el servicio. “Su saque, técnicamente, es igual mío, pero tiraba la pelota muy abajo. Ahora la está tirando más alta y la está agarrando arriba. También le he dicho que el quiebre no es quiebre si después no puede ganar su saque”, puntualiza.
Shang aplicó estos consejos a la perfección en las prácticas. Entrenó con el británico Daniel Evans, actual 40 del orbe y 22 la temporada pasada, y lo venció sin mayores problemas. “A Evans le ganó tranquilo y lo superó en velocidad. El viernes jugó con el número uno del mundo junior y le ganó 6-1 y 6-1. Todos estaban felices”, relata el Chino.
Prohibido tirar un partido
La semana de entrenamientos se dividió en tres horas diarias de tenis y físico por las tardes. En la cancha, Marcelo Ríos pone sus reglas y lo hace de una manera bastante clara. “Le enseñé que tiene que entrenar como va a jugar el partido. Prefiero que entrene 20 minutos buenos que cuatro horas mal. Cuando lo veo medio pajerito, le digo que paremos y él me dice que no, que se va a poner las pilas. Yo se lo pongo así: que piense que cada entrenamiento es un partido, porque imagínate que ya le metió 6-1, 6-1 al número uno del mundo junior, y cuando jueguen en un torneo el otro va a ir mentalizado de que le sacaron la chucha en un entrenamiento. Si le hubiera ganado 7-6, el otro iría pensando ‘ahí lo tuve’, pero si le ganas 6-1, va a tener que pensar en hacer algo distinto para no perder 6-0″, plantea.
Esos intensos días de práctica también tuvieron espacio para las anécdotas, las que por supuesto no duda en contar el primer iberoamericano en ser número uno del planeta. “El pendejo entiende rápido. Lo que sí, creo que es demasiado buenito, porque los chinos por una cosa de cultura son así. A lo mejor es muy educado, aunque quizás lo que menos tengo es ser educado”, dice, y lo grafica con un ejemplo: “Cuando la pelota pega en la net, dice ‘sorry, sorry’, como si fuera demasiado malo. O tampoco se atreve a pegar un pelotazo. Entonces, le dije ‘hueón, pónselo en la cara’. De hecho, le puse un pelotazo. La pelota dio en la red y me quedó para pegarle y él no se movió y le llegó en el pecho. Pero él entendió el mensaje. ‘Eso es lo que te va a pasar en un partido, es parte del juego y no tiene nada de malo. Por último, después dices sorry. A veces no tienes otra opción que tirar la pelota fuerte al cuerpo’, le expliqué”.
“También le he dicho: ‘Te veo tirando un partido, yo me paro y me voy’. Y él se ríe y yo le respondo ‘de qué te reís, hueón’. Le digo ‘no te estái moviendo, última posibilidad que te doy’. Otra vez le dije ‘me hacís ir a Egipto y tiras un partido allá, nunca más me vas a ver’. Pero él entiende y todo es en buena onda. Lo tengo que hacer más perro en la cancha, tampoco irrespetuoso. Le digo que en el tenis no viene a hacer amigos, que esto es una lucha, una guerra que hay que ganar. Puedes jugar hasta los 40 años, si lo haces bien. O sea, te quedan 23 años de carrera. La gracia es que, cuando te retires, digas ‘di todo lo que podía dar’, porque uno nunca sabe qué puede pasar. ‘Dalo todo, sácate la cresta y yo te voy a ayudar’. Pero fuera de hueveo, le agarré cariño”, confiesa el chileno, en su particular estilo.
La relación personal es cada vez más estrecha y se dieron situaciones bastante divertidas en este periodo de entrenamiento. “Yo tengo un humor negro y él me entiende las tallas, se ríe y me contesta. No me deja que le hable en inglés, me pide que le hable en español porque quiere aprender español. Entonces, le hablo como chileno. Le digo ‘ándate a la chucha’, y ahí caga”, afirma entre risas. Acto seguido, celebra un aspecto de su discípulo que le llama la atención: “A diferencia de la mayoría, no agarra el teléfono cuando descansa en los entrenamientos”.
