Medvedev, el número 1 que no puede jugar Wimbledon tras ser baneado por la guerra

Medvedev
Medvedev tras caer en Acapulco ante Rafael Nadal.

El ruso no podrá estar en el Grand Slam que se jugará en Londres tras la decisión del torneo de bloquear a los rusos por la invasión a Ucrania. Una temporada de altibajos de uno de los deportistas que promete quedarse por mucho tiempo en la cima.



La lógica hace pensar que el año en que consigues el número uno del mundo, todo está a tu favor. Que levantas títulos constantemente, que llegas a las instancias finales en casi todos los eventos o que tu nombre copa las portadas de las mejores revistas. Bueno, para Daniil Medvedev está lejos de ser así. El ruso comenzó 2022 de gran forma, pero rápidamente esas sensaciones se fueron apagando. Hoy está en la cima del ranking, pero en gran parte por los increíbles logros que consiguió el año pasado.

Y es que tras la final perdida en el Open de Australia de este año, la temporada tuvo un giro radical para el tenista de 25 años. La invasión rusa a Ucrania lo puso (de forma injusta) en el primer plano de la polémica, viéndose perjudicado con la presión mundial y el posterior veto para disputar Wimbledon. Entre medio, una hernia lo obligó a operarse y perderse varios torneos.

Pero justo antes de aquello la cima del mundo tocó su puerta. Fue a fines de febrero de 2022 que el moscovita le usurpó la corona a Djokovic y se instaló como número uno del mundo. Fue un estadía corta, de solo tres semanas, pero que le bastó para terminar la monarquía del serbio de 79 semanas ininterrumpidas en lo más alto.

¿Por qué logró ese salto? Principalmente por lo cosechado en el tramo final de 2021 y en el arranque de 2022. Además de la final de Australia, en donde perdió de forma agónica tras ir dos sets arriba ante Nadal, el ruso venía inflado por sus logros en la segunda parte de la temporada pasada. En ese tramo además de levantar el Masters 1000 de Canadá y el recordado US Open, donde conquistó su primer grande y dejó a Djokovic sin levantar los cuatro Grand Slam en una misma temporada, el ruso logró instalarse en la final del Masters 1000 de París y en las ATP Finals.

Ese sprint de logros, sumado a que Nole perdió 2000 puntos por no poder viajar a Australia, hicieron que una vez terminado el ATP de Acapulco (donde hizo semifinal) Medvedev lograse transformarse en el 27° jugador en ser número uno del mundo en la Era Abierta.

El problema fue que tras México, el ganador del Torneo de Maestros de 2020 no pudo seguir replicando su buen actuar. 16avos en Indian Wells y cuartos de final en Miami para luego parar por la hernia. Un mes después volvería en Ginebra, pero perdería en el debut. Ya en Roland Garros logró repuntar, pero perdió en octavos ante Marin Cilic.

Fue tras el Grand Slam parisino que nuevamente llegó al número uno. La derrota de Djokovic en cuartos de final, provocó que el ruso escalara a la cima con 7.950 puntos y volviese al sitial que había perdido meses atrás.

Aparte de aquello, lo positivo son dos cosas. Una que es que la arcilla (su peor superficie) quedó atrás y la otra es que Daniil siempre ha rendido más en la segunda parte del año. Con las pistas de cemento norteamericanas aparece su mejor versión, algo que siempre se prolonga hasta el Masters de final de temporada. Nueve de sus 13 títulos los ha conseguido en esa ventana.

Eso hace creer que ahora puede venir calma tras un año donde pasó por todas las emociones posibles. Espera que tras Wimbledon atrás queden los castigos por ser ruso, las lesiones y las malas actuaciones. Tiene asegurado el número uno hasta fines de julio, algo que puede prolongarse si los resultados lo acompañan.

La persona detrás de la raqueta

Medvedev es, al igual que su 2022, un personaje de extremos. A veces lo miras y es hielo, sin expresiones, sin sentimientos, solo machacando una y otra vez la pelota, como si nada pasara por su cabeza. Pero también puedes verlo y encontrar el fuego. Raquetas rotas, gritos al público, reclamos con los jueces. El menú siempre cambiará y nunca sabes cuando te encontrarás con cuál.

Recordada es la pelea que tuvo con Tsitsipas cuando ambos eran adolescentes y se enfrentaron tras un partido de Miami en 2018 en donde el ruso le lanzó fuertes palabras al griego, luego de que este le dijera insultos rusos. “Será mejor que te calles Stefanos, ¿no quieres mirarme a los ojos y hablar? ¿Tienes algún problema? Primero te vas de emergencia al baño por cinco minutos y luego no te disculpas por los golpes en la red. ¿De verdad crees que eres un chico bueno? ¡Mirame! ¡Mirame! Eres un niño que no sabe pelear”, dijo.

También causó revuelo su actuar en el US Open de 2019 cuando jugó con el público en contra durante todo el torneo, recibiendo abucheos constantes por haber tenido un cruce con un pasapelotas en los primeros partidos. “Los amo, ustedes me hicieron ganar”, le confesó al público de manera irónica en aquella oportunidad.

Australian Open
Medvedev protestando por el coaching del papá de Tsitsipas en el Open de Australia de este año (REUTERS/Loren Elliott)

Pero Daniil no es solo esa cara de la moneda. Muchas veces sorprende por la tranquilidad que se toma sus derrotas, destacando siempre una actitud muy positiva. Tras dejar escapar el Open de Australia no solo se mostró tranquilo, sino que también destacó lo hecho por Nadal. “Quiero felicitarte Rafa, especialmente después de lo que pasó. Le pregunté a Rafa después del partido, ¿no estás cansado? Yo pensé que podía ganar, pero realmente levantaste tu nivel para ganar. Felicidades a tu equipo. Para mí esto no es el final”, contó en la premiación.

Algo que se repitió la semana pasada cuando perdió la final de ‘S-Hertogenbosch ante el 205 del mundo. “Lo primero de todo, felicitar a Tim. Ha sido una semana increíble. Primer torneo en la ATP y, así como si nada, destrozas al número dos del mundo (el ranking aún no se actualizaba) en dos sets en la final. No sé cómo te sientes, pero imagino que será una sensación increíble”, le dijo en un tono amigable.

Esas son las dos versiones de Medvedev, un ruso que vive en Montecarlo, que está casado con su novia de toda la vida, que estudió educación física en la universidad y que comenzó a jugar tenis a los cuatro años. Un tipo de 25 años que está en la cima del mundo y que ahora espera no dejarla tan pronto. El futuro está en sus manos.

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