Su salto quedó inmortalizado. La imagen de un delgado basquetbolista, extendido cuan largo es, con piernas y brazos estirados, elevando la pelota, como a punto de clavarla, refleja la grandeza de Michael Jordan, el mejor de la historia. Air Jordan. Focos encendidos sobre su talento. Pero tras ellos, Su Majestad vivía la presión de ser el rey.
Nada puede ocultar lo que logró MJ en sus 15 años en la NBA. Sin embargo, el camino de la deidad del básquet pareció más el de un humano que en su trato cotidiano sacaba lo peor de sí mismo. Una figura exigente que llevó el amor duro hasta el límite.
Días antes de que se estrenara la serie The Last Dance, el director Jason Heir, manifestó el temor de Jordan, protagonista de la historia, por lo que se exhibiría. Según contó al medio The Athletic, le dijo que “cuando vean las imágenes, pensarán que soy una persona horrible”. Se refería al trato sobre su compañero Scott Burrell en la temporada 1997-98, cuando ganaron el sexto título de la franquicia.
Gritos, presiones y burlas le caían a Burrell en cada entrenamiento. Jordan era el mensajero, fiel a su estilo. “Empujé a la gente cuando no querían que la empujaran. Desafié a las personas cuando no querían que las desafiaran. Me gané ese derecho, mis compañeros que vinieron después no soportaron lo que yo soporté”, contó Heir que le expresó Jordan.
Había quienes aceptaban el trato. “Espero que la gente no crea que era un acosador. Simplemente era amor duro”, dijo Burrell al Daily News. “Era la forma en que Michael competía”, argumentó. “Era duro con todos. Si parece que fue un poco más duro conmigo es porque lo fue, yo era el único nuevo”, justificó.
En el libro Las Reglas de Jordan, de Sam Smith, mencionado en la serie, se relata otro episodio. El blanco fue Bill Cartwright, a quien las lesiones le valieron ser apodado Medical Bill por Jordan, cuando firmó por los Bulls en 1988. Lo peor fue cuando le dijo a sus compañeros que no le dieran el balón en momentos importantes. Según cuenta el libro, eso terminó cuando Cartwright lo encaró: “Si vuelvo a escuchar que le dices al resto que no me pase la pelota, nunca más volverás a jugar básquetbol”. Cartwright dejó los Bulls seis años más tarde, con tres anillos.
Era el trato que a Jordan le gustaba. Cuando le demostraban que podían ganar su respeto, pasaban a agradarle un poco más. Lo vivió Steve Kerr, actual entrenador de Golden State, quien quedó con un ojo morado por culpa del 23. En la pretemporada de 1995-96, Kerr, molesto por comentarios de Jordan, lo marcaba fuerte y cometía faltas de vez en cuando. En una, el base le pegó en el pecho, a lo que MJ reaccionó con un puño en su ojo. La estrella dejó la cancha y más tarde llamó pidiendo disculpas, impulsado por el técnico Phil Jackson, según relata el entrenador en su libro Once Anillos. El actual coach de los Warriors no hizo mayor escándalo. “A partir de ese día Michael me miró con otros ojos. Jamás volvió a meterse conmigo, ni me avasalló y empezó a confiar en mí dentro de la cancha”, dijo a ESPN.
Will Perdue también sufrió las burlas cuando llegó a Chicago. Según Jordan, el refuerzo no era digno de llevar su apellido, el cual es nombre de uno de los mejores equipos del básquet universitario. “Me miró como si no fuera lo suficientemente bueno para jugar en Perdue, así que me llamó Will Vanderbilt (el nombre de una universidad de poco prestigio)”, reveló al sitio Fansided.
Algo similar vivió Horace Grant, según contó Sam Smith en KNBR, ya que después de un partido en que el ala-pívot no jugó bien, MJ le dijo a la azafata del avión que los devolvía a Chicago que su compañero “no merecía comer”. Entonces, no comió.
No solo los miembros del plantel eran blanco de burlas. También Jerry Krause, gerente general de los Bulls. El sobrepeso del directivo y su baja estatura fueron los aspectos que la estrella utilizó. A Michael no le gustó que Krause dijera que las organizaciones son las que ganan títulos, no los individuos; ni que antes de iniciar la temporada 1997-98, determinara que sería el último año de Jackson en la banca. Decisiones que costaron la separación, pues Jerry no sucumbía ante el 23.
Lo anterior pasaba en su casa. Fuera de ella, era temido y admirado. Una gran rivalidad es la que construyó -y que se alimenta en la serie- con Isiah Thomas, el exbase de Detroit, equipo que dominó la NBA justo antes de los Bulls. Aunque Thomas nació en Chicago, versiones dicen que el distanciamiento con la estrella del equipo de su ciudad comenzó cuando Jordan tomó más protagonismo, al mismo tiempo que la ilusión de los Bulls de ganar un torneo se disipaba cada vez que enfrentaban a los Pistons. Detroit no soportó que Chicago ganara la final del Este en 1991 y dejó la cancha sin saludar a sus rivales, lo que estiró la brecha. Aunque Jordan no era el único que no soportaba a Thomas, se le indica como el responsable de que el base no fuera parte del Dream Team del 92, en los primeros Juegos Olímpicos con jugadores NBA, a pesar de que el entrenador de dicha selección, Chuck Daly, era el mismo que dirigía a Isiah en los Pistons.
Reggie Miller fue otro némesis de MJ. “Si me cruzo con Jordan hoy, probablemente le daría un puñetazo”, dijo la exestrella de Indiana en el programa de Dan Patrick, en Estados Unidos. Estos incluso llegaron a los golpes en medio de un partido, donde se hablaban hasta sacarse de quicio, en 1993.
No solo en la cancha se vio su personalidad. Esa competitividad hacía que Jordan jugara intenso incluso a las cartas. Con el dinero que ganaba, se envició con las apuestas, además de con el humo de los buenos habanos que a menudo le acompañaban. Desde millonarias partidas con Scottie Pippen hasta cheques que, en no tan buenas manos, le causaron problemas. “Me metí en situaciones de las que no pude escapar”, dijo a 60 Minutos.
Tanto le gustaba apostar, que en 1993, luego de perder el primer juego de la final del Este, se le vio hasta la madrugada en Athlantic City. Igualmente, los Bulls ganarían la NBA aquella temporada. Eso sí, la frecuencia en que Jordan apostaba le valieron un llamado de atención del excomisionado David Stern, quien le sugirió cambiar sus hábitos.
Y hasta el día de hoy causa controversia. En The Last Dance, Jordan cuenta que en su primer año, 1984-85, llegó a una pieza donde estaban sus compañeros separados en tres grupos: cocaína, marihuana y prostitutas. La confesión le cayó mal a Craig Hodges, quien dijo a Fox Sports que los jugadores de la NBA son “una fraternidad” y que los miembros de ese equipo “tendrán que contarle a sus hijos las palabras de Jordan”.
Así y todo, la trayectoria de MJ lo hace el mejor de la historia. Su talento incomparable y su personalidad complicada lo elevan a leyenda. Y como todo bajo el sol, Su Majestad también tiene sombras.