México no esperó mucho tiempo para decirle al mundo entero que llegó a Rusia a competir en serio. En su debut despachó nada menos que a Alemania, el último campeón del mundo, con un gran primer tiempo desde todo punto de vista, y con un desplante defensivo para defender la mínima ventaja conseguida al filo del lapso inicial. Así como Chile le anunciaba al mundo hace cuatro años de su fútbol ganándole a España en el mismísimo Maracaná, ahora fue el turno de la campanada azteca.
México sorprendió en el inicio. No sólo porque salió a jugar de igual a igual, como si se tratara de un intercambio frenético de golpes, sino que además supo poner contra las cuerdas al vigente campeón del mundo. Porque una cosa es neutralizar para equiparar la brega y otra distinta es someter al rival. Y justamente eso fue lo que hicieron los aztecas en el primer tiempo con los germanos, imprimiéndole una velocidad e intensidad al pase y sobre todo a las transiciones ofensivas sorprendentes.
Además, no le tuvo miedo a la chapa de Alemania. Y eso suele ocurrir en esta clase de competiciones, donde existe un respeto casi reverencial al favorito. México fue pura irreverencia en ese sentido. Sí, tomó algunas precauciones defensivas, sobre todo poniéndole una marca casi personal a Kroos, pero después pensó siempre en cómo llegar al arco y hacer daño. Pero daño en serio, con tres y cuatro hombres siempre pisando el área.
En esos primeros 45 minutos, México hizo casi todo bien. No fue perfecto porque no aprovechó todas las chances de de gol que se generó antes de la apertura de la cuenta. Debió irse al descanso por más de un gol de ventaja, que llegó casi sobre el cierre tras una contragolpe de manual que encabezó de manera brillante Chicharito Hernández y finiquitó Chucky Lozano. Justo premio para los aztecas, que haciendo un gran esfuerzo físico y también con mucho trabajo táctico, minimizaba a Alemania.
Pero el enorme desgaste realizado le terminaría pasando la cuenta al equipo de Osorio. Ya no tuvo piernas para sostener el partido en campo rival y comenzó a jugar más cerca de la cornisa, rodeando su área para cerrarle los espacios a los germanos. Entonces, todo lo brillante del primer tiempo, apenas consolidado con un gol de ventaja, quedaba en suspenso. Y Alemania, ya con el control del balón y sin la sensación de correr mayores riesgos defensivos, comenzó bombardear el área de Ochoa.
Así como en el primer tiempo cada pelota recuperada de los aztecas generaba un contragolpe rápido, en el complemento cada rechazo volvía rápido a la zona defensiva. Sobre todo por la derecha, especialmente tras el ingreso de Reus, Alemania se posicionó en los alrededores del área, para machacar con desbordes y centros. A esa altura, salvo alguna patriada de Chicharito, todo México estaba encajonado sin poder aguantar más de dos segundos el balón en su poder.
Afortunadamente para los aztecas, esta versión de los alemanes no cuenta con ese clásico centrodelantero letal de otras épocas. Timo Werner todavía parece muy nuevo para esta clase de instancias y Müller estaba más preocupado de asistir que de meterse entre los defensores para aprovechar algún balón suelto. Entonces, todo quedaba supeditado a alguna iluminación de los volantes, que aguardaban agazapados en el borde del área algún balón suelto. Y así era todo más complicado.
La última escena del partido, con Neuer buscando el empate en el área rival, le dio aún más dramatismo a un partido de alto calibre. Pero ni eso le alcanzó a los germanos. México, con un corazón enorme, daba el primer gran aviso del Mundial. Y deja en claro que esta vez sí parece que van en serio. Como para que el mundo entero escuche fuerte: "Viva México, cabrones".