Marco Rojas ya está en Chile. Llega cargado de maletas y también de ilusión. El delantero neozenlandés es el último refuerzo de Colo Colo. A los 30 años, llega al país del que es oriundo su padre para responder a la confianza del Cacique y para demostrar por qué en algún momento fue bautizado como el Messi kiwi. Y para hacerse un lugar en una posición en la que Gustavo Quinteros cuenta con una amplia variedad de alternativas, pero que siempre quiso reforzar.
Rojas está feliz. “Es un orgullo para mí y mi familia. No hay palabras para expresarlo. Estoy feliz de estar aquí. Todavía no hay mucho que decir, pero ojalá se arregle todo luego”, planteó a su arribo al aeropuerto de Pudahuel, donde era esperado por funcionarios del equipo albo.
“Me siento feliz de estar en el país de mi padre. Es algo emocionante”, sostuvo, respecto de la posibilidad de desempeñarse profesionalmente en la liga local. Había venido antes al país, pero en otro plan. “Es mi tercera vez en Chile, antes vine de paseo. Espero llevar la camiseta con orgullo, es algo especial para mi familia. Es una combinación de todo. Mis expectativas son empezar a trabajar duro”, añadió.
Una tradición familiar
De Colo Colo se reconoció ampliamente informado. Primero, claro está, por la preferencia familiar. “En mi familia son todos colocolinos, conozco mucho. No he podido ver todos los partidos por el horario, estoy al otro lado del mundo, pero conozco bastante”, puntualizó.
El contacto con Quinteros se producirá después de la formalización del vínculo. “Pude hablar algo rápido con él, pero hay algunas cosas que asegurar primero y después de eso podré hablar un poco más con él”, explicó.
Lo que relució fueron sus expectativas. “Fue una sorpresa este llamado, pero tengo fe en mis habilidades, trabajaré para ver hasta donde llegar”, concluyó.