Dicen que las hermanas de Maradona estarían pensando en internarlo debido a sus severos y explícitos problemas neurológicos. La última intervención del ex jugador en TyC Sports, una cuña grabada por teléfono donde balbuceó algo parecido a un discurso de indignación por la poca entrega de la Selección Argentina en el debut de la Copa América, solo redundó en lo que ya se sabe pero pocos quieren asumir públicamente: Maradona está muy mal, cada vez se le entiende menos lo que habla y no coordina dos ideas. Sus imágenes más recientes como entrenador en México lo mostraban torpe y vencido. En definitiva, Maradona se está muriendo.
La caída de uno de los mejores jugadores de la historia, he aquí lo más triste, podría trazarse matemáticamente en un gráfico. Cada vez que habla se escucha peor, más confundido, más dañado. Por momentos no se le entiende nada.
Ya ha tenido episodios severos que lo tuvieron al borde de morir. Como la descompensación que sufrió en Canal 13 en 1997 luego de asistir al Programa Viva el Lunes o la famosa sobredosis de cocaína en Punta del Este en enero de 2000, cuando fue salvado por un joven médico uruguayo, y el rumor que se tomó las calles de Buenos Aires en abril de 2007, donde el canal de noticias Crónica TV puso la pantalla en negro, esperando la confirmación de la muerte de D10s. El más reciente es de hace un año, tras el famoso partido entre Argentina y Nigeria en Rusia, después de que Maradona hiciera un show desaforado en la platea. En esta última ocasión, el mismo Maradona anunció "acciones legales" contra los propagadores del chisme. Anuncio que quedó en eso.
Pero ahora es distinto. No parece que la capacidad de Maradona para resucitar pueda salvarlo de una proceso degenerativo neurológico tan claro. Desde hace algunos años, cada intervención del Diego frente a los micrófonos exige un ejercicio de paciencia y una gran dosis de negación de la verdad. No puede aceptarse, como dijo un periodista argentino luego de la frase que le dio a TyC, que "cuando habla Maradona, siempre es importante". La gigantesca figura como jugador, no alcanza a tapar la terrible realidad. El emperador está desnudo. Basta.
Es el momento de dejar en paz a Diego Armando Maradona. Quienes lo idolatran deben entenderlo. El hombre está enfermo, el hombre se está muriendo, el hombre no puede más. Que la nube de obsecuentes y oportunistas se haga a un costado. Endiosar a un jugador no lo convierte en dios. Menos en inmortal. Ojalá sus hermanas, o alguien, lo internen y salven de una vez. Que tenga lo que le resta de vida con un poco de dignidad. Recuerdo una noche de marzo en 1980 en el Estadio Nacional. Esa noche se enfrentaron Colo Colo y Argentinos Juniors en un amistoso.
El recital de Maradona esa jornada no se puede repetir en palabras. Me parece increíble que ese muchacho de pelo crespo, que volaba sobre la cancha y era capaz de inventar cualquier cosa con la pelota, dejando al público dibujando una O con la boca de admirativa perplejidad, sea este anciano de apenas 59 años, que camina y también es empujado cada vez más hacia el abismo.