Hoy, en París, comenzará la octava edición de la Copa del Mundo de Fútbol Femenino. Lo hará en medio de un contexto de masivas y globales reivindicaciones por la igualdad de género, fenómeno social que se exacerbó en octubre de 2017 con el denominado #MeToo, a raíz de las denuncias contra el productor cinematográfico Harvey Weinstein. Una situación de luchas por la igualdad salarial y el acceso a las instancias de decisión política, económica o empresarial, que ha encontrado acomodo alrededor del balón. El Mundial de mujeres se compara en el de hombres que exige el mismo trato, y por primera vez se vive en la previa con similar expectación.

Y no es un asunto de simple contexto, como lo dejó en claro Ada Hegerberg, ganadora del primer Balón de Oro femenino en 2018. La delantera, goleadora del omnipotente Olympique de Lyon, renunció a la selección de Noruega debido a la desigualdad en los premios que reciben los equipos de hombres y mujeres. "No es todo sobre el dinero", matizó para CNN. "Se trata de la preparación, de actuar, del profesionalismo, puntos muy claros que le presenté a mi federación cuando tomé mi decisión", dijo.

En este sentido, la FIFA ha establecido normas proigualdad para Francia 2019, como la obligación de que las selecciones viajen en primera clase en todos los trayectos que impliquen cuatro o más horas de vuelo. También, en contraste con lo sucedido en las primeras ediciones, fijó la obligación de disponer de un hotel o lugar de concentración único para cada selección, como en el certamen masculino.

En materia de igualdad de ingresos, el asunto es más complejo. En términos absolutos, la diferencia es aplastante: en Rusia 2018, la Federación Francesa recibió US$ 38 millones por la corona que obtuvieron Deschamps y su plantel, mientras el equipo campeón en Francia 2019 recibirá solo US$ 4 millones.

La desproporción parece aplastante, pero la revista Forbes calculó que el campeón femenino obtendrá, en términos relativos, casi el doble que Les Bleus. Rusia 2018 generó ingresos cercanos a los US$ 6 mil millones, de los cuales repartió US$ 400 millones entre los participantes, mientras que este Mundial femenino producirá US$ 131 millones y distribuirá US$ 31 millones entre los equipos.

De cualquier modo, estas cifras representan un universo desconocido para el fútbol femenino en Chile, donde el retraso en términos de desarrollo de las competencias se expresa en decenios, aunque recientemente se han dado pasos que buscan reescribir la historia, como la creación, solo este año, de competencias de primera y segunda división, así como la contratación de seguros médicos para todas las jugadoras por parte de la ANFP. Además, el interés por integrarse a los clubes es mayor, así como la creación de ligas particulares o universitarias.

"Se está acabando el miedo al fútbol. Como este deporte representaba un espacio de alta masculinidad, muchas mujeres creían que no era un deporte afín y aún muchos varones lo defienden así", especifica el sociólogo Marco Cubillos, que ha trabajado en la U, la UC y Audax. Matiza, eso sí, que "en varios clubes tener un equipo femenino es más visto como una obligación que como un deber".

"Es muy importante lo que está pasando, ya que se elimina una discriminación arbitraria y se avanza hacia una sociedad igualitaria. El fútbol es un deporte de todos. Significa mucho para los niños y niñas en los colegios, hay países que eso sucede hace mucho tiempo. Aquí es el momento, justo cuando se avanza en educación no sexista", sostiene Teresa Valdés, socióloga coordinadora del Observatorio de Género y Equidad.

Sobre la tradición en esta disciplina, Valdés apunta a un asunto clave: el fútbol femenino tiene decenios de ventaja en su desarrollo en los países de cultura anglosajona, Escandinavia, Alemania y Francia. A nivel latinoamericano, Brasil es una excepción positiva. De todos los campeones del mundo a nivel masculino, además, solo uno se repite a nivel femenino: Alemania.

La ministra del Deporte, Pauline Kantor, quien en Francia participa en la primera Convención Mundial de Fútbol Femenino, expone una visión global: "El fútbol femenino requiere oportunidades, respeto e igualdad. Esta convención se cruza también con el empoderamiento de la mujer en el mundo. El deporte, en este caso el fútbol, permite crecer con liderazgo".

Postulantes al 2023

El boom del Mundial, más allá de consideraciones políticas y sociológicas, es creciente y supera la circunstancia: un récord de federaciones postula a ser sede 2023: Argentina, Australia, Bolivia, Brasil, Colombia, Japón, Nueva Zelanda, Sudáfrica y una presentación conjunta de las dos Coreas.

Los estadios, además, estarán llenos. Ya en abril se habían vendido más de 720 mil entradas y ayer, la organización comunicó que el número ya creció a 940 mil. La meta es superar los 1,3 millones vendidas en Canadá 2015.