En un lugar donde la vida no tiene cabida y solo se puede sobrevivir gracias a tecnologías y artificios, ayer un chileno triunfó de forma natural. Sin oxígeno suplementario, sin sherpas, sin fuerzas; con una misión, un desafío y un hito por conseguir. Juan Pablo Mohr se convirtió en el primer montañista nacional que llega a la cumbre del Everest sin más ayuda que la fuerza de su voluntad.
Así lo aseguran el deportista y también su equipo de apoyo en Chile. "Después de 24 horas de pegue, sin sherpas ni oxígeno, logramos ascender el monte Everest en una jornada muy larga e intensa. Gracias a mi familia, el motor que me mueve, y a todos los que apoyan este proyecto", dijo tras el ascenso, en el que estuvo acompañado por el brasileño Moeses Fiamoncini y el español Sergi Mingote.
Un ascenso que se enmarca en su reto de coronar cinco montañas sobre los 8.000 metros sobre el nivel del mar en tan solo 100 días. Todas, por supuesto, sin oxígeno ni sherpas. Su primera conquista fue el Lhotse (8.516 msnm.), la cuarta montaña más alta del mundo, el jueves 16 de mayo. Ayer, la Cima del Mundo.
Sin embargo, de la veracidad de la hazaña no hay más evidencias que el relato del propio Mohr, así como la travesía registrada por el GPS Garmin, que acompaña siempre al montañista.
En ella se detalla el descenso de Mohr hasta el Campamento 2 del Everest, luego de subir el Lhotse. Desde allí se encaminó hacia la cima del macizo asiático el 20 de mayo, para finalmente conquistarlo este jueves, a las 2.00 AM, hora de Chile.
Ernesto Olivares, uno de los montañistas más reconocidos en el país, y que ha dominado el Everest en dos oportunidades, celebra la hazaña de su amigo y compañero: "Siempre se pensó que era imposible estar sin oxígeno a esa altura. De las nueve mil personas que han hecho cumbre en toda la historia, se estima que solo un 2% lo ha hecho sin oxígeno durante toda la expedición. Eso te da una dimensión de lo que acaba de lograr Juan Pablo", comenta.
Mohr, cuya travesía fue apoyada por marcas privadas como CMPC, BTG Pactual y North Face, triunfa en una época donde la montaña, aquel inhóspito lugar indomable para el ser humano, se ha comercializado hasta el hartazgo. Fue durante este mismo martes que se rompió el récord de ascensos al Everest en un día: 200 (ver secundario). Mohr reniega de toda ayuda. Su estilo purista desecha el uso incluso de sherpas que le ayuden a cargar el equipo. La dificultad que requiere tal tarea hace emerger opiniones encontradas.
"Es un absurdo", asegura Cristián García-Huidobro, el primer chileno en alcanzar la cima del Everest en la historia, el 15 de mayo de 1992. "Cada uno puede hacer lo quiera. Se puede subir; es más, yo también hubiese podido, pero desde mi punto de vista es poner en riesgo la salud", indica. Aunque reconoce, sin matices: "Cualquier hazaña de un chileno en esas condiciones es indudablemente destacada. Todo el mérito es para él (Mohr). Es la respuesta a una gran preparación".
Claudio Lucero, considerado uno de los padres del montañismo nacional, reconoce no saber de la hazaña, aunque sí expone sus dudas sobre la expedición: "No puedo opinar, pero veo difícil que haya podido subir solo un equipo para 15 días", sentencia.
GPS Primordial
Desde su equipo explican la manera para que Juan Pablo Mohr despeje cualquier duda sobre la marca. La ruta del GPS es primordial, así como la fotografía en la cumbre que no ha podido compartir por encontrarse, aún, sobre ocho mil metros. "En tres o cuatro días llegará al campo base, y desde ahí podrá difundirla", aseguran.
Y no solo eso. Los testigos son fundamentales para otorgar los certificados de ascenso. "Himalayan Database pedirá GPS, fotos y testimonios para corroborar el logro. En este deporte el honor va de la mano con la técnica de escalar", agrega Olivares.
El montañista, de 32 años, arquitecto, esposo y padre de familia, soportó 24 horas sin dormir, de las cuales 16 las pasó subiendo. No se entrenó con cámaras hiperbáricas, como algunos suelen hacer. Tampoco durmió en carpas hipóxicas, otra de las opciones utilizadas. Se limitó a subir montañas como si en eso se le fuera la vida. Para aclimatarse, para aumentar los glóbulos rojos en la sangre, para impregnarse del salvajismo inherente a las montañas y así sobrevivir. Porque esa es, a fin de cuentas, la única manera de poder pararse sobre los hombros del mundo.