Cuando Jorge Cajigal, el reconocido exfisiólogo del CAR, midió los niveles de esfuerzo de Martín Vidaurre (20), supo que al frente tenía a un verdadero talento. Eso ocurrió en 2015, cuando el bronce panamericano de Lima 2019 apenas tenía 15 años. Cajigal ha medido a todos los deportistas del alto rendimiento chileno desde 1995.

“En mayo de 2015 comenzamos a trabajar juntos. Y Martín, con 15 años, superó el récord de potencia anaeróbica máxima (watts/kg) de los ciclistas de pista adultos que participaron en Juegos Panamericanos de Toronto, y eso que tenemos buenos corredores de pista”, cuenta Cajigal. Sus medidas fueron 24,6 watts/kg y una potencia aeróbica máxima de 7,3 watts/kg con un VO2 max de 84,3 ml/min/kg… Para quien no entienda esta medida, Vidaurre ya era un súperniño.

Es hijo de Cristóbal, el ex campeón panamericano de MTB y destacado piloto de rally, por lo que desde los dos años ya pedaleaba sin rueditas adicionales que lo ayudaran. Así, no fue difícil entrenarlo y llevarlo a soñar en grande. “Cuando lo tomé, lo primero que le pregunté fue cuáles eran sus sueños y hacía dónde quería llegar. Me dijo que sus sueño era ir a los Juegos Olímpicos, así que comenzamos a trabajar para eso”, recuerda Cajigal. Ahí comenzó la aventura, que hoy lo tiene entre los 10 mejores exponentes sub23 del cross country (XCO) en el mundo.

Este año iba a ser suyo. Clasificado a Tokio y contratado en el equipo de MTB profesional alemán Lexware, esperaba al fin cumplir uno de sus grandes anhelos. Pero pese a la suspensión de los Juegos, pudo viajar a Europa, entrenar y correr junto a su team, fogueándose aún más para 2021. Deportivamente, 2020 no fue un año amargo para él.

A comienzos de octubre consiguió el cuarto lugar sub 23 en la Copa del Mundo de Nové Mìsto, en República Checa. Luego, en el Mundial de Leogang, Austria, destacó con un sexto lugar en la categoría Sub 23, resultados que ningún otro chileno había conseguido jamás en el XCO.

Pero no siempre fue así. Cuando comenzó su aventura en el alto rendimiento, Vidaurre ganaba todo en Chile y América, pero cuando comenzó a enfrentarse a competidores de otros continentes, entendió lo duro de la competencia:. “El Mundial de Australia, en 2017, fue fundamental para que conociera de chico cómo era competir a ese nivel. Allí, estuvo muy atrás y al final repuntó y terminó 25, pero le costó mucho. Se frustró un poco y le expliqué que tenía dos alternativas: o lloramos y volvemos a Chile, o hacemos los cambios y las mejoras”, cuenta Cajigal. Desde ese momento, algo en él cambió.

Por estos días, el súperniño suma kilómetros en La Parva, a la espera de la próxima temporada, que tiene a Tokio como el gran objetivo.