Tener seis puntos en la Copa del Mundo y jugar el tercer partido de la fase de grupos sin haber clasificado es un hecho atípico. La situación presionó al elenco mexicano, que jugó incómodo desde el primer minuto ante Suecia. La tensión se hacía evidente en el rostro de los futbolistas aztecas. Y se ratificaba con los incontables errores y desatenciones que tuvieron en el inicio del encuentro. Estaban obligados a ganar y los nervios hacían estragos.
Los errores y las desaplicaciones le facilitaron la tarea al elenco sueco, que salió con la motivación que le daba el depender de sí mismos para seguir en carrera. Los europeos presionaron y no escatimaron esfuerzos desde el primer instante. Ordenados y aplicados. Con líneas compactas y sacando provecho de la movilidad e inspiración de Forsberg, el mejor de la cancha.
A medida que avanzaba el encuentro, México se iba soltando. Botando los nervios y viviendo el partido. Héctor Herrera se acomodó en el medio y aportó equilibrio, pero las ocasiones no llegaban. El criterioso manejo de Vela en el medio no fue suficiente para generar peligro y, a cada instante, el bloque defensivo sueco lucía más firme y cómodo.
Ambos elencos tuvieron ocasiones, pero las mejores fueron para Suecia, que transformó a Ochoa en una de las figuras de la primera parte.
En el segundo tiempo, sin embargo, México no encontró respuestas y desapareció del partido. Los escandinavos encontraron la ventaja recién iniciado el complemento, tras un centro con rebotes que encontró destapado a Augustinsson en el segundo palo.
La apertura de la cuenta fue un golpe demasiado duro. Los aztecas no pudieron levantarse y, así, llegó el segundo, tras un infantil penal, y el tercero, con un autogol. El descontrol era absoluto y el segundo tiempo fue una pesadilla. Hubo tiempo para intentar un descuento, pero la poca claridad impidió cualquier éxito ofensivo. Sobre los minutos finales, la única preocupación mexicana era el resultado de Alemania contra Corea.
Ya no importaba nada. El partido pasó a segundo plano. La atención de la mayoría estaba en el otro encuentro del grupo. A través de los teléfonos, el público veía a los germanos cayendo ante Corea del Sur. Mientras los futbolistas del Tri esperaban sobre la cancha. Y al tiempo que los asiáticos daban la sorpresa, les volvía el alma al cuerpo a los 130 millones de mexicanos. Por eso, las lágrimas del final. Por la emoción por avanzar. Por la rabia contenida tras sufrir hasta el último instante.
Pero siguen en carrera, pese a todo. El sueño de los norteamericanos se mantiene vivo. Y ya están entre los 16 mejores de Rusia 2018. A pesar de que en el horizonte para la próxima ronda surge el ganador del grupo de Brasil. Y el Mundial de las sorpresas mantiene su tónica.