Pese a que el Maratón de Santiago ha aumentado considerablemente el número de participantes, bajado su récord, fijándolo en 2h 09'37" desde el año pasado, obra del keniata Luka Lobuwan, los especialistas chilenos en los 42 kilómetros no han conseguido mejorar. El escándalo por dopaje que en 2015 y 2016 sacudió al equipo nacional de fondismo, sumado al bajo recambio que ha vivido la distancia, tiene al país en una contradicción: mientras su prueba reina crece, su nivel decae.
"Es muy difícil preparar un maratón. Si no tienes el apoyo necesario, con especialistas que te guíen, se transforma en algo muy complejo. Yo lo corrí para cumplir un sueño, que era ser un deportista olímpico, pero no creo que lo vuelva a intentar, a menos que no logre clasificar a Tokio 2020 en los 5.000 metros", confiesa Víctor Aravena, el mejor chileno en Río 2016.
Enzo Yáñez, Leslie Encina, Manuel Cabrera y Daniel Estrada son quizás los únicos nombres que resuenan en la prueba. Todos superan las 2 horas y 18 minutos en sus marcas, muy por sobre los rangos internacionales. En cuanto a edades, sólo Estrada está por debajo de los 30 años. Y los vecinos, sobre todo Perú, ya superan a los atletas locales en los 42K.
Además, el EMDS difícilmente ayuda a conseguir mejores marcas. Para Mario Rodríguez, encargado del área de fondo y medio fondo, la explicación es sencilla. "Santiago es una prueba muy masiva y bien organizada, pero no es, en ningún caso, para buscar una buena marca, dado su altimetría, que supera los 350 metros de ascenso".
Un dato para cerrar. En Chile, el récord de maratón es de 1988 y lo posee Omar Aguilar (2h 12'19"). En damas, en tanto, la marca le pertenece a Érika Olivera y esta vigente desde 1999 (2h 32' 23").