Por otra parte, cuenta que el padre del tenista, un exfutbolista chino que entró en la historia por ser el primero en jugar en España, y la madre, una campeona de tenis de mesa, han sido sumamente respetuosos de su trabajo. “Él es hijo único, el papá no huevea en nada, no es como el papá de Tsitsipas... Me trae agua, los grip. La mamá, lo mismo. Son un amor”, destaca.
Un clic a la primera
Sí, en el transcurso de la conversación, Ríos se sincera y como pocas veces no escatima en elogios hacia su eventual pupilo. “Me recuerda mucho a mí, es muy parecido en la manera de ser. En mi vida me había impresionado tanto al ver jugar a alguien. Lo había visto jugar con Shapovalov, me llamó la atención, pero no lo pesqué mucho. Aparte tiene 17 años y nunca ha tenido un entrenador de tiempo completo y ni ha hecho una pretemporada. Está 300 solo por lo que ha visto. Imagínate si lo llego a entrenar o lo llegan a entrenar, el potencial que tiene es increíble”, sostiene.
De hecho, de concretarse el acuerdo, el zurdo se fija objetivos, donde los números no necesariamente serán importantes en el comienzo. “Le dije que si estoy con él, me da lo mismo lo que haga en el primer año. Tiene 17 y que a los 19 esté entre los 20, yo feliz, pero necesita un año para aprender, para saber jugar... Yo quiero que aprenda. Igual, su ranking es mentiroso, porque se pega un rajazo y se mete rápido arriba”, apunta. Y añade: “Técnicamente, él es muy bueno, pero tácticamente le falta mucho todavía. Lo bueno es que va aprendiendo rápido y no me impresionaría que el hueón se metiera rápido y terminara 150 ahora y no el próximo año”.
“Físicamente también le falta, porque es muy chiquitito. Todavía no lo veo jugando a cinco sets, pero lo que juega, lo juega muy bien. Le falta una buena pretemporada. No tengo nada que corregirle y eso que soy súper crítico”, apunta. Eso sí, tiene una sola recomendación: “Es súper niño, anda puro hueveando y está bien. Le digo que no me copie las hueás malas, pero quiero que sea perro en la cancha y que diga ‘aquí estoy yo y no me vienen con hueás’”.
Tampoco duda en comparar a Jerry Shang con los grandes del tenis. “Tiene mejor revés que Alcaraz, también tiene mejor derecha, porque es más pesada. Saca mejor, pero Alcaraz hoy es un conjunto de cosas, porque mentalmente es muy fuerte y tiene otras características. También se mueve increíble y tiene esa estirada de Djokovic, en la que llega a todo con las manos y sin mayor esfuerzo. Pero no me gusta, porque abusa demasiado de su facilidad, más allá de que le sale bien”, plantea.
Ríos es un hombre de convicciones en el tenis. En ese aspecto, hubo una señal clave que apunta a que el camino de ambos va a permanecer unido en un vínculo más duradero. “Estas cosas funcionan cuando hay un clic y aquí hubo clic a la primera. Aquí hubo un clic de que entendió altiro. Yo le dije ‘te voy a decir las cosas tal como son’. Me decía a todo que sí, pero no por haber sido número uno del mundo tengo la razón de todo; yo me puedo equivocar, así que le dije que no me diga que sí a todo”.
Tal ha sido el entusiasmo del extenista de 46 años que está empeñado en ver qué aspectos potenciar del jugador y eso hoy lo tiene mentalmente muy ocupado. “En la noche me despierto como cinco veces para ir al baño y me pongo a pensar en qué lo puedo mejorar. Empiezo a buscar ideas y ahí me quedo un buen rato. Se me metió fuerte y me encantaría que pasara el tiempo rápido para ver hasta dónde llega”, revela, con la misma ilusión que tenían cuando repartía su talento por el circuito. Sabe que está al frente de una gran oportunidad.