Javiera Moreno es una estudiante de Psicología de la Universidad de Chile. Está en cuarto año. Es una joven efusiva, pero siempre controlada, salvo la noche del domingo en la tribuna Pacífico del estadio La Portada. Celebró como nunca, apenas contuvo las lágrimas, pero el éxito de la selección femenina asomó en su cabeza como el resultado de años de esfuerzo de todas las jugadoras que, como ellas, han tenido que luchar por las carencias del medio nacional.
Era una más, pero con una responsabilidad especial en su condición de secretaria de la Anjuff (Asociación Nacional de Jugadoras de Fútbol Femenino), organización estructurada hace muy poco tiempo y que agrupa a las centenares de futbolistas que, a través del país, superan todo tipo de obstáculos para canalizar la pasión que sienten por el deporte.
En la cancha, en tanto, corría, gambeteaba y sacaba centros su amiga Fernanda Pinilla, la presidenta de la Anjuff. Literalmente, en sus pies tenía buena parte de las esperanzas de la actividad por alcanzar un logro inédito: ir a Francia 2019.
En Santiago, Camila García, pegada a la TV, masticaba la rabia de no estar en el estadio donde el fútbol femenino chileno jugaba el partido más importante de su historia. García, funcionaria de la Cancillería, es la vicepresidenta de la Anjuff.
El trío es la cabeza de una organización de base inmensa, perfectamente comparable con el Sifup, pero que, a diferencia de su par masculina, no está reivindicando el pago de sueldos, sino que exigiendo las condiciones mínimas de seguridad y dignidad.
Desde ese punto de vista, García explica que "la Selección es una burbuja en la realidad del fútbol nacional". La Anjuff ha recogido los testimonios desde Puerto Montt hasta Arica en los que se detallan las grandes privaciones que enfrentan las jugadoras para preparar su actividad deportiva. "Son muchos los equipos que no tienen siquiera agua potable para tomar. Ni pensar en duchas", dice Pinilla, mientras que Moreno explica que "la mayoría de las jugadoras se traslada sin seguros de viaje. ¿Quién responde por las necesidades médicas en caso de accidente?".
El éxito de la Copa América demuestra que la actividad puede alcanzar un nivel de impacto masivo. Hasta ahora casi todo se mueve por la pasión, como indica la delantera María José Urrutia: "Desde que comencé no he recibido un peso, salvo en 2007, cuando clasificamos con la Sub 17 al Mundial de Trinidad y Tobago y nos pasaron mil dólares a cada una. Ahora nos entregarán el premio por clasificar al Mundial de Francia, aunque ni sé cuánto será".
La realidad de Chile es impactante. Sólo algunos clubes ofrecen mínimas ayudas financieras a sus futbolistas, mientras que la mayoría aporta con algo de equipamiento. No son pocos, además, los que se limitan a prestar solo el nombre para que el grupo de mujeres interesadas en participar en los torneos de ANFP pueda competir. "Las ayudas financieras son muy variables, pero en el caso de las jugadoras chilenas van entre 50 mil y 80 mil pesos, aproximadamente", dice Moreno.
A las mejores extranjeras de la liga chilena, como el caso de la argentina Estefanía Banini, se le paga alojamiento, alimentación y un aproximado de $ 300.000 al mes.
Colombia, que ha asomado como ejemplo de profesionalización, ofrece montos muy exiguos, apenas superiores a los que reciben las extranjeras en Chile. El dinero nunca es la meta, porque, en rigor, no existe para el fútbol femenino en Sudamérica a niveles que se aproximen siquiera a las divisiones de menores categorías en el caso de los varones.
Hay situaciones que parecen increíbles, como las de Universidad Católica, que llegó a cobrar $ 15 mil mensuales a las jugadoras de sus equipos sub 20 y adulto, situación que, por fortuna, concluyó. De cualquier modo, hoy los cruzados aportan equipamiento (por acuerdo con su esponsor oficial), viajes y hotelería (con apoyo de la ANFP) y atención kinesiológica.
En el caso de las seleccionadas, la mayoría proviene de Colo Colo, el club que ha mostrado mayor interés en el fútbol femenino, seguido por la U. En estos casos, la relación entre inversión y resultados es absolutamente proporcional, pues las albas han ganado 13 torneos nacionales, salvo los iniciales, que ganó Everton (2008 y 2009), y un par de islas en los últimos años gracias a las azules (Apertura 2016) y a Palestino (Clausura 2015).
A nivel internacional, Marta, la mejor de la historia, tiene un sueldo de US$ 500 mil anuales, mientras que el de Lionel Messi es de US$ 44,5 millones, sin considerar premios por logro. Es decir, 88 veces más que la brasileña. Y eso que la volante defiende al Orlando Pride, el equipo más poderoso de Estados Unidos, la liga más competitiva y mejor pagada. Ahí, el promedio de salarios es de 36 mil dólares al año.
Mirando hacia Europa, el fútbol femenino paga por jugadoras de Sudamérica y el resto del mundo. El promedio de sueldos en la competitiva liga española para las extranjeras es cercano a los US$ 12 mil al año. Ahí los clubes no tienen la obligación de tener rama femenina, aunque la mayoría de los principales sí tiene. El Barcelona, el Atlético, el Athletic y el Valencia llevan bastante público a sus encuentros. Falta el todopoderoso Real Madrid, que se niega sistemáticamente a crear equipo.
Francia, donde compite Christiane Endler, es hoy la liga femenina más poderosa del continente. Sus salarios promedio bordean los US$ 30 mil por temporada.
Llevado al extremo, el análisis local se simplifica: más del 95% de las futbolistas no recibe un peso por jugar. García matiza que "incluso salir a jugar al exterior podría suponer un avance a nivel financiero, pero no es así. Las chicas salen por la convicción de desarrollar sus talentos, pero a costa del sacrificio de separarse de sus familias, sus afectos...".
La exigencia de las jugadoras chilenas respecto de los clubes es muy básica. Así lo sostiene Pinilla: "Hay equipos competitivos, sobre todo en la zona central, pero también puede lograrse mucho si se apoya en los extremos. Yo no puedo exigirles a algunas niñas que jueguen bien si no tienen cómo entrenar en la semana, si no tienen asesoría nutricional o si tienen que entrenar en canchas de tierra o cemento.
"Ojalá que toda esta efervescencia no sea un hecho aislado", dijo el seleccionador José Letelier. Y la misma esperanza comparten Pinilla, García y Moreno, solo tres representantes de centenares de futbolistas -decenas de miles si se les agregan las ligas y competencias estudiantiles- que se suman cada día en Chile al milagro de sobrevivencia llamado fútbol femenino.