El día en que Diego Buonanotte (30) realizó su debut en el fútbol profesional, el 9 de abril de 2006, Yeferson Soteldo (21) estaba a punto de cumplir nueve años. Vivía en su natal Acarigua, una ciudad ubicada en la región centroccidental de Venezuela, en un barrio despiadado, El Muertico, uno de eso lugares donde el fútbol, más que un deporte, es a menudo una vía de escape. Allí creció el talentoso volante de la U, con dificultades, rápido, sin más horizonte que el del balompié y sin más protección que la de su madre.
Fue en las filas del Zamora donde comenzó su formación, con 13 años. A los 16 debutó en Primera y a los 18 ya era padre. Con apenas 19 aterrizó en Chile, convertido en el fichaje más caro de toda la historia de Huachipato. Corría el 22 de diciembre de 2016 y hacía solo 21 días que Universidad Católica se había proclamado bicampeón con un equipo comandado por un futbolista excelso reclutado del fútbol europeo cinco meses antes. Su nombre, claro, era Diego Buonanotte.
Hoy, casi dos años después, sus caminos confluyen en el Estadio Nacional, el escenario de un duelo de altura entre dos ejércitos dirigidos por enanos. Porque la suerte del clásico universitario número 187 pasará, seguramente, por las zurdas del 10 azul y del 18 cruzado.
Apenas 50 días después del duro golpe que supuso el fallecimiento de su padre, el pasado 6 de septiembre, tras una larga batalla contra las secuelas causadas por un accidente cardiovascular sufrido un año antes, Buonanotte atraviesa uno de sus mejores momentos como cruzado. En el funcionamiento del equipo de Beñat, sólido como pocos, correoso por momentos y siempre pragmático, el oriundo de Teodelina es un oasis. Una fuente inagotable de creatividad que, por si fuera poco, este torneo está resultando también decisivo de cara al arco contrario. No en vano el argentino, un habilitador nato, es hoy el máximo artillero de la UC con siete tantos. También el jugador más castigado, con 63 faltas recibidas, más que ningún otro compañero de equipo y casi el doble (33) de las que ha padecido el llanero en la vereda de al lado.
Un Yeferson Soteldo (casi 10 años más joven que Buonanotte y, al parecer, un centímetro más alto -1,60 metros mide el venezolano-) que suma siete asistencias en el torneo y tres tantos, pero cuyo volumen de pases totales (462) es también notablemente inferior al del mediapunta cruzado (817). César Vigevani (44), técnico de Soteldo en las filas de Huachipato y DT de las juveniles de River Plate cuando Buonanotte estaba dando sus primeros pasos en el profesionalismo, los conoce bien a ambos. "La diferencia está fundamentalmente en la edad. Diego tiene mucha más experiencia, eso es un plus, y quizás también ese último pase que en un segundo te puede cambiar todo. Yeferson es más explosivo, más desequilibrante en el uno contra uno. Pero ambos tienen la magia que los convierte en los jugadores diferentes de cada equipo. Cuando Diego era más joven se parecía mucho a Soteldo. Veremos qué pasa, pero tanto el uno como el otro son ese tipo de jugadores capaces de abrirte o terminarte un partido en cualquier momento", asegura, en diálogo con La Tercera, el hoy entrenador del Sport Boys boliviano.
Pero a diferencia de Buonanotte, cuyo peso específico continúa creciendo exponencialmente en la precordillera, Soteldo llega al clásico en su momento más delicado, tras ser marginado del equipo en la última fecha por un acto de indisciplina e indultado ex profeso (por los referentes y por Kudelka) para disputar el clásico. "Soteldo es un chico que necesita mucha contención, al que hay que cuidar, estar pendiente de él y acompañar, porque no es fácil hacer lo él que hizo, llegar tan joven dejando en Venezuela a toda la familia y estar solo con su señora y los chicos. Creo que la marginación no lo va a afectar. A él le gusta estar en la cancha y en partidos importantes, picantes como este, es cuando más se agranda", vaticina Vigevani.
Con dos goles cada uno ante el clásico rival universitario (los de Soteldo, eso sí, con la camiseta de Huachipato), más de medio título en juego y la responsabilidad de iluminar a sus respectivos equipos en los metros finales, Soteldo y Buonanotte convertirán a mediodía el Nacional en Lilliput, el reino de los enanos.