Método Lemoine: La revolución del técnico que transformó en mundialistas a los Cóndores
Llegó en 2018 y cambió de forma rotunda la realidad del combinado de rugby nacional, replicando una transformación que ya había realizado en sus proyectos anteriores. Aquí relata su forma de entrenar y convivir con los grupos que comanda.
Pablo Lemoine es un referente en el rugby sudamericano. Con 41 años no solo es el técnico que llevó a los Cóndores a su primer Mundial, sino que también fue el artífice del proyecto que logró que Uruguay volviera a una cita planetaria tras 12 años de sequía. Aquellos dos procesos, más el breve pero exitoso paso por la selección de Alemania, hacen imposible que no se realce su figura dentro del hito logrado por el combinado nacional hace una semana. Un método que es claro y que demuestra la forma de ser del charrúa.
“Nosotros partimos con honestidad. Les dijimos ‘esto va a ser durísimo, súper sacrificado, van a tener que dejar muchas cosas de lado, van a perder horas de trabajo, plata y capaz que el premio sea cero’. Ese fue el lineamiento que propusimos y que los chicos aceptaron. En definitiva ese es el éxito de la relación staff-jugadores. Nosotros no les mentimos, les dijimos cómo eran las cosas y aceptaron. Es en esos desafíos donde se ha ido construyendo el equipo, donde se han subido esos escalones”, comenta de entrada el técnico charrúa, en lo que es una explicación detallada de lo que finalmente lanza: “El éxito del programa ha sido la honestidad”.
Una frase que en parte se explica por la vasta experiencia que tiene el técnico. Con casi una década al mando de seleccionados adultos, ya conoce el éxito y el fracaso, siendo estas herramientas vitales para su propuesta. Los tres años en Uruguay, más la temporada que estuvo a cargo de Alemania, justo antes de su llegada al país, son el gran soporte en su día a día con los jugadores. “En la parte comunicacional claramente hoy tengo la posibilidad de comunicar experiencia. Mi mayor capacidad hoy es poder transmitir cosas que funcionan y trato de no comunicar experiencias fallidas”, detalla de forma tranquila en un hotel del sector oriente de la capital.
Es ahí donde se hace imposible no reflexionar sobre esta trilogía de proyectos. Desafíos con similitudes muy claras, en donde la principal es que eran equipos que prácticamente no tenían nada. Por eso, cuando llegó a Santiago, en agosto de 2018, el diagnóstico fue claro y muy parecido a lo que le había tocado. “Las realidades de Uruguay, Chile y Alemania son las mismas. No porque los países quieran hacer lo mismo, sino porque las problemáticas son las mismas: falta de jugadores, competencias locales que no son buenas, resistencia al alto rendimiento y falta de recursos. Esas cuatro eran las principales y después puedes sumar otras, como falta de instalaciones para entrenar, falta de cosas específicas y ahí se va formando una bola de problemas en donde hay que ir agarrándolos de a uno e ir arreglándolos”, reflexiona.
No fue un camino fácil. Desde que llegó, junto a la Federación, tuvieron que llevar a cabo un plan revolucionario, donde muchos elementos que llevaban años establecidos, se tuvieron que desmantelar. Cambios de esa magnitud traen inevitablemente malestar en ciertos grupos, algo con lo que Lemoine tuvo que convivir y lo que finalmente, para él, terminó siendo el elemento más complicado de su gestión. “Lo que más costó fue la falta de aceptación. Sacar gente del status quo, sacar gente que eran reyes de su propio castillo, de un castillo imaginario. Tuvimos discusiones con clubes que eran solamente porque no entendían que el alto rendimiento había llegado, que era algo que estaba retrasadísimo. El último país había sido Brasil en 2014 y nosotros estábamos en 2018 y todavía no había alto rendimiento”, sostiene.
Problemáticas que lograron superarse en su medida, pero que aún no quedaron atrás del todo. Es crítico con el actuar de la liga local y con el conformismo de algunas personalidades de estos mismos espacios. Pese a eso, se le ve feliz en el lugar en el que está. Dice que no tiene dudas de lo positivo de su paso por Chile y que la fecha de expiración de su contrato (diciembre de 2022) no es un problema para él.
Es su unión con el plantel la que lo mantiene satisfecho. Los jugadores confían en él y viceversa, generando las condiciones propicias para que su mensaje y proyecto siga en pie. “Soy una persona que propone un objetivo y, si ellos están dispuestos a aceptarlo, nos comprometemos al 100% todos para cumplirlo. Pero es un objetivo de ellos y mío, es algo general. Soy exigente en el cumplimiento de ese compromiso al que ellos decidieron comprometerse. El día que ellos no decidan comprometerse con algo de lo cual yo estoy convencido que necesitamos para cumplir nuestro objetivo o plan, ese día yo me voy y ellos seguirán. Porque yo considero que son objetivos comunes”, advierte de una forma directa, pero que no se percibe como amenaza.
Y es que apenas lanza esa frase, vuelve a declararse encantado con sus jugadores: “Me ha tocado un grupo espectacular. Tienen una fortaleza aun mayor de lo que yo pensaba y por eso estoy tranquilo de que al Mundial vamos a llegar aun con más herramientas”. A fin de cuentas eso es lo importante para Lemoine. La clave de su método. Uno que le dio a Chile el merecimiento de llamarse mundialista.
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