Cuando más lo creía, María Fernanda Valdés lo hizo. Su oro lo consiguió a pulso y desde atrás, demostrando que la última palabra siempre se dice sobre la tarima. Y fue allá arriba donde alcanzó la gloria.

La súper chilena cumplió con su rutina de concentración previa a levantar, donde se bloquea para que nadie entre en su mundo interior. Buscaba los mejores registros de su vida en el arranque (levantar la pesa en un solo impulso): 110 kilos en el primer intento, 112 después y un fallido de 114, el tercero y último.

Antes de cada parcial, se paseaba reconociendo la barra que segundos más tarde exhibiría sobre su cabeza. Se movía de un lado a otro, en silencio, para luego subir a librar la batalla panamericana. Su grito, característico y reconocido, retumbó con fuerza en el coliseo Mariscal Cáceres, de la Escuela Militar de Chorrillos.

En el último intento del arranque, un instante de incertidumbre terminó desprendiéndola de la barra, que cayó y amargó a la serenense.

Es que al frente tenía a la dominicana Crismery Santana, campeona del mundo y del panamericano específico en la categoría hasta 87 kilos. Valdés llegó con un total olímpico, que es la suma de arranque y envión (levantar la pesa en dos movimientos, hasta el pecho y arriba), la única medalla que cuenta en los Juegos, con 10 kilos menos que la caribeña. Por eso, su cara transparentó la desazón al no haber conseguido los 114.

Pero en el envión la chilena es una de las más fuertes de todo el orbe. Y con esa garantía subió a la tarima intentando lo que parecía imposible: quedarse con el oro. Emoción pura en cada movimiento. Junto a la ecuatoriana y la venezolana, la pelea comenzó a librarse con una tensión enorme. Cada kilo que una cargaba, la otra lo respondía, hasta que llegó el desenlace como el momento más emotivo.

Santana venía envalentonada. Rompió el récord panamericano de arranque y quiso garantizarse el oro con un tercer intento de 147 kilos y el ambiente se encendió. Respiró, cargó, pero ya con la barra en los hombros, llegó su martirio. Allí, el codo izquierdo sufrió de más, sacándola por completo de la competencia. Lloró y debieron asistirla, dejando pasmando a su numerosa hinchada y decretando la brega, ahora, entre Valdés y la ecuatoriana Tamara Salazar.

Euforia absoluta

En su último intento, Valdés firmó la gloria. Cargó a los hombros los 147 kilos, su máximo personal, pero si quería soñar con lo inédito, debía sostenerlos sobre su cabeza. Y lo hizo sin problemas, dejando atónitos a todos y el suspenso en manos de Salazar, que buscaba igualarla. No lo consiguió, desatando la euforia en la tímida trinchera chilena. Hasta Miguel Ángel Mujica, presidente del COCh, celebró la hazaña ante los ya mudos dominicanos.

Valdés lo puede todo. Emocionó con un verdadero show. Es la más fuerte de todas, aunque sea por un kilo. Otra vez lo demostró.