El 2019 fue un año olvidable para la U. Los laicos completaron una magra temporada, en la que convivieron íntegramente con la amenaza del descenso.
Hubo pocas cosas para destacar en la campaña estudiantil. Pero en medio del caos, surgió una luz de esperanza. Y es que este año será recordado, también, como el de la irrupción del joven mediocampista Camilo Moya. El jugador de 21 años había jugado cedido en San Luis todo el 2018 y recién este año logró hacerse de un espacio en la estelaridad azul. Apareció como solución, a mitad de año, cuando el equipo se desmoronaba, y luego no volvió a salir.
Despliegue, entrega y personalidad. El volante ayudó a levantar el alicaído nivel de juego laico y, con buenos argumentos, se instaló igualmente como una realidad de cara al futuro universitario. Por lo mismo, Azul Azul aseguró rápido su permanencia y renovó su vínculo hasta 2022. Porque además de contribuir deportivamente, su presencia le permite a la institución validar su cuestionado manejo de las divisiones inferiores.
Su espacio en el equipo durante 2020, de no mediar una baja sorpresiva de rendimiento, debiera estar garantizado. Es una de las mayores esperanzas de la U. Y también, elegido por sus pares, el jugador revelación del recién terminado Torneo Nacional.