Con la desesperación hasta el cuello llegaba Argentina al Estadio Atahualpa de Quito a buscar su clasificación al Mundial de Rusia frente a un Ecuador eliminado y que sólo buscaba una digna despedida ante su público.

Los 2.850 metros de altitud de la capital ecuatoriana y el karma de no haber ganado ahí hace 17 años crearon un clima de tensión máxima al otro lado de la cordillera, pues la posibilidad de no participar por cuarta vez en una Copa del Mundo estaba latente. Los últimos tres empates, dos de ellos como local, ponían en duda la capacidad del equipo de Jorge Sampaoli, que más encima, tenía que estar pendiente de lo que sucediera en otras canchas. Sobre todo, del devenir del partido entre Chile y Brasil.

Tal era la inseguridad en la AFA, que los dirigentes se las ingeniaron para llevar a la concentración argentina al brujo Manuel, quien trabaja en Estudiantes de La Plata y que fue recomendado para la ocasión por Juan Sebastián Verón. Es más, el "personaje místico", como lo describe la prensa de su país, se dio la maña de recorrer el campo de juego en los minutos previos al trascendental cotejo.

Todo comenzó muy mal para los subcampeones de América. Apenas 41 segundos transcurrieronpara que Sergio Romero tuviera que ir a buscar el balón dentro del arco. Una rápida combinación entre Romario Ibarra y Roberto Ordóñez terminó en disparo rasante del primero para abrir la cuenta. El júbilo era total y el terror se apoderaba de la banca argentina, que ni en sus peores pesadillas tenían comtemplado comenzar perdiendo tan rápido.

Luego del tambaleo inicial, Ángel Di María y Lionel Messi se dieron cuenta de que el flanco derecho ecuatoriano era un verdadero pasadizo. Por ese sector, el jugador del PSG tuvo dos tiros desviados, lo que sería un anticipo de lo que vendría a los 12 minutos. En ese momento Lio tomó el balón, hizo una pared con Di María y definió con un remate bajo.

A la luz de los resultados que se estaban dando en ese momento, el empate no le servía a la Albiceleste. Y eso lo entendió su máxima figura, quien tomó el protagonismo que se le exige a un jugador de su categoría y encontró la solución al problema que atrapaba a su equipo. A los 20', le robó un balón al ecuatoriano Darío Aimar, quien intentó hacerle un túnel, y definió con un zurdazo alto e inatajable para Máximo Banguera.

Con la ventaja a su favor, Argentina comenzó a administrar el balón y a explotar las subidas de la Tricolor, que mostraba severas licencias en el fondo. Incluso, Di María pudo anotar el tercero, a los 32', pero el portero local achicó de gran manera para evitar la tercera caída de su valla.

Convenientemente, Sampaoli y sus dirigidos se retrasaron lo más posible, mientras en Sao Paulo, Asunción, Montevideo y Lima ya se habían reanudado los encuentros. Sin embargo, esa movida no fue necesaria, ya que Messi no estaba dispuesto para soportar la incertidumbre y con su magia anotó el tercer tanto, a los 62'. Arrancó en velocidad y sacó un remate alto que sorprendió a Banguera. Un verdadero golazo para llevar a Argentina al Mundial.

Los minutos restantes fueron una fiesta para los transandinos y para su hinchada, que se escuchaba ante el silencio de la parcialidad local. El "volveremos, volveremos...", sonaba muy fuerte en el Atahualpa.

Llegó el pitazo final y el festejo desaforado de Sampaoli, que celebró su primer triunfo en Eliminatorias con su país. Pero principalmente de Messi, la figura del partido y el absoluto responsable de llevar a la Albiceleste. Su magia y jerarquía aparecieron en el momento justo para entregarle un final feliz a una selección que tuvo tres técnicos en el camino a Rusia, en medio de una gran crisis institucional. Pero tienen a una gran figura para olvidarlo todo.