Hoy podía ser el día más importante en la historia del tenis. El día en que el duopolio legendario de Federer y Nadal fuese superado por el anárquico Novak Djokovic. El día en que el serbio consiguiera los cuatro grandes en un mismo año y de paso sostuviera bajo sus hombros el número prohibido de 21 Grand Slam. Pero Nole no tuvo en cuenta que los mejores guiones pueden tener a un antagonista ambicioso, glorioso. Y en esta película fue Medvedev fue quien terminó robándose la atención y levantando el trofeo. El tope sigue siendo 20 en una carrera que hoy tiene a un nuevo participante.
Es una pared humana. Un jugador que no necesita de efectos ni de una gran postura para hacer un tenis perfecto. Te contiene, te mueve, te ilusiona incluso a veces con su desgano. Pero no te deja ganar un punto. Ve un espacio y no te perdona. Conecta un misil y te deja embobado viendo como te quitó el alma en cada paleteo. Daniil es un tipo duro de roer, que no iba a permitirse otra caída en una final de Grand Slam.
Y el primer set fue un aviso. Muchos pensaban que ya hasta era cábala para Djokovic perder la manga inaugural. Que después de eso vendría lo mejor del multi campeón. Pero Medvedev es distinto a Zverev, Berrettini, Brooskby y Nishikori. El ruso es un hombre de hielo. La vida y este mismo escenario le han enseñado que no se puede dudar. Así que no sucumbió ante la presión y siguió mandando las acciones. Colocación, seriedad, inteligencia y valor. Una fórmula que solo puede traer sonrisas, y vaya que llegaron.
6-4 y 6-4 los primeros dos parciales. A solo 24 puntos de poner su nombre en un listado dorado para el tenis. De poder decir que es un grande en la época de los más grandes. Una sensación que también había sentido en este mismo estadio pero en 2019, cuando en su primera final de Grand Slam vio como ese sueño se evaporaba frente a él tras perder en el quinto set ante Nadal. Esa caída de seguro pasó por su cabeza mientras jugaba ese set definitivo. La que sufrió en Australia, a principios de este año ante el mismo Nole, también se cruzó en sus pensamientos mientras miraba a la multitud estadounidense.
Djokovic por su parte, atónito. El objetivo de los cuatro grandes en un mismo año calendario se le escapaba entre los dedos. Lo vio tan cerca que no supo que hacer con él. O no lo dejaron para ser justos, porque pese a que Novak comenzó frío, el gran responsable de que el número mágico siga siendo 20 fue Daniil. El de los Balcanes siempre luchó, pero nunca supo como ganar la guerra.
La victoria se selló con un 6-4 a favor del dos del mundo. Fue un cierre con dudas, drama y doble faltas. Todo el espectáculo que merecía la instancia. Los nervios llegaron, pero el ruso supo como superarlos. Confío en su servicio y lo logró. Se tiró al piso de forma hasta cómica y celebró su primer grande. Es el quinto humano en ganarle una final de Grand Slam a Djokovic y lo celebró con timidez. Casi sacándose un peso de encima.
Desde hoy, Medvedev tiene uno. Djoko se queda en 20, al igual que Rafa y Roger. Sigue siendo ese el número mágico. Y por otra parte el hito de Laver, Graf, Court y Budge de conseguir todos los grandes en un mismo año, quedó como una anécdota. Hoy fue el día del ruso, quien en Nueva York al fin se hizo grande. El primero de la Next Gen en decirle a los súper humanos que puede vencerlos en donde nadie más puede.